No es oro todo lo que reluce, ni España va bien
Ganamos más en términos absolutos, pero compramos menos en términos relativos
Dicen que la economía es como el tiempo: todo el mundo habla de ella, pero pocos aciertan a predecirla. Y, como el tiempo, a veces llueve sobre mojado. Por eso, hoy empezaremos con un repaso claro y directo: ¿qué ha pasado en España desde 2018 hasta 2024? ¿Y por qué no es oro todo lo que reluce, ni España va bien? Así que, con ganas y sin anestesia, vamos al tajo para explicar por qué España no va bien, a pesar de lo que diga nuestro Gobierno. Por cierto, un Ejecutivo tan nervioso que trata de inundar de fango todo lo que toca.
Lo primero que hay que decir es que la economía ha crecido, sí, pero con matices. El PIB real ha subido un 8,9 %, aunque el PIB nominal lo ha hecho bastante más: un 31,3 %. ¿La diferencia? Una inflación acumulada que ha sido protagonista en estos años. El IPC ha aumentado un 19,7 %, erosionando buena parte del poder adquisitivo y encareciendo los costes tanto para familias como para empresas. Aunque el PIB per cápita real ha mejorado un 4,2 %, el PIB ajustado por paridad de poder adquisitivo (PPA) ha caído un 3,6 %. Es decir, en términos comparativos con el entorno europeo, hemos perdido competitividad.
Un dato que a menudo pasa desapercibido, pero que resulta clave para entender nuestra evolución relativa, es el PIB ajustado por Paridad de Poder Adquisitivo (PPA). Este indicador no mide cuánto produce un país en euros corrientes, sino cuánto puede realmente comprar su población con ese ingreso, comparando precios y poder adquisitivo entre países. Curiosamente, este concepto no es nuevo: ya en el siglo XVI, pensadores de la Escuela de Salamanca —como Juan de Mariana o Martín de Azpilcueta— reflexionaban sobre el valor real del dinero y el efecto de la inflación en la riqueza, sentando las bases de lo que siglos después se formalizaría como teoría de la PPA.
Hoy, el PIB en PPA se impone progresivamente como referente en los análisis internacionales, sobre todo porque corrige distorsiones que introduce la inflación o el tipo de cambio, permitiendo comparaciones más justas entre economías. Por eso preocupa que, en el caso español, este indicador haya caído un 3,6 % desde 2018, mientras que el PIB nominal ha crecido más de un 30 %. El mensaje es claro: ganamos más en términos absolutos, pero compramos menos en términos relativos. En un mundo global, donde la competencia y el bienestar se miden en estándares comparables, esa pérdida de poder adquisitivo relativo es tan silenciosa como peligrosa.
En 2018 estábamos 7 puntos por debajo de la media de la UE en PIB PPA, y en 2024 nos hemos quedado a más de 10 puntos
El 93,17 % y el 89,77 % que ustedes pueden ver junto al PIB PPA en el cuadro anterior significan que la economía española era capaz de comprar el 93,17 % de la media europea con la riqueza que generábamos en 2018. O lo que es lo mismo, estábamos 7 puntos por debajo de la media de la UE, y en 2024 nos hemos quedado más de 10 puntos por debajo.
Nada más y nada menos que en los seis años del actual gobierno nos han hecho perder un 3,6 % de capacidad de compra durante su mandato.
En paralelo, ha habido un importante aumento de la presión fiscal. La recaudación tributaria ha subido un 42,4 %, con fuertes incrementos en el IRPF (+57,9 %), el impuesto de sociedades (+57,4 %) y las cotizaciones sociales empresariales (+44,1 %). El peso del IRPF y de las cotizaciones en el total de impuestos también ha crecido, lo que evidencia una mayor carga sobre el trabajo y la actividad empresarial.
Así tenemos una de esas paradojas económicas que suelen repetirse, independientemente del momento histórico, con lo que se ha dado en llamar gobiernos progresistas, que lo son realmente, pero solo en lo que respecta a la recaudación.
La verdadera razón de la pérdida de poder adquisitivo viene provocada por el fuerte incremento en la recaudación del IRPF, al no haberse ajustado las bases de tributación a la inflación, y por la recaudación del IVA, que pagan los consumidores y las empresas por el incremento de los precios.
Seguro que oirán en muchos medios que el aumento de las cotizaciones sociales pagadas por los empresarios se debe al incremento del empleo.
Así que permítanme desmontar el mito de que realmente tenemos muchos menos parados:
Los datos son todos oficiales, en este caso del Ministerio de Trabajo y Economía Social, y podemos ver que, según sus propios datos, el número de empresas que cotizan a la Seguridad Social se ha reducido un 0,1 %. Y aunque dicen que el empleo «oficial» ha bajado un 20 %, al no contar como parados a los fijos-discontinuos que no están trabajando, se ha producido simplemente un maquillaje del dato.
Fedea ha definido lo que se ha dado en llamar paro efectivo para distinguirlo del paro oficial. Este se obtiene a partir de las propias estadísticas del Ministerio como la suma del paro oficial más los demandantes de empleo no parados, considerados fijos discontinuos. Según estos datos, el paro efectivo se ha reducido solo un 2,1 %.
Todo ello nos lleva a concluir que la subida de todos los impuestos en ese 42,4 % viene provocada por la necesidad de financiar un incremento del gasto público del 43,7 %. Pero no para una mejora del Estado del Bienestar, que sigue con graves problemas en vivienda, en infraestructuras, en seguridad ciudadana, en listas de espera y en una educación pública que, según el Informe Pisa, nos deja francamente mal.
En suma, los ingresos, a pesar de su crecimiento, no han cubierto los gastos del país, que se han disparado hasta los 722.846 millones, obligándonos a endeudarnos en más de 410.000 millones, hasta alcanzar los 1,62 billones.
Lo peor es que esta situación avanza inexorablemente. En el primer trimestre del año, la recaudación de la Agencia Tributaria ha crecido un 9,7 %, las cotizaciones sociales pagadas por los empresarios un 7,7 % y la deuda se ha ido hasta 1,667 billones, casi 47.000 millones más en solo tres meses. Por lo tanto, podemos concluir —y concluimos— que no es oro todo lo que reluce, ni España va bien.