De este agua no beberéRafael González

De Jarcha al reguetón

Actualizada 05:00

Una de las quejas que más se escuchaban cuando acabó el acto convocado por el PP en la Plaza de las Tendillas es que la música estaba muy alta y que eso no les había permitido a los manifestantes lanzar proclamas y/o consignas contra Pedro Sánchez, Puigdemont y el PSOE. Uno va a una manifestación o concentración o mini mitin con ánimo de estadio de fútbol, con ganas de desahogarse y dentro de un orden como es el que nos ocupa, a hacer un poco el cafre. Pero lo que el PP había montado era una fiesta por todo lo alto sin barra ni rebujitos, con demasiados decibelios y algunos éxitos cañís y hasta hace poco voxistas como el ‘Viva España’ de Manolo Escobar o el ‘Soy español’ de José Manuel Soto, lo que puede suponer una apropiación mitinera que abra más la brecha existente entre ambas formaciones y aquí cada uno acabe haciendo definitivamente la guerra por su cuenta.
No era la idea previa, desde luego, cuando tanto Feijóo como después Abascal invitaron a acudir a los ciudadanos de bien a un acto convocado en las 52 provincias españolas, superando siglas y sumando fuerzas en común: este golpe de estado lo merece. No obstante, el colorido de banderas azules en Las Tendillas se hizo patente junto al azul europeo, la verde blanca y verde y la rojigualda homologada por el Régimen del 78. Ni un águila de San Juan, que ya bastante tienen los centristas con la etiqueta cordopolita de ser extrema derecha. No hay nada más que asuste a la moderación que un titular inoportuno. Porque moderación, salvo en los decibelios, hubo y mucha. Es la consigna. La derecha frente al sanchismo pero una derecha europea, andaluza, sostenible, reciclada, urbanita, moderna, socialdemócrata y que se sabe el himno de Andalucía. Una derecha, por tanto, regionalista como quizá nunca lo fue. Bien es cierto que el mensaje que se da desde las principales formaciones políticas es que esto no va de política, lo que significa que sí va de política y de partidos, porque ya nos conocemos. Pero lo que ayer hubo en Las Tendillas y calles colindantes fueron españoles, no afiliados. Como en el resto de las capitales de provincia. Y compartiendo una movilización histórica que quizá no vemos desde lo de Miguel Ángel Blanco.
Por eso un acto así merecía más que un simple comunicado: estuvimos defendiendo España de 12:08 a 12:19 exactamente. Once minutos que a las más de treinta mil personas le supieron a muy poco. Y así se lanzaron muchas de ellas a la Avenida del Aeropuerto a hacer lo que hay que hacer, que es cantarle las cuarenta a los socialistas, sin ambages ni miedos. Y sin perder la compostura, porque allí no hubo tampoco ni una papelera reventada.
Lo de ayer fue una protesta en bifurcación; la que busca el vermú a las 12 y media y la que pide un pollo asado a las 14:00, que para eso es domingo, si bien la primera se tomó el aperitivo con la sensación de que había asistido a una demonstratione interruptus. Hubo música, eso sí. La España quebrada de 2023 por lo visto baila a ritmo de reguetón, que es lo que nos pusieron, además del ‘Escándalo’ de Raphael, título ad hoc para la ocasión que sonó como una metáfora demasiado obvia del sanchismo y su indecencia. Vivimos en una encrucijada histórica y suena Bad Bunny. Qué cosas.
En la Transición tuvimos a Jarcha y su libertad sin ira. Llegó la libertad y no hubo ira. Supimos traer la democracia con mejor gusto que se defiende ahora, desde luego.
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