Imagen de archivo de Gabriel Rufián interviniendo en el Congreso de los Diputados
La fortaleza del PP valenciano y los errores de una izquierda cainita rompen la artimaña de Sánchez y Rufián para reeditar un Frente Popular
El hecho de que los partidos y gobiernos de izquierdas den por doquier lecciones no debería sorprender a casi nadie. Sus integrantes suelen presumir, histórica y recientemente no se sabe muy bien por qué, una impostada superioridad moral en base a la cual toda acción merece su condena o, cuanto menos, su aprobación previa. España, más alá del contexto que vive en la actualidad, también cuenta con una historia, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, en la que abundan ejemplos de uniones de izquierdas que derivaron en caos, cuando no en conflictos infinitamente peores.
A día de hoy, tres son los grandes actores que ansían como si no hubiera un mañana en reeditar lo que en 1936 fue el Frente Popular. Sus nombres son de sobra conocidos: uno es Pedro Sánchez, otra es Yolanda Díaz y el tercero, augurando un nuevo triunfo para su papel de querer ser el perejil de todas las salsas, querer estar en todos lados al mismo tiempo y estrellarse en todos ellos, cómo no, está Gabriel Rufián. No pierde oportunidad el independentista. Le gusta más una cámara que el propio procés. Al fin y al cabo, en Madrid no se vive tan mal.
En este sentido, socialistas, comunistas y secesionistas todas a una buscan si se pudiera conseguir que «las izquierdas», como ellos les llaman, pudieran ir unidas en unas eventuales elecciones generales anticipadas por parte del jefe del Ejecutivo. Este ha reiterado por activa, pasiva y perifrástica que pretende aguantar hasta 2027 a pesar de la pesada losa de supuesta corrupción que cada vez le achica ese cuerpo y esa retórica que tanto cuidaba y que parece venirse a menos desde que estallaron los casos Begoña, David, Koldo o fiscal general, entre otros.
La ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant
Sin embargo, fiarse de lo que va diciendo el inquilino del Palacio de La Moncloa resulta que tiene la misma efectividad que estar del todo convencido del españolismo de Rufián o de Carles Puigdemont. Pero el problema para Sánchez es la propia izquierda, que viene predicando y poniendo en práctica un cainismo que buen podría definirse como considerable o, incluso, bestial y tremendo.
Pirueta electoral de Yolanda Díaz
La estrategia juntar a todos los partidos que están a la izquierda del PSOE. Curiosa afirmación. Como si el sanchismo en sí mismo no estuviera ya lo suficientemente a la izquierda. Pero la Comunidad Valenciana y las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023 son un espejo más que reluciente. Por esas fechas, Yolanda Díaz estaba en su particular cresta de la ola demoscópica, un panorama bien distinto al hundimiento sin límites que le van pronosticando las encuestas en estos días y con mar de fondo previo.
Volviendo a los comicios, fue la propia Díaz la que, intentando dejar de lado la imagen que de, como dicen algunos, ser de izquierdas pero con el bolsillo en la derecha, trató de cuadrar el círculo. Fue magnífico: de cara a la alcaldía de Valencia, apoyó la candidatura del entonces alcalde, Joan Ribó, que era de Compromís. No obstante, a nivel autonómico, y en las misma plaza, le pegó una patada sin precedentes a sus quién sabe si socios y pasó a respaldar al 'podemita' Héctor Illueca como candidato a la presidencia de la Generalitat Valenciana.
El escrutinio fue más que evidente: victoria rotunda del centro-derecha y, muy particularmente, del Partido Popular, que arrasó en la región, en las tres capitales de provincias y en la mayoría de grandes ciudades en Castellón, Valencia y Alicante. Ese resultado también dejó varias secuelas que igual la izquierda podría derivar en lecciones.
En esta línea, PSOE, Sumar, Compromís, Esquerra Republicana y tantos otros partidos que se confiesas independentistas y firmes defensores de la ideológica conformación de los ‘países catalanes’, tienen enfrente a más de la mitad de la sociedad valenciana, que bajo ningún concepto desea ni podrá permitir una anexión de la Comunidad a Cataluña. Esa mayoría la conforman los votantes de PP y Vox, así como no pocos del PSPV-PSOE y de los abstencionistas.
En lo regional, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, tal como informó esta misma semana El Debate, tiene como una de sus prioridades para el inicio del próximo curso político a partir de septiembre la aprobación de la nueva Ley de Señas de Identidad. Similarmente, el último Pleno del Ayuntamiento de Valencia sacó adelante el cambio definitivo de su topónimo para ser en castellano (Valencia) y en el idioma autonómico (Valéncia).
Pero no solo eso, sino que Mazón, pese a todo lo concerniente a la dana y a las zancadillas permanentes del Ejecutivo en la reconstrucción tras la dana, cuenta con unos nuevos Presupuestos de la Generalitat y la correspondiente estabilidad parlamentaria, un aspecto que a Sánchez le parece tan irreal como un unicornio rosa. En lo local, tres cuartos de lo mismo, con una María José Catalá que avanza. eso sí, nen un caso y en otro, la izquierda a lo suyo, con sus habituales palabrería, soflamas y eslóganes.