Un soldado de las Fuerzas Armadas de Ucrania apunta un obús D-30 de 122 mm hacia un objetivo antes de disparar en la región de Donetsk

Un soldado ucraniano apunta un obús D-30 de 122 mm hacia un objetivo antes de disparar en la región de DonetskCONTACTO vía Europa Press

Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria

Petersberg en Ucrania (II)

La UE tiene ante sí dos tareas: organizar rápidamente una fuerza de interposición en Ucrania, bajo los auspicios de Petersberg pero mucho más potente; y organizar sus estructuras de defensa para poder contender de manera autónoma con los riesgos que la amenazan

Decíamos en una anterior entrega de este trabajo (El Debate, 22 noviembre 2015) que la atención de Europa, a causa de la invasión de Ucrania y lo que ello implica respecto a la seguridad del continente, por fin se ha focalizado –tras más de 30 años de no poco descuido– en la defensa.

Pero, tanto por la falta de costumbre como por cuestiones estructurales que más tarde veremos, ese foco se ha puesto casi exclusivamente en los gastos en material de defensa, la industria, o la cooperación industrial, todos ellos muy importantes, sin duda, pero incapaces de dar resultados inmediatos, y se ha dedicado en cambio muy poca atención a otros aspectos cruciales y más urgentes que son imprescindibles para poder utilizar esos equipos y armas que la industria europea sabrá producir... a su debido tiempo. Esos aspectos cruciales son las estructuras que permiten organizar y mandar las fuerzas que Europa posee, que incluso hoy no son escasas para la tarea, por más que su material necesite ser actualizado y homogeneizado. Como resultado, y ante la, más que posible, probable necesidad de desplegar una fuerza de gran entidad para mantenimiento de la paz en caso de un alto el fuego concertado en Ucrania ha ganado predicamento la opción de llevarlo a cabo por medio de una coalition of the willing (COTW) en lugar de la propia UE.

Desmontar las razones aducidas para tal preferencia desde los puntos de vista legales y estructurales fue el principal objeto de la anterior entrega, que espero haya resultado persuasiva. Aunque quizá quepa añadir una referencia histórica a los problemas de una coalición improvisada: en la COTW organizada por los EEUU para acabar con las (finalmente inexistentes) armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, a la que no concurrieron más aliados que el Reino Unido (y contingentes menores de Dinamarca, Italia, Polonia y España), se desarrollaron importantes divergencias sobre la conducción estratégica entre los mandos británicos y americanos, debido sobre todo a la falta de unidad de mando . Y es que una COTW no es sino una adición informal de fuerzas de diferentes naciones, en nada comparable en cuanto a coordinación con una estructura existente, como la OTAN (sobre todo) o la UE.

Pero, a pesar de las ventajas relativas de la organización europea sobre otras posibilidades, resulta que la Unión Europea tiene unos graves defectos que es imprescindible remediar antes de emprender ninguna operación de entidad.

El optimismo geopolítico de finales de siglo, causado por el colapso del comunismo soviético, impidió reconocer que el mundo seguía (y seguirá) siendo hobbesiano, que significa en lo que respecta a Europa que la amenaza desde el Este todavía existía y existe, aunque no tenga la impronta ideológica de la guerra fría. La Historia es implacable: bajo la autocracia de los zares, la autocracia comunista, y la autocracia de Putin, Rusia ha invadido a sus vecinos sin provocación alguna, a menudo mientras eran incluso aliados, nada menos que 19 veces desde la Guerra de Crimea de 1853, que comenzó de esa misma manera en Moldavia y Valaquia , con éxito variado, casi siempre escaso o nulo a largo plazo, pero siempre con muerte y destrucción.

El presidente ruso, Vladimir Putin

El presidente ruso, Vladimir PutinAFP

Europa no fue capaz de reconocer, a la vista de semejante peligro, que incluso después de la desaparición del Pacto de Varsovia, tenía que organizar su defensa por sí misma, pues la confianza en la OTAN (e implícitamente en los EEUU, el aliado principal) podría demostrarse excesiva porque otras prioridades tomasen protagonismo (p.ej., el famoso pivot to Asia del presidente Obama, 2011, luego rebautizado «estrategia indo-pacífica», y por supuesto los impredecibles desvaríos estratégicos del actual presidente). Esta ceguera produjo varios efectos, todos negativos: se decidió poner en estado «durmiente» a la excelente Unión Europea Occidental, que entre otras ventajas tenía la de que –después lo hemos sabido– no hubiera sido afectada por el posterior y catastrófico Brexit, y posteriormente disolverla (2011); y se reestructuraron las líneas de dependencia militares (Comité Militar y Estado Mayor Internacional, EUMC y EUMS respectivamente) complicándolas hasta hacerlas inmanejables.

