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La educación en la encrucijadaIsmael Sanz

España desperdicia talento y frena su crecimiento

Las desigualdades de oportunidades en la adquisición de competencias no solo erosionan la equidad, sino que lastran el crecimiento económico

La OCDE publicó el 9 de diciembre el OECD Skills Outlook 2025: Building the Skills of the 21st Century for All. Se trata de un informe reciente en el debate internacional sobre desigualdad, productividad y crecimiento inclusivo. El Skills Outlook es una publicación periódica de la OCDE que combina microdatos comparables entre países (PIAAC, PISA, registros educativos y laborales) con análisis económico aplicado, y que se ha consolidado como uno de los principales marcos analíticos para entender cómo se generan, distribuyen y utilizan las competencias a lo largo del ciclo vital.

La edición de 2025 se centra explícitamente en las competencias del siglo XXI -lectura, matemáticas, resolución adaptativa de problemas, junto con habilidades sociales y emocionales- y en cómo las diferencias de origen social, educativo y territorial condicionan las competencias, quién puede actualizarlas y quién obtiene retornos económicos de ellas. El mensaje central del informe es especialmente relevante en el contexto actual: las demandas de competencias evolucionan más rápido que los ciclos de política pública, lo que obliga a repensar los sistemas educativos, de formación y de empleo desde una perspectiva de aprendizaje permanente.

Uno de los elementos más relevantes del informe es que documenta con claridad que las desigualdades de competencias no son inevitables. Aunque las brechas por nivel educativo de los padres, género, origen migrante o contexto territorial están presentes en todos los países de la OCDE, su magnitud varía sustancialmente. Esta heterogeneidad es precisamente lo que abre espacio a la política pública: allí donde los sistemas de educación temprana son más inclusivos, la escolarización obligatoria es más compensadora y el aprendizaje adulto está mejor diseñado, las brechas son menores y los retornos agregados, mayores.

El informe también refuerza una idea clave para el caso español: las desigualdades de oportunidades en la adquisición de competencias no solo erosionan la equidad, sino que lastran el crecimiento económico. Al desaprovechar talento y dificultar la movilidad social, estas brechas reducen la productividad y limitan la capacidad de adaptación de las economías a los cambios tecnológicos y demográficos. En este sentido, el OECD Skills Outlook 2025 conecta directamente la agenda educativa con la agenda macroeconómica y laboral, situando las políticas de competencias en el centro de la estrategia de crecimiento.

Las brechas de competencias a lo largo del ciclo vital constituyen uno de los principales retos estructurales de las economías avanzadas. Los datos recientes del Skills Outlook 2025 de la OCDE muestran que estas desigualdades persisten desde la infancia hasta la edad adulta, con implicaciones claras tanto para la equidad como para el crecimiento económico. España no es una excepción, aunque presenta un perfil diferenciado cuando se la compara con la media de la OCDE y con países cercanos como Francia, Portugal, Italia o Alemania.

Desde una perspectiva generacional, España registra una brecha en competencias numéricas entre adultos maduros (50-65 años) y jóvenes (16-29 años) de -0,24 desviaciones estándar, sensiblemente inferior a la media de la OCDE (-0,36). Esta diferencia es también menor que la observada en Francia (-0,59) o Portugal (-0,52), y muy inferior a la de Italia (-0,30) o Alemania (-0,30). Este patrón sugiere que el diferencial generacional en habilidades básicas es relativamente más contenido en España, lo que apunta a un menor «lastre» de capital humano asociado al envejecimiento de la población activa.

Sin embargo, esta lectura relativamente favorable cambia cuando se analizan las desigualdades asociadas al origen socioeconómico. A los diez años, la brecha en matemáticas entre el alumnado con padres con estudios terciarios y el que no tiene estudios terciarios en España es de 0,52 desviaciones estándar, por encima de países como Italia (0,48) o Alemania (0,05), aunque todavía por debajo de Francia (0,73) o Portugal (0,74). A los 15 años, la brecha se reduce hasta 0,37, lo que confirma que el sistema educativo español desempeña un cierto papel igualador durante la escolarización obligatoria, aunque menos intenso que en países como Italia o Alemania.

En términos de resultados educativos y participación en aprendizaje a lo largo de la vida, España presenta un perfil claramente rezagado. La diferencia en la probabilidad de haber alcanzado educación terciaria entre las cohortes de 50-65 años y 30-49 años es de -7 puntos porcentuales, inferior a la media de la OCDE (-14) y muy por debajo de Francia (-15) o Portugal (-16). Sin embargo, esta menor brecha no refleja una ventaja estructural, sino niveles relativamente bajos de logro educativo en ambas cohortes. Algo similar ocurre con la participación en educación y formación de adultos, donde España presenta una brecha negativa de -13 puntos, en línea con la media de la OCDE, pero sin converger hacia los países más dinámicos en recualificación.

El mercado de trabajo amplifica estas diferencias. Las brechas de género en lectura en España (-0,25 a los diez años y -0,12 a los 15) son comparables a las de Francia o Alemania, mientras que las brechas en matemáticas favorecen ligeramente a los chicos, aunque en magnitudes moderadas. Estas diferencias tempranas se traducen posteriormente en desigualdades en trayectorias educativas, ocupacionales y salariales, con un uso ineficiente del talento disponible.

En conjunto, el caso español ilustra bien el doble desafío identificado por la OCDE: ampliar el acceso efectivo al desarrollo de competencias desde la infancia hasta la edad adulta y mejorar el encaje entre competencias y empleo. El problema no es solo distributivo, sino claramente macroeconómico. Las desigualdades de oportunidades en la adquisición de habilidades limitan la movilidad social y reducen el crecimiento potencial al desaprovechar capital humano.

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La principal lección para España es clara: el sistema educativo corrige parcialmente las desigualdades iniciales, pero no lo suficiente como para neutralizarlas a lo largo del ciclo vital. Sin una estrategia coherente que integre educación temprana, aprendizaje permanente y políticas laborales basadas en competencias, las brechas seguirán traduciéndose en desigualdad y menor crecimiento. Cerrar estas brechas no es solo una cuestión de equidad social, sino una condición necesaria para sostener el crecimiento económico en un contexto de envejecimiento demográfico y cambio tecnológico acelerado.

  • Ismael Sanz (URJC, FUNCAS y London School of Economics)

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