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24 de abril de 2024

José Manuel Cansino

Tope del gas: hablemos en serio

La medida puesta en marcha por los gobiernos de España y Portugal no ha logrado reducir el precio de las facturas porque el precio internacional del gas subió más rápidamente y la falta de viento y sequía obligaron a depender mucho de él

Actualizada 04:30

En torno al 80 por ciento del coste de su factura eléctrica no está explicado en la información que su comercializadora le remite mensualmente a casa o a su correo electrónico. Esta es la realidad para las viviendas habitadas por la mayoría de los hogares españoles acogidos a la tarifa regulada, más conocida por su acrónimo PVPC.
Si tomamos comparamos las facturas o recibos de la luz de los meses de agosto del año pasado y de 2022, la parte no explicada del recibo ha pasado del 50 % al 80 % cuando se toma como referencia un hogar representativo con una potencia contratada de 4,400 kilovatios. La razón que explica lo anterior hay que buscarla en dos causas; el mantenido aumento del precio de la electricidad y las reducciones aplicadas por el gobierno en el tipo del IVA (que pasó del 10 % al 5 %) y en los peajes por el uso de la red eléctrica.
El resultado de lo anterior es que los hogares españoles –también los grandes consumidores– recibimos puntualmente una factura con apariencia de tener toda la información de sus componentes cuidadosamente desglosados, pero que en la práctica no explica el detalle del más importante de todos. Este componente no explicado es, precisamente, el coste de la energía para utilizar exactamente el término que aparece en nuestras facturas. Precisamente, sobre este valor es el que se empeña el gobierno en convencernos de que ha logrado reducirlo gracias al tope del gas que ahora quiere aplicar en el conjunto de la Unión Europea. Es falso. Tras la entrada en vigor del tope el 15 de junio pasado, el valor absoluto de las facturas de los hogares españoles no se ha reducido. Todo lo contrario. En los meses de julio y agosto, la tarifa regulada o PVPC fue un 26 por ciento superior a la tarifa promedio del mes de junio. Así lo prueba el economista Javier Ibáñez de Aldecoa en un detallado artículo publicado por el servicio de estudios de CaixaBank.
Hay que revisar con detalle lo que implica aplicar el tope al precio del gas natural tanto en España como en Portugal para así entender lo positivo y lo negativo de esta medida que intentan exportar al resto de la UE los gobiernos de los dos países de la Península Ibérica. En la práctica el mecanismo supone aplicar una especie de «bypass» al mercado mayorista de la electricidad. A ese mercado acuden a diario las diferentes empresas generadoras a ofertar su electricidad. Cada una lo hace a un precio diferente y el último precio en entrar es el más caro para dar así prioridad de entrada a la electricidad más barata. La particularidad es que ese precio lo recibe no sólo la última tecnología en entrar (habitualmente las plantas de ciclos combinados) sino todas las que venderán electricidad con un coste mucho menor.
Quirúrgicamente hablando, el bypass en forma de tope del gas, supone extraer del precio ofertado por las plantas más caras una parte de su coste de producción; específicamente una parte del coste que soportan por comprar el gas natural que luego usan para generar electricidad. El mecanismo tal y como se ha diseñado asume que –en promedio– cada planta necesita comprar 1,81 megavatios hora (MWh) de gas natural para producir un MWh de electricidad. El tope consiste en no permitir que las plantas generadoras pasen al mercado un coste superior a los 40 euros/MWh por el gas que usan hasta noviembre de 2022, luego se incrementará en 5 euros/MWh entre diciembre de 2022 y mayo de 2023 hasta alcanzar los 70 euros/MWh. El mecanismo implica que a la hora de marcar sus precios, lo máximo que se permite incluir a las plantas generadoras es un coste de entre 40 y 70 euros/MWh. Esto supone técnicamente hablando, romper el vínculo o desacoplar el comportamiento alcista del mercado internacional del gas y el precio de la electricidad.
Efectivamente, se ha logrado desacoplar parcialmente precio del gas natural y precio de la electricidad. Pero con notables matices. El más importante es que una cosa es que a la plantas no se le permita incorporar en el precio de sus ofertas más de 40 o 70 euros/MWh y otra cosa es que no tengan que comprar el gas a precio de mercado. Naturalmente que tienen que comprarlo a precio de mercado de manera que para que eso sea posible, la diferencia entre el tope y el precio efectivamente pagado se les entrega en forma de pago compensatorio que se carga proporcionalmente en la factura de la mayoría de consumidores. De hecho se carga precisamente en la parte de la factura para el que no existe ninguna información detallada; el coste de la energía.
El responsable de calcular diariamente la cuantía de la compensación es el Operador del Mercado Ibérico de Energía (OMIE). Comparemos los datos de estas compensaciones para los mediados de mes no festivos desde el 15 de junio (entrada en vigor del tope del gas) hasta octubre. Para el día de la entrada en funcionamiento del tope la cuantía unitaria pagada a cada planta generadora acogida al mecanismo fue de 72,7 euros/MWh. La cuantía se multiplicó por casi tres para mediados de julio (192,6 euros/MWh) y agosto (196,6 euros/MWh), se redujo un poco en agosto (179,2 euros/MWh) y casi retornó a su valor de partida para el 13 de octubre (75,9 euros/MWh). Estas cantidades son las que luego se repercuten a los consumidores en sus facturas. La evolución de esas diferencias de precio se acerca al comportamiento del precio del gas natural en el mercado ibérico (MIBGAS). Es el mercado que se toma como referencia para calcular la compensación a las plantas generadoras si bien la cuantía final del pago compensatorio se separa notablemente de la sencilla fórmula que establece la norma que lo regula (el Real Decreto-ley 10/2022).
En resumen, el tope puesto en marcha por los gobiernos de España y Portugal y que quieren generalizar al resto de miembros de la UE, no ha logrado reducir el precio de las facturas. No lo ha logrado no porque no lo pretendiese sino porque el precio internacional del gas subió más rápidamente y la falta de viento y sequía obligaron a depender mucho del gas. De rebote, las exportaciones de electricidad a Francia se han multiplicado de forma tal que son los consumidores franceses los más beneficiados ya que han podido comprar una electricidad más barata sin que en sus recibos se repercuta la compensación. En esos recibos no, pero en el suyo y en el mío sí. Los técnicos llaman a esto una transferencia de renta desde los consumidores españoles y portugueses a nuestros vecinos del norte. Pues eso, transferencia de rentas.
  • José Manuel Cansino es catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino
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