En esto último, además de la incuria europea antes aludida, han tenido mucho que ver los equilibrios forzados por considerar a la UE a un tiempo una organización supranacional e intergubernamental, lo que impacta sobre todo en las cuestiones de defensa, pues lo intergubernamental, encarnado en el Consejo, tiene las responsabilidades últimas en el uso de la fuerza para defensa, pero los órganos para llevar a cabo esas decisiones y quienes tienen que actuar como asesores del Consejo están insertos en la Comisión, órgano claramente supranacional (sólo superado en esto por la Justicia). La reciente creación del Comisariado de Defensa no ha resuelto el problema, pues sus competencias, precisamente por ser parte de la Comisión, son del ámbito industrial, no del militar. Indudablemente con ello se han unificado responsabilidades dispersas en otros comisariados, pero el problema fundamental sigue en pie.

La estructura

Las modestísimas estructuras de defensa de la UE se componen hoy, además de los mencionados EUMC y EUMS, del órgano llamado «Capacidad de Planeamiento y Conducción Militar» (Military Planning and Conduct Capability, MPCC) incluido dentro del EUMS y bajo la autoridad del Director del EUMS, una extraña anomalía en términos militares, pues una parte de un Estado Mayor con su Director al frente resulta tener responsabilidades de mando (aunque sólo para misiones de adiestramiento y asesoramiento, no de combate). Von Hindemburg se revolvería en su tumba al ver que los Ludendorff de hoy no sólo actúan como jefes de estado mayor, sino que también mandan.

Cualquier reforma que se haga en la estructura de defensa de la UE debería empezar por establecer unas líneas de dependencia más simples y directas, e independientes de otros asuntos, ya que la defensa requiere atención exclusiva

Pero no terminan ahí las divergencias con la doctrina militar clásica, que como poco ha demostrado funcionar bien no sólo en las naciones, sino en la muy internacional OTAN, en la que las líneas de dependencia son unívocas, cortas, directas y claras. En la UE tanto el EUMC como el EUMS (con su MPCC dentro) están insertos dentro del Servicio Europeo de Acción Exterior (EEAS), que es parte de la Comisión y recibe instrucciones del Alto Representante/Vicepresidente de la Comisión. De este modo, no sólo el EUMC no tiene acceso orgánico directo al Consejo, que es en última instancia quien decide la política de defensa, sino que el EUMS no depende del EUMC, a quien en teoría sirve, ya que sus líneas de dependencia son paralelas a las de éste.

Todo ello resulta de la doble dependencia del Alto Representante, que es a un tiempo vicepresidente de la supranacional Comisión, y presidente de los intergubernamentales Consejo de Asuntos Exteriores, Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), y Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD).

A este galimatías organizativo, que fue decidido en el Tratado de Lisboa, es preciso añadir la crucial carencia de una estructura, dependiente del EUMC, suficientemente potente para permitir a la UE llevar a cabo un extenso planeamiento basado en hipótesis, y sobre todo para conducir operaciones más allá de las muy modestas de Petersberg, que se deciden y organizan caso por caso, con mandos y estados mayores creados ad hoc, y sin la presión de la incertidumbre que siempre acompaña a las operaciones militares forzadas por un enemigo. Es decir, una estructura de mando y control, para cuyas necesidades materiales, por cierto, Bélgica ha ofrecido repetidamente los cuarteles de Tervuren, en la periferia de Bruselas, hoy sin uso.

Parece, pues, que cualquier reforma que se haga en la estructura de defensa de la UE debería empezar por establecer unas líneas de dependencia más simples y directas, e independientes de otros asuntos, ya que la defensa requiere atención exclusiva, y su coordinación con otras actividades, como la diplomacia, sólo se puede hacer en los niveles más altos.

