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18 de abril de 2024

La educación en la encrucijadaJorge Sainz

Los jóvenes no creen en la Universidad

Los jóvenes son escépticos respecto a la aportación de la Universidad en aspectos como que las competencias adquiridas se traduzcan en la obtención de empleo de calidad o que los conocimientos impartidos en las aulas universitarias sean capaces de promover la innovación y el emprendimiento

Actualizada 04:30

El mundo ha cambiado. Cuando yo estudiaba EGB todavía no existía internet, y si querías hacer algún trabajo escolar tenías que acercarte a la biblioteca y tirar de enciclopedia para explicar las causas de la caída del imperio romano o copiar, con buena letra (cosa que me costaba porque mi caligrafía nunca ha sido muy buena), la lista de los Reyes Godos. Nadie discutía la verdad de la enciclopedia. Y mucho menos si se trataba de la inasequible Espasa o la exótica Británica. Las nuevas generaciones se enfrentan a una nueva verdad, la construida por Wikipedia e internet. Y también una forma de conseguir su capacitación de cara al mercado de trabajo distinta.
O por lo menos eso es lo que muestra el barómetro universitario realizado por la Fundación CYD. Mientras que la enciclopedia británica plantea que «La Generación Z es más pragmática y madura antes que las generaciones anteriores: es más probable que los miembros de la Generación Z se gradúen en la escuela secundaria, más probable que vayan a la universidad y más cautelosos en sus elecciones profesionales,» el barómetro de CYD refleja que un 30 % de los jóvenes tienen una visión regular o mala de la Universidad española. El dato es preocupante, no sólo por lo que transmite de falta de confianza en una de las principales instituciones de creación de conocimiento que hay en España, sino también porque refleja que en un contexto de transformación económica continua a través de la digitalización, los que deberían ser los principales artífices de ese cambio no confían en nuestra Universidad como el instrumento que puede propiciar su participación en el futuro de la sociedad.
Aquellos que participaron en la transformación de la sociedad española desde la dictadura a la democracia y fueron parte activa de la Transición, sí que creen, por el contrario, en el papel transformador de la Universidad o, al menos, confían más que los más jóvenes. Este resultado abre una brecha importante sobre cuál es el futuro de nuestra educación en general, y la educación superior en particular. El carácter aspiracional que tenía la educación universitaria en los años 70 se ha perdido por completo. El acceso a las aulas se considera por muchos ciudadanos como un hecho habitual, así los datos de la OCDE para 2021 muestran que un 48,73 % de la población española entre 25 y 34 años está sin educación terciaria.
También son los más jóvenes los que menos creen en la utilidad de la Universidad. Mientras que el 91 % de los mayores de 65 años piensa que tener estudios universitarios aumenta el nivel de satisfacción, bienestar y enriquecimiento personal, solo un 72 % de los jóvenes entre 18 y 29 años piensa lo mismo y más de una cuarta parte de ese grupo (27 %) piensa que la falta de estudios universitarios no supone ninguna desventaja.
Los jóvenes son más escépticos respecto a la aportación de la Universidad en aspectos como que las competencias adquiridas se traduzcan en la obtención de empleo de calidad o que los conocimientos impartidos en las aulas universitarias sean capaces de promover la innovación y el emprendimiento. Frente a este tipo de preguntas los jóvenes se comportan de forma similar a aquellos ciudadanos con menos nivel educativo. Es decir, los que han pasado por la Universidad confían en el impacto que ésta ha tenido en su desarrollo laboral mucho más que los jóvenes, que no tienen experiencia. La pregunta que se nos plantea aquí es si este resultado es fruto de que el mercado está saturado de titulados o, lo que también es posible, que los jóvenes no han sido capaces todavía de visualizar sus retornos o, también, los retornos que están recibiendo son inferiores a sus expectativas.
Esa pérdida de confianza por los más jóvenes refleja también la capacidad percibida de la Universidad de resolver las principales necesidades de un país en general y del cambio climático y la sostenibilidad en particular. El 35 % de la población dice confiar poco o nada en el primero de los aspectos, las dudas de que el conocimiento sea la forma de resolver la crisis climática aumentan hasta un 42 % de la población. En cambio, sí es curioso la confianza que tiene la sociedad en el papel de la Universidad como formadora de profesionales y como transmisora de valores como la tolerancia y la diversidad, aspecto donde más del 75 % de los encuestados se encuentran cómodos con la aportación de la Universidad.
A pesar de esos pecados de juventud, el 57 % de los entrevistados está de acuerdo en que los recursos invertidos en educación universitaria obtienen rentabilidad positiva, reacción que es mayor cuanto mayor son los estudios de los encuestados o mayor es su renta.
Pero según los preguntados el acceso a la Universidad España dista mucho de abierto y generalizado. El 62 % de la muestra considera que no todos los que tienen interés y capacidad pueden llegar a las aulas, aspecto que se concentra fundamentalmente en las personas de más edad, ya que menos de la mitad de los más jóvenes creen que la Universidad está cerrada para aquellos que tienen interés en ir.
Lo que hemos visto hasta ahora del observatorio CYD se hace eco de un problema: existe una falta de fe en los destinatarios del sistema universitario, a pesar de ser accesible y añadir valor a la sociedad. Es un resultado preocupante porque si lo que ofrecemos a la sociedad no es lo que la sociedad quiere o necesita, es que algo estamos haciendo mal. Y, probablemente, no solo en la Universidad, sino en la totalidad del sistema educativo. Afortunadamente hay respuestas, el observatorio entra en profundidad en las causas, pero eso será cuestión a tratar en otro próximo artículo.
  • Jorge Sainz es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos.
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