De comienzo en comienzoElena Murillo

Un espacio para compartir

Actualizada 05:00

Quién diría que un arenal se puede transfigurar hasta llegar a convertirse en el espacio alegre capaz de albergar la diversión de propios y extraños, de todos los que acuden a la llamada de una fiesta, abierta y acogedora, durante unos días del mes de mayo. Ocurre en Córdoba, que recuerda la aparición de una Virgen, Nuestra Señora de la Salud. Y lo hace remontándose hasta el siglo XVII, aunque sean pocos los que conozcan el origen de esta celebración y aún menos los que sepan el lugar en que se encuentra esta imagen de pequeño tamaño que da nombre no solamente a la festividad sino a la ermita que la acoge y al cementerio anexo a ella. Quedaron atrás las ferias de ganado, que se hacían en fechas análogas, cuyos tratos eran cerrados con un apretón de manos. Parece que todo es igual cuando todo cambia.

La luz y el color abren el telón en una ciudad efímera que emerge en primavera y que no lo hace por arte de magia sino como fruto de un trabajo escrupuloso y detallado. Desde el mes de abril e incluso desde que las ideas se fueron enraizando en la mente de los participantes, el tejido de las infraestructuras se ha ido ajustando hasta obtener el admirable resultado que se evidencia al pasear por el recinto ferial. Treinta años de un recinto que en ocasiones se quedó pequeño y en el que cada año se asiste al descenso en el número de los improvisados espacios en los que esparcir la diversión.

Eso sí, las casetas que se mantienen cada vez son más pulcras en sus detalles: flores, farolillos, telas o lámparas, porque todo elemento ornamental hace más agradables las zonas en las que se disfruta la alegría de la fiesta, se comparte la felicidad, se fortalece la amistad y se baila por sevillanas o al compás que sugieren los más diversos grupos de música. En las calles, el sombrero cordobés, las gitanas a la grupa de un caballo, mantones, abanicos y muchos volantes.

Atracciones, tómbolas; puestos de vino dulce con su correspondiente barquillo, de algodón de azúcar o manzanas envueltas en caramelo, de hamburguesas, de churros o gofres…; todo un conjunto de personas que con su vida errante contribuyen a la satisfacción de grandes y pequeños. Un modus vivendi que se hace extensible al mundo del circo en el que son familias completas las que viven a bordo de caravanas trasladando su residencia de ciudad en ciudad y llevando incluso aulas itinerantes en las que sus niños no dejan de lado la formación escolar.

Junto a seres queridos y amigos, se sentirá nostalgia, cómo no; aparecerá la tristeza queriendo invadir nuestra alma al recordar a aquellos que alguna vez pisaron este mismo suelo de albero y ya no se encuentran entre nosotros. Y el nudo se hará fuerte en la garganta al entonar ese «a dónde estaré Dios mío la próxima primavera» que magistralmente compusieran Los Romeros de la Puebla. Quedará la feria y, entretanto, imploraremos salud a la Virgen para que nos permita estar no sólo en la próxima sino en muchas más primaveras que aún están por venir.

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