Lo primero sería crear un Consejo (intergubernamental, por tanto) a nivel de ministros de Defensa desligado del PESC-PCSD, con autoridad exclusiva sobre el EUMC y con su propia presidencia estable, no la habitual rotatoria ni la del Alto Representante, que lo dejaría de nuevo en manos de la Comisión. Que no exista tal institución hasta ahora, siendo tan fácil y económico de implantar, no es sino motivo de asombro. Al propio tiempo, el EUMC debe disponer totalmente del EUMS, que ha de librarse de adherencias como el MPCC, que en todo caso será redundante una vez haya una estructura de mando.

A partir de aquí entramos en la creación de organismos nuevos, que requieren cierta inversión de capital y personal, pero siempre modesta. Pero para ello es preciso tener presente que la era de las operaciones de contrainsurgencia, como fueron las de Afganistán, Irak, todas las de Petersberg en África y los Balcanes, se ha terminado. Las operaciones que nos esperan serán con toda probabilidad las mucho más peligrosas de fuerza contra fuerza.

Lo primero sería un cuartel general de nivel estratégico (el «SHAPE» de la UE) con amplia capacidad de planeamiento, y con mando sobre el cuartel general operacional, nivel éste en el que probablemente con uno sea suficiente. En la anterior entrega proponíamos el JFC Brunssum para la operación de interposición en Ucrania, aduciendo que sus mandos superiores son todos europeos, a lo que se une que ya ahora está mandando fuerzas de la OTAN en la periferia del conflicto. Pero esto naturalmente sería un préstamo de la OTAN a la UE bajo las provisiones de los Acuerdos Berlin Plus. Ahora estamos, sin embargo, tratando de diseñar una estructura que nos pueda servir para el futuro, para conflictos de entidad que pueden ocurrir en el Este de Europa, pero también en el Sur, donde la tradicional insurgencia con la que hemos venido contendiendo hasta ahora va creciendo y puede convertirse en algo mucho más serio.

Por ello hay que pensar en un Cuartel General de nivel operacional que no esté atado a un lugar predeterminado. En ocasiones se han establecido CCGG en lugares próximos a la operación, a cuya finalización han tenido que ser abandonados, dejando atrás infraestructuras no transportables.

Una excelente opción es emplear un buque de mando y control, al estilo del USS Mount Whitney, buque insignia de la VI Flota de la US Navy, pero cuyo uso está también cedido a demanda por EEUU a la OTAN y con base permanente en Gaeta, Italia. Puede alojar y proporcionar comunicaciones y todo lo necesario a un mando y estado mayor de nivel hasta cuerpo de ejército.

Para la UE no debería ser problema obtener un buque de asalto anfibio de segunda mano, no necesariamente del mismo desplazamiento (18.000Tm), de uno de los países miembros, despojarle de su material anfibio y dotarle en cambio de las comunicaciones, espacios de trabajo y alojamientos necesarios para su nueva función. No es preciso explicar las ventajas de disponer de un cuartel general móvil, capaz de desplazarse a la zona de conflicto y de establecer conectividad física por medio, p.ej., del aeropuerto más próximo, además de que permitiría que el mando y estado mayor trabajen juntos incluso en períodos fuera de operaciones, con los evidentes beneficios de integración y conocimiento mutuo.

Un hecho poco conocido que tendría gran importancia para la visibilidad de la UE en este tipo de situaciones es que la UE es la única organización plurinacional entre los signatarios de pleno derecho de la Convención de las Naciones Unidas para el Derecho del Mar (UNCLOS), lo que la califica para arbolar su propia bandera en cualquier barco. No tienen ese derecho la ONU, ni la OTAN, ni ninguna otra organización regional. Así, un buque de mando y control con la bandera de la UE sería, además de los aspectos prácticos reseñados, el símbolo visible de su poder militar.

Las fuerzas

Europa cuenta con una considerable cantidad de unidades terrestres, navales y aéreas, capaces, en principio, de responder a una demanda de la UE para operaciones de alta intensidad. De ellas destacan las multinacionales, fruto de acuerdos entre las naciones que las proporcionan, incluidos su mando y su estado mayor integrados, lo que implica un cierto adiestramiento en ambiente internacional, y un mayor nivel de compromiso. De ellas hay que mencionar en primer lugar las que están ofrecidas con preferencia a la UE: el Eurocuerpo, con su cuartel general integrado, que solía estar estructurado como un cuerpo de ejército con contribuciones divisionarias de Alemania, Bélgica, Francia y España, y que ha adoptado más recientemente una organización modular con contribuciones adicionales de Polonia y otros países europeos, además de, notablemente, la brigada franco-alemana, parte permanente del Eurocuerpo; y en el ámbito naval la Euromarfor, a la que contribuyen Francia, Italia, Portugal y España, en cuyo mando rotan anualmente.

