La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz
Caída en desgracia
El farol de Yolanda Díaz malogra sus opciones de repetir como candidata
La imagen de la vicepresidenta segunda ha salido enormemente tocada, y su autoridad dentro del espacio de Sumar aún más de lo que ya lo estaba. Este curso cuenta sus batallas por derrotas
El papel de Yolanda Díaz en la enésima crisis con su socio de Gobierno ha dejado prácticamente a cero las ya de por sí pocas posibilidades que la vicepresidenta segunda tenía para repetir como candidata; sean cuando sean las elecciones y se llame como se llame la futura marca. La también ministra de Trabajo pretendía poner una soga al cuello de Pedro Sánchez y ha acabado enredándose con ella y casi ahogándose, entre críticas internas del maremágnum de partidos que componen Sumar.
Primero Mónica García y al día siguiente Antonio Maíllo, los líderes de Más Madrid e Izquierda Unida revelaron esta semana que Díaz no consensuó su supuesto ultimátum a Sánchez con las formaciones que integran Sumar. Es más, ni les informó de antemano siquiera, sino que se lo encontraron hecho la semana pasada, cuando la vicepresidenta segunda instó al presidente a remodelar su Gobierno en profundidad y a comparecer con urgencia en el Congreso en una entrevista en La Sexta. Ni lo uno ni lo otro, contestó Sánchez. Ante un desaire así, Díaz debería haber tenido algún tipo de reacción. Pero no hizo nada, más allá de suspender las entrevistas que tenía previstas para esta semana, evitando así las preguntas de la prensa.
El coordinador federal de IU, Antonio Maíllo
Una semana después, representantes del PSOE y de Sumar se reúnen este viernes para devolver las aguas a su cauce; pero solo cargos orgánicos, sin ministros esta vez. Es una historia ya conocida, por repetitiva: Sumar se enfada por ese o cualquier tema -el gasto en defensa, el embargo de armas a Israel, la corrupción- y pide una reunión. El PSOE se la otorga, puesto que las reuniones de seguimiento de la coalición figuran en el pacto de la coalición. En ese encuentro, los socialistas hacen alguna concesión a Díaz para que esta pueda presumir ante los suyos de que les ha doblado el brazo. Y hasta la siguiente crisis.
Otra cosa es que después el PSOE cumpla lo prometido. En julio, los socialistas se comprometieron con su socia minoritaria modificar el Código Penal para aumentar las penas por corrupción y tipificar nuevos delitos contra la Administración, así como impedir que las empresas implicadas en tramas de corrupción puedan recibir contratos públicos. No han hecho nada. En realidad, lo último ya existía con anterioridad: el artículo 71 de la Ley de Contratos del Sector Público prevé la prohibición de contratar con personas jurídicas condenadas por ciertos delitos.
Un espacio cada vez peor avenido
Sin embargo, esta vez ha sido distinto. Esta vez la imagen de Yolanda Díaz ha salido enormemente tocada, y su auctoritas dentro del espacio de Sumar aún más, con los distintos partidos que lo integran yendo por libre: Compromís pidiendo la cabeza de las ministras de Hacienda y Vivienda -al menos-; Chunta Aragonesista amagando con retirar su apoyo al Gobierno para tener las manos libres en la campaña electoral aragonesa; IU que no quiere ni oír hablar de dejar el Gobierno en este punto…
En realidad, Díaz cuenta sus batallas por derrotas este curso. Aun después de haber renunciado a sus cargos orgánicos en Movimiento Sumar para centrarse en su labor institucional. No ha sido capaz de sacar adelante la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales, que era su gran proyecto de la legislatura: Junts lo tumbó en el primer asalto parlamentario, allá por septiembre, y el PSOE no quiere recuperar la iniciativa porque sabe que con los de Carles Puigdemont no hay nada que hacer. Tras la condena al fiscal general del Estado, la vicepresidenta segunda llamó a la sociedad a salir a las calles para «defender la democracia», y lo hizo desde la sala de prensa de la Moncloa. Pinchó estrepitosamente.
En contra de Díaz juega también el hecho de que la única posibilidad de que la ultraizquierda vuelva a pactar una candidatura de unidad para las generales sería sin ella. Para Podemos ésa es una línea roja, porque es un asunto personal. Por más vueltas que le den al molino Izquierda Unida, Más Madrid, Compromís, los Comunes, CHA y demás confluencias. IU lleva meses advirtiendo de que, cuando llegue el momento, habrá que debatir quién será la cabeza de cartel. En 2023 ello no admitió discusión posible, porque Yolanda Díaz era la gran esperanza magenta.
Tan evidente es el desgaste de la vicepresidenta segunda que, en este ciclo electoral autonómico que Extremadura inaugura el domingo, su participación va a ser prácticamente nula y la influencia de Movimiento Sumar, menor aún. Díaz no ha pasado por tierras extremeñas en esta campaña, puesto que en realidad la candidatura la forman Podemos, IU y Alianza Verde; aunque Movimiento Sumar apoya la marca desde fuera.
En Castilla y León y Andalucía, los magentas también han sido excluidos de la papeleta. En la primera el candidato será Juan Antonio Delgado, de Podemos, y en la segunda el líder de IU, Antonio Maíllo. Así que, en Aragón, los de Díaz buscan un cerrar un acuerdo con Chunta Aragonesista para no quedar también descolgados. Menos da una piedra.