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Manifestación en favor del consitucionalismo en Cataluña celebrada en 2017

Cataluña

8 de octubre de 2017: cinco años del principio del fin del 'procés' catalán

Cataluña y España dijimos basta. Quizás oficialmente, sobre el papel y para las mentes enfermas nada cambió, pero todos sabemos, y ellos también, que sí, todo cambió

Corría septiembre de 2017 cuando los envalentonados separatistas, bien alimentadas sus arcas, mejor engañados y aleccionados por perversos cerebros enfermos, el Astut Mas y sus apóstoles alentando la revolución y el pueblo catalán callado y silenciado, con su burguesía y sociedad huida y escondida en sus maleteros de lujo, cometieron el mayor atropello de nuestra histórica democracia.
España y el gobierno Rajoy mirando al infinito de la inopia, no imaginaba ni veía, ni quería afrontar la realidad hasta que se encontró con una declaración unilateral de independencia que duró ocho segundos solo porque los propios declarantes se jiñaron solitos en los pantalones por las consecuencias, que vaya si las hubo en años de juicio y rejas.
Más audaces todavía y entonces además enrabiados convocaron un referéndum ilegal, una payasada de circo y un espectáculo político tan solo para la foto y su proyección internacional como muestra de la maldad de la España opresora. Y vaya también si la tuvieron por la imperdonable torpeza en la actitud del Gobierno una vez más negando primero su celebración y enfrentando entre sí a los cuerpos y fuerzas de seguridad, y éstos con la gente de la calle.
Si ese aborto de referéndum, convocado para provocar a la galería, se hubiera tratado como un juego infantil de patio de colegio con globos, pasteles y juegos florales, todo hubiera acabado en una fiesta patronal doméstica de vecinos, sin tratamiento alguno por la prensa y medios nacionales e internacionales, y por supuesto sin foto.
Es decir, como un vulgar partido de fútbol del Barcelona y sus aquelarres de los que todos nos reímos.
Pero no. El victimismo y el llanto fue superlativo, la propaganda alcanzó límites planetarios, pero lo peor fueron las consecuencias que nos trajeron, un 155 descafeinado y absurdo, como el marianismo, la huida de un cobarde en un portamaletas nocturno a Suiza, la compañía de otros cobardes de medio pelo, la detención de los cabecillas, el desconcierto del pueblo catalán y la rabia incontenida de los sediciosos ante todo lo que oliera o supiera a España.
¡Y entonces fue! La presencia en la sociedad, el trabajo duro, silencioso y silenciado durante cuatro años de Societat Civil Catalana, provocó una enorme e insospechada reacción de la ciudadanía los días 8 y 29 de octubre de aquel 2017. Como presidente de SCC entonces, me tocó el honor y el placer de convocar, dirigir la organización y llenar el cartel de las manifestaciones. En las centenares de entrevistas y declaraciones que se me hicieron y protagonicé, no me cansé de afirmar que el secreto del éxito de todo ello se debía únicamente a que SCC estaba ahí. Pero no es verdad.
Claro que estábamos allí, pero siempre trabajando en la conciencia ciudadana, insultados, perseguidos, despreciados y hasta en algunos casos como el mío, espiados, pero siempre en la brecha con alta la cara y limpia la mirada al horizonte de un futuro cierto para Cataluña en España, sin aventuras ni enfrentamientos, sin odio ni miradas de reojo. De verdad. Claro que SCC no solo estaba allí, se lo merecía, desde su presidente a la Junta Directiva hasta el último voluntario, el que no duerme para que todo esté en su sitio, el que sujeta la cuerda y contiene a la gente.
Tengo que lamentar que mi buena amiga Lluïsa Sallent, artista y cineasta, a la que propuse que filmara un pequeño documental de preparación, trabajo, sobresaltos, decisiones, discusiones y nervios de los días previos, no le apeteció o no quiso hacerlo, perdiendo la oportunidad de tener hoy un documento verdaderamente histórico y real de lo que aconteció y cómo se preparó. Lástima, aunque me consta que el director y amigo Iñaki Arteta lo está haciendo cinco años después.
Cuando llamé a Mario Vargas Llosa para pedir su presencia y ofrecer una declaración universal, y me contestó que sí, que estaría en la manifestación, en pleno Paseo de Gracia choqué mis propios puños y dije. ¡Bien! Josep Borrell aceptó enseguida y tuvimos ya el gran cartel al que se sumaron otros para llenar mensajes y contenidos. Ahí estaba el resultado. Entonces solo quedaba esperar al domingo día 8.
Ciertamente tuvimos esos días un regalo inesperado que vino a ofrecer un empujón sin límites como fue la alocución de Felipe VI, Rey de España en la que por resumir en tres palabras debemos recordar «No estáis solos». La inyección de energía y esperanza por supuesto inesperada fue uno de los secretos del éxito.
Alguien debería escribir todo ello algún día y cabe destacar que, aparte de medios nacionales e internacionales a los que atendí, me llamaron todos los partidos políticos normales a excepción del PSC que se hallaba supuestamente buscando unas monedas perdidas mirando al suelo, a excepción del siempre leal y positivo David Pérez.
Todos ellos, Albert Rivera, Inés Arrimadas, Xavi Albiol, ministros , altos cargos e influencers, saben, pues así lo propusimos y mantuve, que nadie de ellos tomaría el micrófono, nadie más que SCC y amigos se adjudicaría el protagonismo más que con su presencia. Y así fue. Todos cumplieron. Todos cumplimos.
Hoy hace cinco años de aquel día en que la escena cambió. Cataluña y España dijimos basta. Quizás oficialmente, sobre el papel y para las mentes enfermas nada cambió, pero todos sabemos, y ellos también, que sí, todo cambió. Perdieron el Norte, perdieron el relato y perdieron la calle y nosotros, la gran mayoría que seguimos hoy perdiendo nuestra tierra y nuestro país, también perdimos el miedo, les perdimos el miedo a ellos y, eso es lo que les pierde ahora, el miedo ha cambiado de manos.
No jugarán más con un juguete que no es suyo, seguirán ahí, pero a la greña, acobardados por si dan un paso en falso, saben que ahora espiamos nosotros, animal quemado, gato escaldado. Los ideólogos se fueron de vacaciones, los gurús jubilados y con barba se pasean en yates con pabellón español bien visible, los indultados mutis por si acaso y solo quedan cuatro supervivientes enroscados en las faldas de una giganta, o gigantesa, o escondidos bajo el flequillo de un fugado terminal.
Entre otras cosas fue el éxito de todo lo que hoy conmemoramos. Demasiada gente ha sufrido estos años. Dejémoslo ya por favor.
Y quisiera acabar en nombre de la Societat Civil Catalana de entonces y por supuesto de la actual que sigue en la brecha con idéntico ímpetu que ahí seguimos estando, enviando a España un enorme mensaje de agradecimiento por su apoyo, presencia y cariño de hermanos, todos españoles.
Y desde aquí un último mensaje a quienes se volvieron locos. No se os ocurra volverlo a hacer porque nosotros ya advertimos que sí, que sin duda lo volveremos a hacer.