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Adrián, persiguiendo su sueño: ser ingeniero

Adrián, persiguiendo su sueño: ser ingenieroCedida

Reportaje

Cuando escapar de la imposición del catalán salva un futuro: «Mi hijo ya había decidido no seguir estudiando»

Ahmed, emigrante cubano afincado en Cataluña, decidió marcharse a las Canarias con Adrián para empezar una nueva vida y escapar de la inmersión: «Ahora está muy motivado y con ganas de ir a clase»

Ahmed Rodríguez Pando, emigrante cubano afincado en Cataluña desde 2017, decidió, a finales del pasado curso, que no estaba dispuesto a permitir que las dificultades de su hijo «con la barrera del idioma» arruinaran su futuro académico y laboral.

Como denunciaba entonces, a Adrián, diagnosticado con un tipo de autismo, se le atragantó la secundaria a causa de lo que él llamaba «la imposición lingüística». Es decir, la obligación de la enseñanza en catalán que se convirtió, como él mismo recordaba, «en una especie de ruido que le perturbaba».

Ahora Adrián prosigue con su lucha, pero ha encontrado una motivación. Él y su familia dejaron Tarrasa y se mudaron a las Islas Canarias. «Vinimos a Gran Canaria a finales del mes de junio, una semana después de su graduación en 4º de la ESO», nos cuenta Ahmed.

Para el padre, una vez tomada la difícil decisión de dejar Cataluña, era momento de tomar otra igual de complicada. «Dada su condición, seguimos la recomendación del profesorado del instituto de Tarrasa y el SIEI (Soporte intensivo de escolarización inclusiva) de renunciar a seguir estudiando el bachillerato y optar por un ciclo formativo ‘adaptado’».

Nueva vida

Dicho y hecho. Entre él y su madre (que se ha separado de su hijo al residir en Cataluña), se pusieron a buscar aquellos ciclos formativos que pudieran motivar a Adrián, ya que como Ahmed nos dice, «lo fundamental para estos chicos es la motivación».

Finalmente, el elegido fue el CIFP (Centro Integrado de Formación Profesional) Felo Monzón Grau-Bassas, ubicado en Las Palmas, colindando con la universidad, donde cursa Fabricación Mecánica. «Nosotros vivimos en Telde, hay una guagua (autobús) con las frecuencias básicas que comparten los universitarios y los alumnos del instituto. Adrián se levanta a las 5:30 todos los días, se ducha y prepara su desayuno. Sale de aquí a las 6:40 muy motivado y con ganas de ir a clase», dice su padre, orgulloso. «Cosa que no ocurría durante el último año en Tarrasa».

Ahmed y su hijo, Adrián

Ahmed y su hijo, AdriánCedida

«Para su madre no ha asido nada fácil separarse de Adrián y que accediera a que viniera conmigo, pero todos queremos lo mejor para él y hacemos sacrificios».

Un cambio a mejor

Está claro que el cambio ha sido para mejor. Los frutos ya se ven. Su tutor opina: «Está motivado. Adrián tiene una capacidad por encima de la media para trabajar en el taller. Con precisión y concentración, sobre todo unas cualidades a la hora de trabajar con las máquinas» (como puede observarse en la foto que encabeza este reportaje).

Interviene su padre: «La teoría es lo que más le cuesta. Ahora quiere ser ingeniero y construir naves espaciales». Del momento en el que le comunicó, el pasado mes de junio, su decisión y los planes que tenía para él, rememora: «Cuando se lo conté, me abrazó llorando y me dijo ‘papá, yo pensé que no tendría una oportunidad’. Había decidido no continuar estudiando si tenía que ser en catalán. Ya había tirado la toalla».

Y continúa: «A día de hoy, de manera intuitiva, se tapa los oídos si escucha hablar en catalán, y no lo hace por maldad, porque esta no habita en su corazón. Pero muy a nuestro pesar, ese idioma se asemeja a un ruido que no puede soportar», dice, quizás por las dificultades de integración que tuvo en su etapa en el instituto.

La primera vez que hablamos con Ahmed, fuimos testigos de los estragos que podía causar la inmersión para alguien como Adrián, teniendo en cuenta su particular situación y su condición familiar.

«Cuando yo llegué a Cataluña, entendía el catalán perfectamente a los pocos meses», nos cuenta Ahmed, algo que no ocurrió con su hijo. «Le hizo un clac en su cerebro. Se vio fuera de lugar por el problema del idioma y, aunque recibía ayuda, no fue suficiente».

Ahmed intentó que la dirección del centro donde estaba matriculado atendiera a sus demandas, que pasaban por utilizar el español como lengua vehicular en su aprendizaje. «Noté a Adrián totalmente desanimado porque sus lagunas de contenido eran evidentes y por la falta de integración».

«El centro me pidió mayor tolerancia, pese a que sabían que Adrián ya se había puesto violento, llegando a autolesionarse en alguna ocasión. He de decir que tuvo mucha ayuda... siempre que siguiera el modelo impuesto por el instituto, por el cual el catalán no podía desaparecer en su aprendizaje. El idioma para él siempre fue una barrera», argumenta.
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