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25 de abril de 2024

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), saluda a Oriol Junqueras en el Congreso de los Diputados

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), saluda a Oriol Junqueras en el Congreso de los DiputadosEFE

La crónica política

El PSOE queda preso en las fauces de ERC: Junqueras quiere reescribir todo el delito de sedición

El orfeón monclovita canta sin cesar que la sedición no va a pasarles factura, cuando la realidad es que Sánchez ha abierto una caja de Pandora que no puede traer nada bueno para los socialistas

En la campaña de las últimas elecciones generales, Pedro Sánchez prometió traer de vuelta a España al prófugo Carles Puigdemont para que respondiera ante la Justicia por el referéndum ilegal del 1 de octubre y todo lo que lo antecedió.
Para entonces ya toda España conocía la volubilidad del presidente. En ésas que Sánchez dio una entrevista a RNE y el locutor, escéptico, le preguntó cómo pensaba hacerlo si el expresident estaba atrincherado en Waterloo. Y el líder socialista, enojado, respondió con su ya mítico: «¿La Fiscalía de quién depende, de quién depende?, ¿del Gobierno? Pues ya está».
Este domingo hace justo tres años de aquel arranque de Sánchez en la radio pública, un lejano 6 de noviembre de 2019. Por supuesto el presidente no ha puesto a Puigdemont a disposición del Tribunal Supremo, como tampoco han rendido cuentas Toni Comín, Clara Ponsatí ni Marta Rovira, huidos a Bélgica, Escocia y Suiza, respectivamente.
Puigdemont flanqueado por Ponsatí y Comín

Puigdemont flanqueado por Ponsatí y ComínEfe

Es más. Ahora el Gobierno y ERC trabajan para que todos ellos puedan volver cuanto antes, y no precisamente a pisar la cárcel. Así que la pregunta pertinente hoy sería otra, parafraseando a Sánchez: ¿El Gobierno de quién depende, de quién depende? Pues ya está.

La enorme hipoteca con ERC

La decisión de Sánchez de seguir adelante con la reforma del delito de sedición ha vuelto a poner de manifiesto la enorme hipoteca del presidente del Gobierno con Esquerra. Tan grande como para anteponerla no solo al pacto con Alberto Núñez Feijóo por la renovación del CGPJ y del Tribunal Constitucional, sino también a los intereses electorales del PSOE en los comicios municipales y autonómicos de mayo.
Los republicanos celebran este domingo el vigésimo noveno congreso nacional del partido, en el que Oriol Junqueras volverá a ser elegido presidente por aclamación y sin ninguna contestación interna. La suya es, de hecho, la única candidatura que se ha presentado. La secretaria general de ERC seguirá siendo Marta Rovira, que reside en Ginebra desde su fuga. Pere Aragonès, por su parte, continuará como coordinador general y por tanto número tres.

Junqueras llega al congreso de ERC con la reforma del delito de sedición como trofeo bajo el brazo

Junqueras, que no da puntada sin hilo, quería llegar a este cónclave interno con un trofeo. Uno que acredite el poderío de ERC en el tablero político nacional, después de semanas en las que a Esquerra se le han visto las debilidades tras la ruptura del Govern con Junts per Catalunya. Y qué mejor trofeo que la reforma del delito por el que él mismo y otros ocho cabecillas independentistas fueron condenados por el Supremo a entre 13 y nueve años de cárcel –después indultados por el Gobierno–.
Probablemente, si Sánchez hubiera podido posponer la confección del traje a medida del Código Penal para favorecer a los independentistas prófugos y a los indultados lo habría hecho. Pero no puede, no es él quien maneja los tiempos. No se trata, pues, de una obstinación del jefe de filas de los socialistas, ni tampoco de convicciones, sino de pura supervivencia.
Solo con ERC y sus 13 escaños podrá acabar la legislatura y solo con ERC podrá seguir gobernando si a Feijóo no le salen los números en las elecciones generales de diciembre de 2023. Tan conscientes son los de Junqueras de tener la sartén por el mango que, durante los últimos días, no han dejado de presumir de que la ruptura de los puentes entre el PSOE y el PP no afecta lo más mínimo al «proceso de desjudicialización» que está encima de la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat.
El orfeón monclovita canta sin cesar que esto de la sedición no va a pasarles factura, que se trata solo de homologar la legislación española a la de países como Francia, Italia y Alemania. Cuando la realidad es que Sánchez ha abierto una caja de Pandora que no puede traer nada bueno para los socialistas.

No es solo abaratar el delito

El presidente del Gobierno sabe que Esquerra no se conformará con un abaratamiento del delito de sedición que rehabilitaría a los indultados para cargo público –Junqueras podría concurrir a las elecciones generales y Rovira, incluso a las municipales–. Los negociadores de ERC ya se lo han hecho saber.
Junqueras quiere también que los socialistas accedan a reformular el artículo 544 del Código Penal, de manera que para cometer sedición sea condición sine qua non el uso de la violencia. Tienen asumido que la sedición no desaparecerá del Código Penal, pero esto sería lo más parecido a una anulación encubierta.
Ello impediría que los fugados fueran condenados por sedición si un día llegaran a ser juzgados. Y, sobre todo, sería una garantía si un día el independentismo pasa del soniquete del «ho tornarem a fer» (lo volveremos a hacer) a los hechos. He ahí el gran objetivo de los republicanos, más allá de si el delito de sedición pasa de una pena de cárcel máxima de 15 años a cuatro, cinco o seis.
Actualmente, ese artículo define a los reos de sedición como los que «se alcen pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales». Además de la fuerza, el 544 del Código Penal menciona el incumplimiento de las leyes. Ésa es la parte que quiere borrar ERC.
De cuánto ceda Sánchez en esta negociación desigual con Junqueras estarán muy pendientes los candidatos que en solo seis meses tendrán que examinarse en las urnas. El nerviosismo se extiende en las filas socialistas. Las arenas movedizas de la sedición pueden tragarse a más de un candidato, por más que desde la Moncloa y Ferraz insistan en pedir calma.
No hay más que recordar lo que pasó en las elecciones andaluzas. La alianza de Sánchez -y por extensión, de los socialistas- con Bildu y ERC fue una de las principales bazas de Juanma Moreno en campaña. Mucho más que el desfalco de los ERE, que apenas mencionó (los populares argumentaban que había que pasar página). Y el presidente andaluz sacó una mayoría absoluta abrumadora.
Dos días después de aquellas elecciones, la portavoz de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, afirmó en una rueda de prensa: «Pedro Sánchez tiene dos opciones: o refuerza lo que tiene, que creo que es lo que debería hacer, o pacta con el PP, lo que supondría el fin del PSOE para siempre». Dicho y hecho.
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