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Dos camareros, en un bar de Madrid.

Dos camareros, en un bar de Madrid.EP

Si España va tan bien, ¿por qué los sueldos no crecen?

El crecimiento de nuestra economía es sustancialmente superior a los grandes de la zona euro; sin embargo, no se traduce en un incremento de la riqueza

Ya sea en la barra del bar, en las reuniones familiares o en comidas con compañeros de trabajo, siempre que sale el tema de la mejora del crecimiento económico, surge la misma pregunta: si España va tan bien, ¿por qué mi sueldo no crece? Y es que las particularidades de nuestro mercado de trabajo y las políticas laborales están lastrando las mejores salariales.

Con Alemania en recesión y Francia sumida en la incertidumbre política y económica, el buen desempeño de España a nivel macro le ha valido a Pedro Sánchez y adláteres para calificar a nuestro país en la «locomotora de Europa». Y no es para menos: la Comisión Europea prevé un crecimiento del PIB del 2,6 % para este ejercicio y del 2 % para 2026, cifras sustancialmente superiores a las grandes economías de la zona euro.

¿Y qué ocurre con los salarios? La estadística dice que están creciendo, pero con un importante matiz: si desde 2018 hasta 2023 han aumentado un 16,8 %, en el mismo periodo la inflación acumulada ha sido del 19,2 %. Es decir, en términos reales, los españoles han perdido poder adquisitivo.

Estas subidas, además, no están siendo equitativas, ya que se están concentrando entre los más privilegiados, como denunciaba recientemente el sindicato de técnicos de Hacienda, Gestha. Según esta organización, «el aumento de la contratación no revela que haya una distribución de rentas a pesar de los sucesivos incrementos del SMI». De hecho, estos técnicos calculan que las personas más ricas ganan hasta 64 veces más que la media.

«La mayor parte de los beneficios de las grandes compañías, que son las que acaparan la mayor parte de la contratación, no se trasladan con la misma intensidad a los salarios», explica a El Debate José María Mollinedo, secretario general de Gestha. Además, añade, ese aumento en el empleo o en los salarios —bien sea a través de los convenios o del SMI—, no revelan que el crecimiento esté al nivel de la OCDE, esto es, a todas las capas de la sociedad.

En efecto, países como Portugal o Países Bajos han logrado en los últimos años una mayor convergencia entre crecimiento económico y mejora salarial, según datos de Eurostat y la OCDE. En España, sin embargo, esa conexión sigue siendo débil.

Uno de los factores que contribuyen a esta problemática, apunta Mollinedo, es el paro estructural de nuestro país: la alta tasa de desempleo hace que las empresas no tengan el acicate para proponer retribuciones superiores. En los sectores donde precisamente hay una acusada falta de mano de obra cualificada —como el transporte o la construcción—, los salarios están por encima de la media.

Otro problema está siendo el SMI. A pesar de que el Gobierno ha incrementado el salario mínimo hasta un 61 % desde 2018, no ha conseguido que los sueldos inmediatamente superiores se consoliden. De hecho, hemos pasado de que el SMI beneficie en 2018 a algo más de medio millón de trabajadores a unos 2,5 millones en 2025. Este incremento demuestra que los sueldos superiores al salario mínimo no crecen, sino que son absorbidos por este. Así, se convierten en beneficiarios de los incrementos anunciados por el Gobierno y, por tanto, dependientes de sus políticas.

Los empresarios, por su parte, tampoco están particularmente satisfechos. La patronal lleva denunciando que los constantes aumentos de costes derivados de las políticas de Yolanda Díaz están repercutiendo en los sueldos. El mecanismo de equidad intergeneracional, la cuota de solidaridad o el incremento de cotizaciones están provocando que pagar el mismo salario a un trabajador sea más caro cada año.

Trabajo, en cualquier caso, sigue empeñado en intervenir por la vía legislativa. Díaz ha reiterado en varias ocasiones la necesidad de ligar los márgenes empresariales a los salarios, reivindicación que han recogido los sindicatos. En la manifestación del pasado 1 de mayo, CCOO y UGT exigieron aumentar los salarios y reducir la jornada laboral «como mecanismos para repartir la riqueza y la productividad que se genera en las empresas». El encaje legal ya es harina de otro costal.

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