Alejo Vidal-Quadras, durante su entrevista en El Debate
Presidente de la Fundación Foro Libertad y Alternativa
Alejo Vidal-Quadras: «Sánchez no tiene ningún límite moral y puede hacer lo impensable para conservar el poder»
«El PP es un poco pardillo y debería tomarse más en serio la comunicación política»
«Jamás fui objeto ni de expediente ni de represalia en el PP. En cambio, el Vox actual es muy intransigente, no se tolera ni la más mínima discrepancia»
«Si el debate político está planteado en un ring de tugurio, el sanchismo está cómodo. Óscar Puente y Félix Bolaños son especialistas. Ese forcejeo en el barro les encanta»
Sólo un tuit. Esa fue la máxima empatía de Pedro Sánchez ante el atentado terrorista a Alejo Vidal-Quadras (Barcelona, 1945). Ninguna reacción de su Gobierno dos años después. Fue el día de la festividad de la Almudena cuando un sicario le descerrajó un tiro que esquivó por uno de los dos milagros que le salvó la vida, y le conservó el buen humor, la elocuencia y la ironía.
Después de 31 años de militancia en el PP, no dejó el partido cuando Aznar entregó su cabeza a Pujol tras el pacto de investidura del Majestic, que le llevó a la vicepresidencia del Parlamento Europeo durante tres lustros, sino por la indolencia de Rajoy durante su mayoría absoluta. Inconformista, también se dio de baja de Vox, partido del que fue fundador y que dejó hace una década por no iniciar una batalla interna.
Este catedrático de Física Atómica y Nuclear, a sus ochenta años, analiza la energía radiactiva de la política española en sus columnas de opinión, editadas por Ediciones B bajo el título 'España a la deriva', y en esta entrevista realizada en El Debate en la que advierte de la «crisis existencial» que atraviesa el país.
—Un giro de la cabeza le salvó de un tiro mortal, dos años después, ¿sigue escuchando la detonación?
—Después del atentado tuve el llamado shock postraumático, una mezcla de angustia, depresión y ansiedad, que es propia de una experiencia de esa naturaleza. Gracias a la asistencia médica de un especialista y un tratamiento con medicación que funcionó muy bien, al cabo de unos pocos meses, lo superé. Ahora que hace dos años, llevo una vida totalmente normal.
—¿Ha tenido contacto con el hombre que le tapó las heridas de bala en la cara y le salvó la vida?
—Es un pequeño empresario que se llama Pablo. Una persona excelente y un ciudadano ejemplar porque, cuando eres testigo de un crimen y el sicario armado está allí, lo normal es salir huyendo. Este caballero, porque esto es propio de un caballero, acudió inmediatamente y con la sudadera que llevaba me tapó los dos orificios por los que sangraba mucho. Fue una reacción heroica de ayudar al que lo necesita con cierto riesgo por su parte. Le tengo un agradecimiento profundo a quien ya es un amigo mío.
—Ocurrió el día de la festividad de la Almudena, ¿pudo ser un milagro lo que impidió que el sicario le diese el mal llamado tiro de gracia?
—Sucedieron varios milagros, porque a veces uno solo no basta. Según he sabido después por la Policía, el sicario, que es un asesino profesional, te dispara a la cabeza o al cuello porque es mortal. Él me iba a disparar al cuello y cuando se acercó, giré la cabeza y la incliné. Así la bala entró por la mandíbula y me atravesó la cara. Acto seguido me iba a rematar, porque ellos disparan tres o cuatro veces, como cuando ETA mataba, que disparaban a la víctima varias veces en el suelo. En ese momento, se le encasquilló la pistola, según testigos presenciales, y como había mucha gente en la calle porque era festivo por el día de la Almudena, al no poder rematarme, huyó en una scooter que tenía allí aparcada. Fueron por tanto dos milagros.
En mi atentado sucedieron varios milagros, porque a veces uno solo no basta
—¿En qué punto está la investigación en la Audiencia Nacional?
—Hasta el momento hay ocho encausados, siete en la cárcel, y uno huido. La mafia a la que el régimen iraní le encargó mi asesinato es la Mocro Maffia, que opera en Países Bajos, y son casi todos de origen marroquí, de ahí su nombre. El que me disparó tenía a sus espaldas un asesinato en Francia y después fue detenido en Holanda cuando iba a matar a un disidente iraní, un periodista que se llama Siamak Tadayon. El sicario y un cómplice intentaban entrar en su apartamento para matarle. Como la policía holandesa le había puesto protección y vigilancia, le pilló infraganti. Ahora está en la cárcel en Holanda, acusado de intento de asesinato, y vino a España reclamado por el juez Santiago Pedraz, pero se negó a contestar a ninguna pregunta salvo a su abogado.
