Por derechoLuis Marín Sicilia

Manzanas podridas

«Esa es la armadura protectora del sanchismo, aguantar mientras se reparten favores, se compran voluntades y se ocupan instituciones»

Act. 05 dic. 2025 - 08:28

«Se nos colaron dos manzanas podridas y los hicimos números dos del partido», exclamaron altos cargos socialistas tras el ingreso en prisión del otrora todopoderoso ministro y mano derecha de Pedro Sánchez, José Luis Abalos, al que otros tachan ahora de peligroso y deleznable. Era el segundo secretario de organización, tras Santos Cerdan, que quedaba recluido en Soto del Real. Y le faltó tiempo, tras pasar la primera noche en su celda, en dejar dos mensajes en redes bien claros y contundentes: «no me van a doblegar ni a callar» y «aquí hace mucho frío».

Lo que hoy resulta inverosímil es que se tarde en descubrir, después de cientos de días y miles de kilómetros compartidos, la tendencia putrefacta y el vicio corrupto de sus compañeros de viaje, presumiendo de haber reaccionado con prontitud y rotundidad ante sus desvaríos. Hay que ser muy torpe, o muy sectario, para no entender que, sin Sánchez como presidente del Gobierno no hubiera sido posible que su hermano se sentara en el banquillo, que su mujer esté imputada por cinco delitos, que su fiscal general haya sido condenado y que sus dos secretarios de organización y su chofer de confianza hayan ingresado en la cárcel. Es la proximidad al poder lo que ha llevado a todos ellos a actuar de modo irregular y, en consecuencia, el culpable último es el máximo responsable del que dependen. Alegar ahora desconocímiento personal ofende nuestra inteligencia y no se toleraría en un país medianamente serio.

En ese contexto de tolerancia con la corrupción, que hoy el sanchismo pretende reducir a dos manzanas podridas, son entendibles las advertencias de Abalos sobre el frío que hace lejos del poder y sobre la «omertá», el silencio que toda organización mafiosa quiere imponer a sus miembros. Cuando el exministro dice que allí hace mucho frío está advirtiendo a todos los que no abandonan el barco corrupto del sanchismo porque saben que lejos del poder hace mucho frío. Sobre todo a tantos como pululan succionando las ubres del dinero público y tienen un futuro incierto el día en que caiga el jefe. Ese será el final, parece advertir, por no tener principios y obedecer ciegamente las consignas del que los dejará tirados en cuanto no le sirvan. Quien tantas veces acogió en su casa a quien hoy le ignora parece no estar dispuesto a comerse solo el marrón: ni lo van a callar ni se va a doblegar, avisa a los navegantes sanchistas.

Veremos cosas en el PSOE que nos helarán la sangre, dijo a Patxi Lopez la madre vasca de los Pagazaurtundua ante el asesinato, en un bar de Andoain, de su hijo Joseba que se desangraba tras dispararle un etarra, al tiempo que ninguno de los presentes moviera un músculo viendo como el asesino abandonaba sin inmutarse el local. Hoy son estos legatarios de la violencia los principales aliados de Pedro Sánchez que les ha entregado el ayuntamiento de Pamplona y facilitará que Bildu gobierne el País Vasco, porque Sánchez ha roto el principio socialista de no enrocarse con el separatismo. De ahí que la última palabra de la gobernación en España la tienen hoy las opciones filoetarras y golpistas cuyos votos mercadea sin decoro Pedro Sánchez, hasta el extremo nauseabundo con la que ha ido a Cataluña para arrodillarse sin rubor y pedir perdón a Puigdemont, a ver si le levantan el arresto por su mala conducta.

Porque, en efecto, estamos viendo cosas que helarían la sangre de cualquier persona decente. Solo seguir pastando en el abrevadero mantiene a Sánchez en el poder porque hace mucho frío lejos de él. Esa es la armadura protectora del sanchismo, aguantar mientras se reparten favores, se compran voluntades y se ocupan instituciones. Basta con ver la TVE y los medios afines que disfrutan del abrevadero para entender que, quienes apoyan a Sánchez, lo harán servilmente y sin ningún escrúpulo hasta el ultimo día porque les va el jornal en ello.

Ese otro compadre de Sánchez, el amigo de dictadores, Rodríguez Zapatero dice, pretendiendo quitar importancia a los escándalos del momento, que «después de la tempestad viene la calma», esa calma de la corrupción que observa el meteórico enriquecimiento de su familia. Mientras, los monaguillos sanchistas se protegen diciendo que «la gente olvida», una falta de respeto a la ciudadanía que merece el mayor de los desprecios. Porque no es que haya dos manzanas podridas; es toda la cesta del sanchismo la que está corrompida y putrefacta.

Quien, sirviéndose de esas manzanas podridas que hoy investiga la justicia, engañó a sus compañeros de partido con urnas escondidas, votos falsos y pitufeo en las primarias del PSOE, no iba a tener ningún freno moral para engañar a los españoles. El sanchismo, desde sus inicios, es una banda de facinerosos para ocupar el poder y hacer negocios opacos. Por algo, nada más tocar poder, centralizaron la compra de mascarillas los amantes del trapicheo y del monopolio. Poder y dinero; ese era el mensaje oculto de su falsa progresía. Por ello, ni Sánchez ni los sanchistas merecen olvido ni perdón ante este pudridero nacional que hiela la sangre de los españoles.

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