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29 de abril de 2024

El acusado, en el primer día de juicio este martes

El acusado, en el primer día de juicio este martesEFE

El anuncio del parricida de Sueca a su hijo de 10 años con dos cuchillos en la mano: «Voy a por ti»

La fiscalía pide prisión permanente revisable para el autor de los hechos que asegura que, si su mujer no le hubiera abandonado, él no habría matado al pequeño

No había asomo de arrepentimiento, ni de amor. Sólo odio y victimismo. José Antonio pensaba que María Dolores le pertenecía, pero ella le dejó, así que decidió vengarse. ¿Cómo? Asesinando a Jordi, el hijo que compartían. «¿Si María Dolores hubiese regresado con usted habría matado a su hijo?», le han preguntado durante el juicio que ha comenzado hoy. «No», ha contestado él.
El asesino y su mujer se divorciaron en septiembre de 2021. Lo hicieron de mutuo acuerdo: se firmó la custodia compartida. Sin embargo, un mes antes, en agosto José Antonio fue condenado por maltratar a la madre: la había agarrado del cuello, la había levantado del suelo unos centímetros y la había estampado contra la pared. Un maltratador de libro. Esta condena debería haber provocado la suspensión inmediata del régimen de visitas. El juzgado de lo penal no se comunicó con el de familia y las visitas continuaron. Las disfunciones de la falta de presupuesto para justicia.
El 3 de abril de 2022, un domingo, María Dolores la madre de Jordi, decidió dejarle a su padre al menor durante un par de horas. Sólo para comer y que juntos celebrasen el cumpleaños del pequeño. Nunca nadie, ni ella ni ningún otro miembro de la familia, había percibido agresividad en el trato que daba al menor. Al revés, cuando Toni estaba con su hijo, dejaba de beber y parecía cariñoso. Por eso María Dolores permitió que se reuniesen.
Media hora después de que la madre se separara del pequeño recibió una llamada telefónica. Era su hijo. Le pedía desesperado, balbuceando entre sollozos, que fuese a recogerle. No quería estar con papá. La angustia se instaló en el pecho de María Dolores que tenía que recorrer los nueve kilómetros que separan Cullera, donde residía ella tras la separación, hasta Sueca, dónde estaban padre e hijo. Sentía tanta urgencia que se le hizo una eternidad los poco más de diez minutos que iba a tardar en desplazarse. Tomó la decisión de llamar a su ex suegra, que vivía al lado, mientras se montaba en el coche y salía disparada para allá.
-María, ve corriendo a casa de tu hijo –pidió desesperada la madre de Jordi
-¿Pero qué ha pasado? –preguntó ella.
-Jordi me ha llamado para que fuese corriendo a buscarle. No paraba de llorar y estaba muy asustado. Temo que le va a hacer algo malo –le contó atropelladamente.
-No, yo no voy. A ver si a la que hace daño es a mí. Quita, quita.
-Pero por favor, es tu nieto –ruega María Dolores–. Sólo tiene 11 años. Necesita ayuda. Y tú mejor que nadie conoces a tu hijo. Te lo ruego.
Al final María, la ex suegra, decidió acudir a casa de su hijo. Cuando llegó, escuchó a través de la puerta los sollozos del pequeño. Tocó el timbre, pero nadie abrió. Escuchó gritar al pequeño Jordi y voceó: «¡Toni, abre por favor! ¡Soy tu madre! ¡Quiero ver a mi sobrino!». Nadie respondió. Insistió varias veces sin resultado.
Toni no esperaba a su madre, esperaba probablemente a su ex mujer, María Dolores, que le había dejado y de la que se quería vengar porque a pesar de insistirle en volver, ella no quería. En ese momento a su hijo ya le había dado diez puñaladas con un cuchillo de cocina. Tremendamente dolorosas, pero no mortales. Toni permitió al pequeño Jordi que cogiese el teléfono y llamase a su madre. María Dolores descolgó la llamada mientras conducía: «Hijo, dime». Durante unos segundos no hubo respuesta. Toni le quitó el teléfono y sin colgar lo apoyo al lado del niño que ya estaba malherido. Entonces le clavó el cuchillo en el cuello. María Dolores escuchó a través del teléfono un grito desgarrador, un chillido que anunciaba la muerte.
«El probablemente pensaba que María Dolores iba a ir a casa», comentan fuentes cercanas a la investigación. «Y en su cabeza estaba la idea de asesinar al pequeño delante de ella y quizá matarla después, pero la que se presentó fue la madre. Entonces asesinó al pequeño y dejó que su madre lo escuchase todo. Yo creo que para condenarla a una pesadilla de dolor el resto de su vida. Sin duda es violencia vicaria. Lo que no sé es cómo vivirá en prisión, porque en la cárcel odian a los violadores y asesinos de niños».
Cuando María Dolores llegó a la casa, también aporreó la puerta desesperada, pero sin éxito. Poco después llegaron dos agentes de la Benemérita, que pidieron a la mujer y a su ex suegra que bajaran a la calle. Ellos se encargaban. Gritaron que era guardias civiles, que abriese la puerta. «Sólo la abro con orden judicial», respondió Toni. Después de unos minutos le convencieron para que la entreabriera, apenas fueron cinco centímetros, pero pudieron ver que tenía las gafas empapadas en sangre. Cargaron con el hombro y entraron en la casa. Jordi estaba muerto, con el cuchillo todavía incrustado en el cuello. La autopsia determinó que lo había cosido a puñaladas.
El parricida lo ha confesado hoy. Asegura que cuando María Dolores le dejó comenzó a beber y cayó en una depresión. «Hasta ese 3 de abril mi hijo y yo no habíamos tenido ningún choque. Nos llevábamos bien. Pero aquel día no quería estar conmigo. Discutimos porque me dijo que no era su padre».
José Antonio fue a la cocina a por dos cuchillos mientras Jordi pedía ayuda a su madre por teléfono: «Jordi, voy a por ti«, le anunció. »Lo cogí del cuello y le clavé un cuchillo varias veces. Él estaba quieto. No recuerdo cuántas puñaladas le di». Para aumentar el dolor de la madre, permitió al niño llamar por teléfono. Al principio no se oía, hasta que dijo «mamá». Entonces su padre le clavó el cuchillo en el cuello. María Dolores lo escuchó todo y ese día murió en vida. La prisión permanente revisable que piden para el autor no aliviará su dolor. Eso ya no es posible.
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