—Usted pensó desde el minuto uno que le dispararon que el atentado podía estar relacionado con Irán
—En octubre de 2022, el régimen iraní publicó una lista de sus enemigos, una de individuos y otra de organizaciones. De la lista de personas estaba el primero. Había otros dos eurodiputados españoles, ambos en activo: Javier Zarzalejos y Hermann Tertsch, que también apoyan a la resistencia iraní contra el régimen de los ayatolas. Y de las organizaciones, las dos primeras de la lista, de una soy el presidente y de la otra fui el presidente de honor cuando estaba en el Parlamento Europeo. Tenía todos los números. Cuando salió esa lista, me puse en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores y no hubo ningún tipo de reacción. Probablemente pensaron que no tenía importancia. En cambio, en Holanda, cuando se produjo ese intento de asesinato a un periodista iraní, el Ministerio de Exteriores holandés llamó inmediatamente al embajador iraní y presentó una protesta formal. Esto tiene su relevancia, porque si hay una reacción del Gobierno, de cara al futuro es un freno si se intenta repetir el atentado. Es una manera de proteger a la posible víctima. Creo que aquí se podía haber hecho algo así.
Vidal-Quadras, durante la entrevista
—¿Se ha puesto Pedro Sánchez en contacto con usted o tan sólo escribió un tuit cuando se debatía entre la vida y la muerte en el Hospital Gregorio Marañón?
—Hubo un tuit del presidente de Gobierno. No he tenido más noticia ni de él ni de ningún miembro del Gobierno, excepto uno, que me escribió una nota manuscrita, pero se trata de alguien con quien tengo amistad desde hace tiempo.
—Fue en el Parlamento Europeo cuando entró en contacto con la resistencia iraní, ¿por qué financió su candidatura por Vox a las elecciones europeas de 2014?
—La campaña del año 2014 al Parlamento Europeo, en la que era el número uno de la lista de VOX en las primeras elecciones a las que se presentaba, fue financiada por centenares de iraníes en el exilio, que no necesariamente formaban parte del Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI). Por entonces, era una figura ya muy conocida para la diáspora iraní. Era un referente, porque ellos tienen un canal de televisión propio por satélite, y aparecía continuamente en sus emisiones e iba a todos sus actos. También estuve muy activo en los procesos judiciales para que no estuvieran incluidos en la lista de organizaciones terroristas o en el traslado a Albania de casi 3000 iranís, que estaban siendo masacrados en Irak. Así que cuando me presenté como candidato, pregunté si podían echarme una mano. Recibí donativos de centenares de particulares, siempre cumpliendo la Ley de Financiación de partidos políticos española. Desde un taxista de París, un señor que tenía una tienda de óptica en Berlín, un fabricante de muebles de Wyoming, porque la diáspora iraní está por todo el mundo. Hay millones de iraníes que han huido del régimen de los ayatolas.
—José María Aznar acusa a Vox de querer acabar con el PP y los ha calificado como «extrema derecha»
—Las etiquetas en política son equívocas y empobrecedoras desde un punto de vista intelectual. Es un reduccionismo que siempre me ha inspirado reservas. Vox es un partido que ha evolucionado. Cuando participé en su fundación, se planteó como un partido que defendiera sin vacilaciones y sin complejos los principios del conservadurismo liberal. La etapa de Rajoy y Soraya se había caracterizado por la indolencia del Gobierno frente al separatismo catalán y al zapaterismo, cuya metástasis, y aquí copió a Rosa Díez, ha sido Pedro Sánchez. Durante los cuatro años de mayoría absoluta de Rajoy, no hizo nada respecto a la memoria histórica, la resurrección del guerracivilismo o la invasión de la ideología woke, que es absolutamente deletérea para las sociedades. Y ese fue el motivo por el que me fui del PP.
En esa evolución, Vox ha pasado en el Parlamento Europeo al grupo Patriots, dónde están Marine Le Pen y Viktor Orbán, cuando inicialmente estaba con los conservadores y reformistas. Entonces, ¿qué es Vox? Es un partido netamente conservador en el que se ha desvanecido su ingrediente liberal y aspira a desplazar a la derecha tradicional, una pugna que está en toda Europa. ¿Vox quiere destruir al PP? Es un lenguaje excesivamente dramático. A lo que aspira es a quedarse con su electorado.
«¿Vox quiere destruir al PP? Es un lenguaje excesivamente dramático. A lo que aspira es a quedarse con su electorado»
—Al menos con Aznar discrepaba, pero le dejaba ser, ¿qué paso en el interior del partido que fundó y del que fue presidente para que le quisieran apartar?
