La corrupción se extiende a los análisis
En la corrupción masiva de los socialistas están los que roban y los que pudren las cabecitas de sus oyentes
El olor a chamusquina se apodera de nuestros receptores olfativos con una contundencia que el epitelio nasal desconocía. Ni siquiera los últimos años del felipismo son comparables, y fíjate que entonces salíamos a caso gordo de corrupción por semana. La mera enumeración de los tipos de basura que ofrecía el PSOE desbordaba los artículos; apenas quedaba espacio para calzar la pieza con un «¡Hay que ver!» Era urgente omitir escándalos. Entonces no existían los comentarios de los lectores, salvo que los escribieran a mano en el papel de periódico, en el espacio en blanco de los márgenes, y se los leyeran luego a su familia. El caso es que se volvió dificilísimo colocar una teoría, un armazón argumental, unas meras consideraciones —incluso conversando— si solo citabas una, dos o tres chorizadas. De inmediato, tus interlocutores continuaban con la lista, y esta era interminable. Aún ahora me cuido mucho de desencadenar la avalancha en los comentarios, por eso no cito a Roldán. Ay.
Fue en tan incómoda situación, en aquel infernal bucle ritual, cuando alguien dio con un recurso que obviaba las enumeraciones dándolas por conocidas. El recurso consistía en abrirse paso e ir al grano tras soltar «Con la que está cayendo». Desde el principio resultó irritante, vamos a ser sinceros, pero se aceptaba el precio de la falta de originalidad a cambio de recuperar el ansiado espacio para defender algo sustancial, poniendo fin a la pesadilla de recitar —o provocar que otros recitaran con exhaustividad— la podredumbre socialista.
Aquella aparente liberación traería problemas nuevos. En el columnismo, era difícil, aunque no imposible, que una firma seria se valiera de la expresión. En esta profesión somos muy nuestros. Así que serían los «tertulianos» quienes explotarían el recurso hasta la obscenidad. Acostumbrados a La clave de Balbín, no podíamos sospechar que la aparición de las televisiones privadas, más la increíble proliferación de tertulias radiofónicas, iban a aumentar tanto la demanda de todólogos como para tener que rellenar el tiempo con gentes carentes de sentido del ridículo. De cada cuatro, tres decían «con la que está cayendo» varias veces por tertulia. Fue una catástrofe.
Una legión de espontáneos vio en esas cinco palabras una especie de distintivo: si las pronunciabas, podías ser «tertuliano». Se encaramaron a las mesas de los estudios, reptaron hasta los platós y, como carecían de ideas propias, empezamos a oír cosas así: «Con la que está cayendo, no puedo estar más de acuerdo contigo. Has dicho exactamente lo que yo iba a decir. Evidentemente. Parece mentira». De lo que se colige que las avalanchas de corrupción socialista acaban pudriéndolo todo, incluidos los análisis de dichas avalanchas. Aunque peor es que el impostor intente afirmar algo original cuando se ve en la tesitura de dar una charla. Puede llegar a afirmar que la izquierda abertzale, cuando la ETA, era pacifista. En resumen, en la corrupción masiva de los socialistas están los que roban y los que pudren las cabecitas de sus oyentes.