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10 de mayo de 2024

Fernando Rayón
Crónica deFernando RayónMucha tela

Montero pone coto a una devolución millonaria de impuestos y Alberto Garzón se enfada por la «incomprensión» de sus antiguas amistades

Alemania no tira y Europa va detrás. Si su crecimiento durante 2023 fue nulo, las previsiones para 2024 que acabamos de conocer van en la misma dirección

Actualizada 15:36

Los Monteros y la jugada a Garzón

Alberto Garzón, Cristóbal Montoro y María Jesús Montero.Paula Andrade

Alemania no tira y Europa va detrás. Si su crecimiento durante 2023 fue nulo, las previsiones para 2024 que acabamos de conocer van en la misma dirección. Y aunque esas mismas previsiones señalan un crecimiento en el resto del continente un 0,8 %, nada para algunas de las economías más potentes del continente.
En estas previsiones llamadas de invierno para 2024 –que lo único que hacen es corregir las de otoño– los países que más crecen son Francia y España gracias al turismo, pero ese 1,7 % que pronostica la Unión Europea no compensa la planicie alemana sino que puede volatilizarse en cuanto un virus o guerra se desate.
De hecho, hace solo unos días Japón entraba en recesión técnica –ya saben: encadenar dos trimestres en números rojos– pues aunque creció un 1,9 % en 2023, el Producto Interior Bruto (PIB) del cuarto trimestre de ese año experimentó un retroceso del 0,4 %, que se sumaba al desplome del 3,3 % registrado en el tercer trimestre. Alemania no tira y Japón tampoco. Y hablamos de la segunda y tercera economía mundiales.
Me dirán que Alemania y está lejos y Japón aún más, y que suficiente tenemos con los problemas internos como para mirar fuera, pero la economía es global y siempre es bueno mirar alrededor para ver lo que funciona y lo que no. En el caso de Japón no les funcionó la decisión de su banco central de mantener los tipos de interés negativos para impulsar los precios. La estrategia, contraria a la que tomó en Europa, tampoco dio sus frutos. El consumo se derrumbó en el país nipón a pesar de una inflación del 2 % y si a eso le sumamos algo que en España compartimos –la crisis demográfica– el futuro del imperio del Sol Naciente cada vez se torna más oscuro.
En la cosa doméstica, estamos con elecciones. Las de hoy, claro. Y las que vendrán después. Aprovechando el despiste campañero Hacienda, que nunca descansa y siempre está en campaña, ha decidido restringir –¡que palabra más sutil!– la devolución a las empresas españolas del 'impuestazo' de Cristóbal Montoro que anuló el Constitucional. María Jesús Montero –que también nunca descansa y siempre está en campaña– ha decidido apoyarse en la doctrina del Supremo –de vez en cuando el Supremo sí les vale– para recortar las compensaciones por la subida fiscal anulada. Vamos, que las empresas afectadas no van a tener fácil recuperar el dinero tributado. Ya les dije, cuando hablamos de la sentencia, que Montero no era Montoro, pero por una letra. Igualitos.
Dice la vicepresidenta primera que, para recuperar la pasta, las empresas que recurrieron el impuestazo de Hacienda, además de recurrir, «debían haber hecho constar en su reclamación la potencial inconstitucionalidad de aquella alza». No es broma. Así consta en una nota que ha enviado el Servicio Jurídico de la Agencia Tributaria a los inspectores de Hacienda que gestionarán estas reclamaciones. Y dos cosas más sobre el tema: la primera que el Constitucional declaró inconstitucional el alza del Impuesto de Sociedades (Decreto ley de 2016) de forma unánime; y dos: que los abogados de Hacienda citan como jusrisprudencia una sentencia del Supremo sobre el Incremento de Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana (el famoso tributo de la plusvalía municipal). Lo de mezclar churras con merinas se queda corto. Por eso también habrá batalla judicial. Para que se hagan una idea del montante, solo el BBVA tenía previsto recuperar 220 millones tras la anulación de la reforma Montoro. Y a estos, abogados no les faltan. Será una buena batalla.

Las críticas del primer Gobierno Sánchez a Mercadona han sido una campaña de publicidad casi imposible de pagar

Y dos temas más. Aunque ya hablé del reparto de beneficios entre los empleados de Mercadona, hay novedades sobre la cadena de distribución valenciana. Esta semana hemos conocido que Mercadona aumentaba su liderazgo en España frente a Carrefour y Lidl, sus dos formidables competidores. El gigante que preside Juan Roig ha subido su cuota de mercado en España hasta el 26,2 % incrementando su ventaja sobre Carrefour (con un 9,9 %), y Lidl, (que tiene un 6,4 %). Vamos, que el liderazgo y las críticas no sólo no han desgastado a la cadena sino que sigue creciendo su posicionamiento. Va a tener razón un amigo mío cuando dice que las críticas del primer Gobierno Sánchez a Mercadona eran una campaña de publicidad casi imposible de pagar. Pero aquellos ministros, como los nuevos –se parecen mucho– han conseguido lo que no parecía fácil: reforzar un posicionamiento que ya se antojaba difícil de superar.
Y hablando de ministros y alimentos. Me van a permitir una reflexión final sobre Alberto Garzón, exministro de Consumo de Pedro Sánchez. Fichó el día de los enamorados por Acento, la consultora del exministro zapaterista José Blanco. Recordarán que Garzón protagonizó junto a Pablo Iglesias el llamado Pacto de los botellines, aquel que unió electoralmente a Izquierda Unida con Podemos. Pues bien, tras el anuncio le dieron al ex hasta en el cielo del paladar, también por aquello de lo mucho que había predicado contra las puertas giratorias. Y no lo soportó. Renunció al fichaje.
Pero la verdadera historia es un poco más siniestra. Antes de Navidad Alberto Garzón preguntó a los suyos –a su partido me refiero– sobre su incorporación a la consultora. A todos –repito a todos– les pareció muy bien y le desearon suerte en su nuevo trabajo. Pero fue anunciarse el fichaje y los mismos que le habían felicitado pasaron a ponerle a parir. En menos de 24 horas, a través de X, el antiguo Twitter, denunció «la incomprensión suscitada de su espacio político» y poco después su renuncia con un mensaje no tan sorprendente: «Pienso que la izquierda debería reflexionar sobre cómo trata a los hombres y mujeres que dedican su tiempo, energía y vida a los proyectos colectivos». ¡Ay, Yolanda!
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