Muchos alcaldes de Junts y el PSC querrían ser García Albiol
A la izquierda no le importa la gente que tiene que dormir debajo de un puente: sólo les interesa destruir al alcalde de Badalona
El alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, hace unos días
El alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, está en el foco de una campaña organizada por los de siempre –el poder político de izquierdas y nacionalista– y apoyada por los que nunca fallan: sindicatos, medios patrocinados y organizaciones sociales con alma de sindicato vertical. El motivo ha sido el desalojo por orden judicial de un equipamiento público, el antiguo instituto B9, que llevaba más de dos años okupado.
A Albiol le acusan de ultraderechista –no es novedad–, de deshumanizar a los okupas y de no tener corazón, al llevar a cabo el desalojo a las puertas de Navidad. La campaña –la enésima de la opinión publicada y el poder político contra la ley y el bien común– acabará como siempre, reforzando al alcalde de Badalona.
No obstante, al estar orquestada y dirigida desde los púlpitos del eterno poder catalán, nos permite reflexionar sobre la perversión de la verdad, la manipulación y sobre cómo la reacción ante lo sucedido en Badalona es una muestra más de la decadencia del poder establecido en Cataluña y como dicha decadencia arrastra a gran parte de la sociedad catalana.
Ante la okupación de un equipamiento público, en lugar de apoyar la recuperación de lo que un día fue un instituto de educación secundaria, la clase dirigente ha permitido –primero– que fuera ilegalmente okupado, y se degradara durante años, y luego ha criticado que, finalmente, la justicia actuara ordenando el desalojo. La perversión de la actitud de los poderosos autoproclamados progresistas es alucinante: quien tiene la obligación de proteger las propiedades porque está en el gobierno se revuelve contra su propio deber.
Ante los problemas de salud pública y seguridad ciudadana que los vecinos residentes en los alrededores del B9 han sufrido durante años, la clase dirigente opta por apoyar a unos centenares de delincuentes frente a miles de personas honestas que pagan impuestos para que esa clase dirigente les evite situaciones como la que les ha tocado vivir durante años.
Unos 50 desalojados del antiguo instituto B9 de Badalona pasaron la Nochebuena bajo el puente de la C-31
Antes del desalojo, jamás los progres e indepes mandatarios de la Generalitat o el Gobierno de España habían mostrado interés alguno por la desdichada suerte de unos cientos de personas apiñadas en el antiguo instituto de Badalona, a pesar de que allí hubo un brote de tuberculosis e incluso un asesinato. Muchísimo menos, desde la comodidad de la moqueta palaciega y de su presunta superioridad moral, tuvieron interés alguno en saber qué consecuencias tenía lo que ocurría allí para los vecinos.
Ante una orden judicial, la clase dirigente se apunta a la idea de que era mejor mirar hacia otro lado y que los vecinos siguieran sufriendo en silencio… Lo contrario es una traición a ojos de los poderosos: ¡sería complicidad con Albiol! Sin duda, más de uno de los apoltronados pensaría para sí: «Esta gente vota a Albiol, ¡pues que se j***!».
Una lamentable odisea
Los okupas llegaron a Badalona, sin duda, tras una lamentable odisea, que nadie merece pasar. Es posible que en las costas de Marruecos algún mafioso les mostrara en un móvil –posiblemente robado en España, quizás al hijo de alguien que vive cerca de este instituto de Badalona– un vídeo de Ada Colau, Irene Montero, Gabriel Rufián o cualquier otro mandatario catalán explicando que hay que abrir fronteras y aquí son bienvenidos.
Los okupas no lo sabían, pero entonces fue la primera vez que fueron utilizados por esa élite para mantenerse ellos en el poder y crear su discurso de falsa superioridad moral. Al llegar a España, algunos –lo más afortunados– tenían aquí familia o amigos y pudieron empezar una nueva vida, aunque fuera sin papeles. Otros solo llegaron a la península para seguir viaje a otros lugares más al norte de Europa.
Los menos afortunados acabaron en el instituto B9, olvidados por todos hasta que el ayuntamiento de Albiol, tal como es su obligación y responsabilidad, solicitó a quién debía –al juzgado– que fueran desalojados. Los mismos que les utilizaron y les empujaron al mar ahora les manipulan de nuevo y les anclan bajo el puente de una autopista para poner a Albiol en una situación comprometida.
Sin duda hay que tener humanidad, la que no tuvieron los que hicieron creer a tantos que aquí encontrarían un paraíso, y la que les faltó a los que les olvidaron durante meses en un edificio en ruinas. Hay que tener la humanidad de la que carecen ahora al utilizarlos contra el alcalde de Badalona sólo porque este desafía su poder y su descarada forma de manipular y mentir.
Los vecinos de Badalona, aliviados por el desalojo, se sienten señalados y no se atreven a hablar, pero posiblemente Albiol sea hoy más popular que hace unos días: por primera vez en décadas alguien se ocupa de ellos. Mientras, Sílvia Orriols se friega las manos. No tiene que hacer gran cosa: el huevo de serpiente del supremacismo independentista, combinado con el colapso de las políticas de sus socios de izquierdas, le facilitará un triunfo en casi todos lados, excepto en Badalona.
Muchos alcaldes de Junts, e incluso del PSC, no se atreven a decirlo en público por temor a no ser reprendidos por sus jefes y apartados de las listas electorales de 2027… pero en realidad, si pudieran, querrían ser García Albiol.