—Nunca fui dócil en el PP. En Cataluña hice mi propia política y no siempre de acuerdo con la dirección nacional. Sin embargo, jamás fui objeto ni de expediente ni de represalia. Aznar conmigo siempre tuvo mucha paciencia, a pesar de que era bastante incordio. Me mantuvo siempre en el Comité Ejecutivo Nacional, después me envió al Parlamento Europeo, dónde promovió que fuera vicepresidente. Es decir, nunca fui objeto de medidas disciplinarias y eso es un dato favorable del PP. En cambio, el Vox actual es muy intransigente, no se tolera ni la más mínima discrepancia. Personas que fueron decisivas, han sido purgadas, como Iván Espinosa de los Monteros, Víctor Sánchez del Real, Rubén Manso, Sonia Lalanda, el general Antonio Budiño, o el general Agustín Rosety. Parece que hasta Javier Ortega Smith ha caído en desgracia.
—¿Santiago Abascal es el balón de oxígeno de Pedro Sánchez?
—Se ha hablado de una posible pinza Vox-Sánchez contra el PP. Sinceramente no creo que haya una colaboración explícita y deliberada, lo que sí es verdad es que tanto Vox como Sánchez tienen como adversario electoral al Partido Popular. Sánchez utiliza a Vox como principal argumento para evitar el voto al PP. Ha fabricado un demonio que es Vox, y lo ha exagerado, deformado, y caricaturizado. El planteamiento de Sánchez es: «¡Qué viene la ultraderecha! Si votáis al PP, vais a traer la ultraderecha al Gobierno». Lo que hace Sánchez es utilizar a Vox como espantajo para seguir en el poder y evitar que el PP gane las elecciones.
—¿Por qué cree que muchos jóvenes se decantan por Vox?
—Se ha producido un hartazgo en amplias capas de la sociedad por la ideología woke, el dogmatismo climático y la inmigración irregular masiva. La gente está harta de que un tipo con pelo en el pecho compita en natación con chicas, o de que niñas sean bloqueadas hormonalmente destrozándoles la vida… La preferencia colectiva se ha desplazado hacia partidos conservadores y ha provocado que el centro de gravedad del voto vaya hacia la derecha, y con más intensidad en el sector más joven de la sociedad, que sufre más presión. Por eso Vox es el partido más votado entre la población de 18 a 30 años. La juventud no quiere consensos, ni centrismos ambiguos, sino acciones decididas y certezas.
El expolítico acaba de publicar el libro 'España a la deriva'
—En su reciente reunión con Alberto Núñez Feijóo, ¿le llegó a decir «son las ideas Feijóo, son las ideas»?
—Se lo digo continuamente, le insisto en que tiene que dar la batalla de las ideas y tiene que ponerse en modo combate ideológico intenso, porque cuando haya elecciones, si se produjera otra vez lo del año 2023, sería el final de España. España tiene hoy una crisis existencial. Hay partidos que están en la coalición parlamentaria que sostiene al Gobierno, y de los que el Gobierno depende, que quieren acabar con España como nación. Y lo están consiguiendo gradualmente. Por ejemplo, que se hable catalán y vasco en el Congreso, que es una cámara nacional, cuando se puede hablar catalán en el Parlamento de Cataluña o de Baleares; la Ley de Amnistía, todas las transferencias de competencias… Sánchez está entregando España a pedazos a cambio de seguir en el poder. Esto es algo que no se había producido nunca. Por ello, Feijóo se ha de situar en una configuración mental que sea concordante con esa gravedad. No es que diga: «Ahora me toca a mí, voy a gestionar mejor». No, no es eso. La nación está en peligro, aunque suene excesivamente dramático, y hay que hacer lo necesario para preservarla, porque quien está gobernando, la está destruyendo. No está gestionando mal, que también. No es que sea corrupto, que también. Es que está intentando destruir a España como nación.
—Viendo la actuación del presidente en el Senado, ¿tenemos a Sánchez hasta 2030?
—Si el debate político es un debate en el fango -Koldo, Ábalos, su esposa, el fiscal general-, Sánchez está encantado y se maneja bien porque habla de Gürtel, de las cajas de puros de Rajoy y del hermano y novio de Isabel Díaz Ayuso. Si el debate está planteado en un ring de tugurio, el sanchismo está cómodo. Óscar Puente y Félix Bolaños son especialistas. Ese forcejeo en el barro les encanta. Además, tienen una base social que es bastante impermeable a sus corruptelas y cuando preparan una comparecencia como la de Sánchez en el Senado, tienen todo diseñado, hasta los titulares: comisión de difamación, el circo y las gafas. Son astutos, y el PP es un poco pardillo en ese aspecto. Debería tomarse más en serio la comunicación política.
