El fanatismo ecologista y los incendios
No es el modelo territorial el que falla, sino un Gobierno al que le falta tiempo para quitarse de en medio y culpar al PP cada vez que se produce una catástrofe
Hay que estar muy sordo para no escuchar lo que viene clamando la gente del campo. Desde hace años, sí, pero sobre todo desde que Pedro Sánchez llegó a la Moncloa. Porque su política ambiental y especialmente la entrada en vigor de tres de sus leyes más restrictivas –la de Restauración de la Naturaleza, la de Deforestación y la de Bienestar Animal–, no han hecho otra cosa que complicar la vida a agricultores y ganadores. Cuando son ellos los principales interesados en cuidar el medio ambiente y los principales damnificados también, si el monte arde llevándose por delante sus explotaciones y sus casas.
Han pasado más de tres años y en el sector todavía se acuerdan de aquella entrevista que el eco-comunista Alberto Garzón concedió a The Guardian. Al por aquel entonces ministro de Consumo no se le ocurrió otra cosa que denunciar en el diario británico que las macrogranjas españolas exportan carne de mala calidad procedente de animales maltratados. Difícil concebir mayor insensatez por parte de un miembro del Gobierno de la Nación, aunque meses antes le hubiera declarado la guerra al chuletón, entre otros muchos disparates, y a esas alturas ya esperáramos de él cualquier cosa.
Con rigor, Planas debería llamarse el ministro de la PAC, pues es a eso a lo que se dedica: a intentar que Europa no nos quite todavía más dinero
Fue un alivio cuando en junio de 2023 anunció que no concurriría a las elecciones generales del mes siguiente. Para todos, pero muy especialmente para el ministro Luis Planas, que estos días anda de vacaciones por Nerja, según cuentan, como si los incendios no fueran con él. Tiene suerte el titular de Agricultura de ser uno de los integrantes del Consejo de Ministros mejor valorados en las encuestas. O menos chamuscados, si se prefiere, ya que tristemente hablamos de incendios. Con rigor, Planas debería llamarse el ministro de la PAC, pues es a eso a lo que se dedica: a intentar que Europa no nos quite todavía más dinero. Y todo el mundo sabe que la Política Agraria Común establece un control férreo sobre la actividad de agricultores y ganaderos. Si no, perdemos las ayudas y sin ayudas es imposible trabajar en esto", me explica un viejo conocido desde una de las organizaciones profesionales.
¿A qué se debe entonces tanta desconfianza? Menos mal que después de una gran preocupación y no pocas protestas, el Cuaderno Digital de Explotación Agrícola, más conocido como el «cuaderno de la vaca», finalmente se declaró voluntario para el próximo periodo de la PAC a partir de 2027. Porque el Gobierno pretendía obligar a los ganaderos a anotar en un registro las entradas y salidas de los animales de cada parcela, un procedimiento tedioso y absurdo cuyo coste habría recaído encima sobre su bolsillo. Habría sido el acabose entre tantas medidas ridículas fruto del fanatismo medioambiental y la obsesión con la agenda 2030. Porque sean de izquierdas o de derechas, todos los trabajadores del campo se quejan de lo mismo: la falta de rentabilidad de las explotaciones por unos impuestos abusivos, unida a una burocracia asfixiante, les están obligando a abandonar el medio rural. Y ese abandono tiene mucho que ver con los incendios que queman España este verano.
Ese plan siempre es el relato: el del perfecto populista que corre a buscar un culpable externo en lugar de asumir sus responsabilidades
Claro que la ministra de Transición Ecológica no ha querido desaprovechar la ocasión para echar la culpa al cambio climático. Y para cargar contra los negacionistas, que venimos a ser todos los que criticamos los postulados del sanchismo. «Este es nuestro momento», quizá esté pensando Sara Aagesen, igual que tenía escrito en una libreta su compañera Ana Redondo cuando la dana. Buena bronca tuvo que llevarse el que fotografió aquellos apuntes indiscretos de la titular de Igualdad, donde se leía además, «negacionismo climático = mata» junto a «no ansiedad, tenemos un plan». Y ese plan siempre es el relato: el del perfecto populista, que corre a buscar un culpable externo en lugar de asumir sus responsabilidades.
PSOE y PP andan ensarzados a cuenta de la inversión realizada para evitar que medio país sea pasto de las llamas. Es lógico pensar que la ausencia de Presupuestos Generales del Estado también influye en esto, pero sean 42 las aeronaves dedicadas a la extinción de incendios forestales, según denuncian en Génova, o 56, como asegura Moncloa, está claro que faltan recursos.
El Informe Especial 16/2025 del Tribunal de Cuentas Europeo sobre la financiación de la Unión Europea para luchar contra los incendios, revela que Grecia ha destinado a esta partida 837 millones de euros del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR), Portugal, 615 y nuestro país, apenas 221 millones. Lo contaba con detalle José Ramón Riera en El Debate, mientras los enemigos de la España de las autonomías se frotan las manos ante esta nueva confrontación a cuenta de las competencias regionales y estatales. Sin una coordinación de los esfuerzos de las distintas administraciones e instituciones seguiremos instalados en el caos. Más allá de la inversión, se necesita una verdadera Estrategia Nacional que funcione.
No nos engañemos; no es el modelo territorial el que falla. Lo que falla es un Gobierno al que le falta tiempo para quitarse de en medio y culpar al PP cada vez que se produce una catástrofe. La vergonzante ausencia del Estado en esta crisis ofrece un espectáculo tan dantesco como el fuego.
Susana Burgos es periodista especializada en economía y empresas y formadora de portavoces