Ni 'nini' ni 'ná': la generación que no sale en las noticias
«Han aprendido a vivir con la precariedad como norma, a reinventarse ante cada cambio y a competir en un escenario global donde ya no basta con un título»
Durante años, titulares y tertulias se han cebado con la llamada «generación nini», esos jóvenes que —según la etiqueta mediática— ni estudian ni trabajan. El término, además de injusto, ha servido para simplificar una realidad compleja y, en muchos casos, ha estigmatizado a toda una franja de edad. En España, el concepto 'nini'sse popularizó entre 2008 y 2014, en plena crisis económica, para señalar a jóvenes de entre 16 y 29 años que no estaban ni en estudios ni en empleo. Sin embargo, esa imagen ya no representa a la mayoría de la juventud actual.
Hoy, en pleno 2025, la realidad es otra. La generación que ahora pisa con fuerza el mercado laboral está formada en su mayoría por los más jóvenes de los millennials (nacidos aproximadamente entre 1981 y 1996) y por la Generación Z (nacidos aproximadamente entre 1997 y 2012). Una juventud que no solo estudia, sino que en muchos casos compatibiliza formación y trabajo, acumulando un grado universitario, uno o varios másteres, idiomas, formación complementaria y experiencia profesional. Todo ello porque saben que, en un mercado tan competitivo como el actual, estos logros ya no son un plus, sino el punto de partida.
Los datos lo confirman: según la Encuesta de Población Activa de 2024, la tasa de jóvenes que sí estudian y sí trabajan en España está en su nivel más alto desde el segundo trimestre de 2007. Sin embargo, este esfuerzo apenas tiene presencia mediática. No llena portadas ni abre informativos, quizá porque su constancia no encaja en el estereotipo que genera clics.
Y lo hacen, además, en un contexto histórico que no se lo ha puesto fácil. Es una generación que ha tenido que padecer una pandemia mundial que paralizó su educación y frenó sus oportunidades laborales; que recientemente vivió un apagón que simbolizó la fragilidad de un mundo cada vez más incierto; que ve cómo el acceso a una vivienda se ha convertido en un privilegio inalcanzable para muchos; y que observa con preocupación un horizonte en el que las pensiones parecen una promesa cada vez más lejana.
A diferencia de la generación que fue etiquetada como 'nini', estos jóvenes —millennials y generación Z— han crecido con la cultura del «si no te esfuerzas, te quedas atrás». Han aprendido a vivir con la precariedad como norma, a reinventarse ante cada cambio y a competir en un escenario global donde ya no basta con un título, hablar varios idiomas y demostrar experiencia antes siquiera de una oportunidad laboral.
Es fácil señalar lo que no funciona; mucho más difícil es reconocer el mérito silencioso. Porque esta generación también sufre, también carga con el peso de demostrar su valía y también afronta un futuro lleno de incógnitas. La diferencia es que, lejos de caer en la inercia, han decidido formarse, reinventarse y dar la cara.
Urge que los medios de comunicación den espacio a las historias de superación, que las empresas vean el talento de estos jóvenes y que las instituciones faciliten el acceso al empleo y a la vivienda. Esta generación se ha ganado el derecho a que hablemos de ella por lo que hace, no por lo que se supone que no hace. Porque, cuando el futuro llegue, no será cuestión de suerte: será el fruto de su esfuerzo.
Alejandro Aguilar es historiador y concejal del Ayuntamiento de Hornachuelos