—Están a años luz…
—El Partido Popular tiene que saber quién es el enemigo y creo que todavía no se ha dado cuenta. Sánchez es un ser diabólico, es pura maldad. El que lo caló bien fue Arturo Pérez-Reverte, que dijo eso exactamente. Sánchez no tiene ningún límite moral y puede hacer lo impensable para conservar el poder. Cuando tienes delante un adversario que se ha erigido en tu enemigo, porque Sánchez no ve al PP como un adversario electoral, sino como un enemigo a aniquilar, has de ser consciente de ello. Esto que dice Aznar de que Vox quiere destruir al PP, no es así. Vox aspira a comerse su queso. El que quiere destruir al PP y de paso a España es Sánchez.
—¿Cree que Feijóo está preparado para ese combate contra Sánchez?
—Feijóo es una persona que conozco ahora más y tiene buen fondo. Conmigo después del atentado se ha portado de una manera que le agradezco mucho. No es consciente todavía de lo que tiene delante. Creo que es un hombre tranquilo, pausado, que viene de la Comunidad de la placidez. Y ahora tiene delante a Lucifer. Tiene que pasar por un período de adaptación, porque si vienes de cuatro mayorías absolutas en Galicia y de repente te encuentras metido en una batalla sin cuartel con un sujeto que huele a azufre, has de cambiar de enfoque.
«Feijóo no es consciente todavía de lo que tiene delante. Creo que es un hombre tranquilo, pausado, que viene de la Comunidad de la placidez. Y tiene delante a Lucifer»
—¿Sería Isabel Díaz Ayuso quien sí se sabría enfrentar a Sánchez?
—Isabel Díaz Ayuso tiene cualidades. Es una mujer que ha demostrado coraje. Sin duda es una persona decidida y sostiene unas cuantas ideas claras y principios sólidos, cosa que siempre ayuda en política. Dicho esto, creo que en este momento lo que hay que procurar es que la dirección del PP, empezando por su presidente, sea consciente de la gravedad de la situación y entienda que la moderación, el centrismo y la tibieza están condenadas al fracaso, porque estamos en otros tiempos. El otro día leía una entrevista a Elías Bendodo y el periodista preguntaba: «¿Ustedes tienen los dos pies en el centro?». Y Bendodo contestaba: «No, un solo pie, porque con el otro podemos ir a la derecha y podemos ir a la izquierda». No, no es eso. Eso a lo mejor funcionaba hace 20 años, pero hoy no. La gente no quiere consensos, ni quiere mandangas, quiere compromisos firmes en inmigración ilegal masiva, en la escasez de vivienda, en educación, que ahora solo forma analfabetos, en ideología woke, que destruye a las personas y a las sociedades, en la religión climática, que se está cargando a nuestra industria y nuestro campo. Incluso Bill Gates está renegando de la doctrina ortodoxa del calentamiento global.
Si el PP no se pone en este modo, puede pasar que saque menos escaños que la mayoría Frankestein y que Vox suba mucho. Y se va a encontrar en la legislatura siguiente con una izquierda que, como hace siempre, porque no admite perder, le va a incendiar la calle. Y en el Congreso, Vox le va a tener sometido a una presión muy fuerte e incómoda. Por eso digo que en Génova 13 tienen que hacer una reflexión estratégica seria.
—El 86% del electorado de Junts ha votado a favor de la ruptura con el Gobierno de Sánchez, pero en cambio no exigen ni una cuestión de confianza ni apoyan una moción de censura, ¿es al final un paripé?
—Es y no es un paripé. Junts tiene un problema muy serio con Aliança Catalana, un partido claramente filo fascista, que tiene una líder carismática. Hay encuestas recientes que dicen que, en unas elecciones al Parlamento de Cataluña, Silvia Orriols estaría a dos escaños de Junts. Ese es el problema de Puigdemont, que se debate en un dilema tremendo. Si cae Sánchez, su capacidad de influir sobre el Gobierno desaparece. Si mantiene su alianza con Sánchez, Orriols se lo come por los pies. En esta tesitura, ha roto con Sánchez, pero todavía no sabemos hasta dónde va a llegar esa ruptura. Si cualquier iniciativa del Gobierno, sea de tipo presupuestario, fiscal, social, laboral o temas relacionados con las instituciones, Junts la tumba, el Gobierno no podrá seguir.
—Sigue sin presupuestos…
—Ahora vienen algunas leyes que para el Gobierno son esenciales. Por ejemplo, la ley que asigna el procedimiento penal a los fiscales y les quita la instrucción a los jueces. Si la instrucción la lleva la Fiscalía, el Gobierno la controla. Si Junts se opone y también a cualquier otro tema, no hay Gobierno que pueda continuar en estas condiciones. Es imposible.
—Pero si los socios de coalición no tienen ningún escrúpulo ético con la corrupción y miran para otro lado, ¿por qué no van a seguir igual hasta que termine la legislatura?
—Sería una anomalía democrática impensable. Un Gobierno que no tiene la mayoría en la Cámara y que no puede aprobar ninguna iniciativa sea del tipo que sea, no puede aguantar mucho tiempo.