Un aviso para tomar en serio
«Si en cuestiones de cableado aéreo se ha tirado la toalla no hay que permitir que también se tire con las flores de plástico»
En el arranque del mes de mayo en Córdoba -con todo lo que eso conlleva- han saltado las alarmas: el Consejo de Distrito Centro y el Movimiento Ciudadano han puesto el foco en lo que ellos llaman «adefesios» y que no es otra cosa que la colocación de macetas con flores de plástico en las fachadas de algunos establecimientos como reclamo cutre para un turismo del que creen que se la traga todas.
La calidad está en los detalles. Pasear por el centro histórico y encontrarse cada dos por tres esos geránios tiesos, siempre florecidos, uniformes y acumulando polvo en sus rendijas es un bofetón no sólo al buen gusto que debe imperar en todo lo que se haga de forma privada o pública en la calle sino también al espiritu y a la esencia de una ciudad que tiene una personalidad que hay que preservar a toda costa.
Si cada vez que vemos el pico de la muleta nos arrancamos a sacar pecho sobre los cuatro Patrimonio de la Humanidad y todo lo que le cuelga debemos también tener presente que no todo vale, que en todo lo que tenga que ver con la imagen de la ciudad el relativismo no tiene cabida. Vamos, que no tiene excusa.
El Movimiento Ciudadano ha señalado con toda certeza que «no es sólo contaminación visual, sino una agresión en toda regla a la cultura y la buena educación, una ofensa a los sentimientos». Si la contaminación visual está regulada en la normativa urbanística y, como se ve, se incumple de forma descarada, esos otros detalles que no están regulados ya me dirán ustedes quién los va a hacer cumplir.
Si en cuestiones de cableado aéreo se ha tirado la toalla no hay que permitir que también se tire no sólo con las flores de plástico, sino con el alumbrado navideño que está todo el año en la calle Céspedes, con los carteles publicitarios que tapan todo el día fachadas completas, como en la Puerta de Almodóvar, o en los percheros, vitrinas y pizarras con el menú del día que no son otra cosa que obstáculos físicos y visuales que atentan contra la accesibilidad y la estética.
Cualquiera que esté leyendo estas líneas habrá llegado sin dificultad alguna a la conclusión de que esto no tiene arreglo. Claro, la tibieza de las formaciones políticas de todo signo y el don de las lágrimas del que se vale el sector para convertirse prácticamente en intocable hacen que el futuro esté negro y tengamos flores de plástico para rato.
Además, ¿desde cuándo es una seña de identidad las macetas en las fachadas? Esa tradición a la que se agarran para determinadas cuestiones señala que las fachadas siempre han estado limpias, encaladas y ajenas a todo estorbo. «Es que yo he visto una foto antigua con macetas en las fachadas», dirán alguien. Claro, hijo mío, si te fijas bien verás que fue en el momento en que las Cruces de Mayo salieron a las calles y plazas porque era imposible seguir montándolas en los patios y se reprodujeron los ambientes y la decoración de estos. Pero una vez pasados esos días se volvían a retirar los tiestos para que todo volviera a la normalidad inmaculada del caserío cordobés.
Si hoy son las flores de plástico mañana pueden ser los camareros en estado de preobesidad, como se dice ahora, vestidos de toreros. Todo sea por el turismo; todo, incluso la esencia de la ciudad con tal de que hagan gasto. Total, si no van a volver.