Uno de los ejercicios Flotex-22 organizado por la Armada en la Base Naval de Rota en Cádiz, en el que colaboran también unidades de los ejércitos de Tierra y Aire, agrupaciones permanentes de la OTAN y unidades de Estados Unidos, Reino Unido y Bélgica, además de las integradas en la fuerza marítima de la Unión Europea (EUROMARFOR)

Uno de los ejercicios Flotex-22 organizado por la Armada en la Base Naval de Rota en Cádiz, en el que colaboran también unidades de los ejércitos de Tierra y Aire, agrupaciones permanentes de la OTAN y unidades de Estados Unidos, Reino Unido y Bélgica, además de las integradas en la fuerza marítima de la Unión Europea (EUROMARFOR)Efe

Aparte de éstas existen, utilizables por la UE pero con preferencia declaradas a la OTAN, una plétora de cuarteles generales multinacionales, con fuerzas nacionales –exclusivamente europeas– comprometidas: al menos cuatro de nivel cuerpo de ejército, los llamados NATO Rapid Deployment Corps (NRDC); tres divisionarios; un número creciente, no inferior a seis, de battlegroups (nivel brigada); las dos fuerzas anfibias multinacionales europeas, la anglo-holandesa (UKNLAF) y la hispano-italiana (SIAF); una Joint Expeditionary Force liderada por el Reino Unido con componentes terrestre (divisionario) y marítimo (escoltas); varias entidades de fuerzas aéreas, principalmente de transporte.

Y por supuesto, existen potentes fuerzas nacionales, algunas de ellas vinculadas a los cuarteles generales mencionados, otras a su propia estructura nacional, que también pueden ser utilizadas por la UE.

Todas ellas, gracias a los años de adiestramiento en la OTAN, usan los mismos procedimientos, doctrina y comunicaciones. Desafortunadamente, la logística no goza de la misma universalidad, algo que ha de quedar en manos del flamante comisariado de defensa de la Comisión, que habrá de esforzarse en unificar modelos, calibres, combustibles, repuestos, etc.

Conclusión

En resumen, la UE tiene ante sí dos tareas: organizar rápidamente una fuerza de interposición en Ucrania, bajo los auspicios de Petersberg pero mucho más potente; y organizar sus estructuras de defensa para poder contender de manera autónoma con los riesgos que la amenazan, ya que la confianza generada por la existencia de la OTAN, cuya organización y eficacia permitían posponer cualquier decisión atinente a cuestiones de defensa, se está mostrando excesiva, y posiblemente ha caducado.

Está en nuestras manos combinar ambas tareas, organizando la fuerza de interposición de modo que pueda servir de base para esa estructura de defensa europea autónoma que necesitamos, pero sobre todo que no sea obstáculo para ello. Y es urgente: el final de la guerra de Ucrania podría estar próximo, tal vez por colapso de la capacidad de Rusia para continuar con la guerra que ellos mismos empezaron. El ex viceministro ruso de energía Vladimir Milov, en un artículo de opinión publicado en The Insider, 1 junio 2025 y en una entrevista por las mismas fechas («War, Deficits, and the Russian Economy: An Uphill Battle to …») desnuda el estado actual de la economía rusa y la pronuncia incapaz de continuar la guerra, con el sector de la industria de defensa particularmente en crisis. Si esto es así no hay tiempo que perder.

Citar estas opiniones meses después de haberse emitido sin que el colapso se haya producido (y, sorprendentemente, sin que Milov se haya caído de una ventana) no es tan descabellado, ni necesariamente el tiempo transcurrido les quita veracidad. Sólo nos dice que Putin está dispuesto a lo que sea, incluso a la ruina de su patria, a pesar de sus profesiones de fe patriótica, con tal de que sobreviva su autocracia, que sería la primera y más segura víctima del desastre.

La situación en que nos encontramos la describió certeramente Décimo Junio Juvenal (60-128 d.C.) en su Sátira VI: «Nunc patimur longæ pacis mala» (Ahora padecemos los males de una larga paz).

  • Fernando del Pozo es almirante (Ret) De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares. Analista de Seguridad Internacional en el Centro para el Bien Común Global de la UFV
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