La falla democrática de Putin
De todas las exigencias de Putin para firmar la paz con Ucrania –cesiones territoriales, limitación de su ejército, no entrada en la OTAN, etc.– hay una que lo retrata más que ninguna otra: la petición de que se celebren nuevas elecciones en Ucrania, por considerar que no tuvieron lugar cuando constitucionalmente tocaba, es decir, el año pasado
Confieso que es cierta indignación lo que me ha movido a escribir este artículo, pero no ignoro que quizás sea eso mismo lo que Putin haya querido provocar en un ciudadano europeo. Porque tras la indignación no me queda otra, y Putin lo sabe, que la frustración. Hay algo de sadismo en el autócrata presidente de Rusia.
Me explico. De todas las exigencias de Putin para firmar la paz con Ucrania –cesiones territoriales, limitación de su ejército, no entrada en la OTAN, etc.– hay una que lo retrata más que ninguna otra: la petición de que se celebren nuevas elecciones en Ucrania, por considerar que no tuvieron lugar cuando constitucionalmente tocaba, es decir, el año pasado. Obviamente, Zelenski se escuda en que su país estaba en guerra y siendo invadido, y hasta la oposición estuvo de acuerdo en que no era factible realizarlas entonces. En efecto, ¿en qué parte del territorio ucraniano debían celebrarse?, ¿por qué no también en las zonas de guerra ya ganadas por Rusia…? ¿Bajo qué supervisión en estas últimas? Sólo este asunto hubiera bloqueado esa iniciativa.
Putin contra-argumenta, sin pudor alguno, que en su país se celebraron elecciones presidenciales en 2024, durante la llamada «operación militar especial de desnazificación y desmilitarización de Ucrania» (en el caso de la guerra de Putin en Chechenia, la versión oficial rusa la calificaba «campaña antiterrorista», nunca de guerra…). Pero Putin debe saber que no es lo mismo celebrar unas elecciones en un país «que invade», que celebrarlas en otro «que es invadido». Esto es una obviedad, aunque sólo lo fuese por la cuestión territorial antes citada. Más concretamente, Putin ganó las últimas elecciones presidenciales con un 88 % del voto, pero ninguno de sus dos rivales superó el 5 %. En el caso del presidente Zelenski, ganó las elecciones de 2019 con un 73 % del voto, pero le hizo falta una segunda vuelta. ¿Cuál cree el lector que fueron más transparentes…? Salta a la vista que, presumiblemente, la legitimidad democrática de Putin es inferior a la de Zelenski. Y, sin embargo, ¿¡nos está dando Putin lecciones de democracia al exigir unas nuevas elecciones en Ucrania?!
No es la dificultad de celebrar esas elecciones en Ucrania de la que quiero tratar, sino de esa exigencia misma de cara a unas futuras negociaciones de paz. Una exigencia que parece mostrar a Putin ante Occidente, y ante su mismo pueblo, como 'el adalid de la democracia'.
Uno es un matón desalmado, puede ser, pero el otro rebosa de cinismo. El que no se atreve a un cara-a-cara, y aún menos si es en presencia de los medios, es Putin, no Zelenski. Para Putin sería como reconocer la legitimidad de un indeseable. Quiere que Zelenski se suicide políticamente, y aprovechar la corrupción que ahora rodea al presidente ucraniano para instrumentalizarla a su favor. Creo que Putin odia a Zelenski por haberle hecho fracasar en los primeros momentos de su «operación especial». Un factor personal que hace aún más difícil cualquier arreglo de paz.
Una reportera franco-rusa –Elena Volochine– acaba de publicar un libro con toda suerte de detalles demostrando que la ocupación rusa de Crimea (en donde ella estaba entonces destinada, en 2014) estuvo basada en una propaganda que pretendía hacer creer que fueron los habitantes de dicha península quienes se rebelaron contra las autoridades ucranianas «fascistas», entonces allí presentes, o por llegar (pero que nunca llegaron…). Putin tuvo que enviar allí sus tropas «para poner orden». Luego organizó un referéndum y se quedó con la península. «Idem de idem» en las zonas de guerra ganadas a Ucrania: mismo modus operandi con la propaganda, mismo referéndum, y mismo resultado: anexión de un territorio. Como escribe Elena Volochine, «la propaganda de Putin simula y provoca las situaciones que pretende combatir».
¿Va entonces Trump, que lidera eso que llamamos 'Occidente', a plegarse a esa petición de que se celebren nuevas elecciones en Ucrania antes de firmar la paz…? Porque Occidente es la democracia, una cierta concepción de los derechos humanos y de su respeto, la separación de poderes, y el Estado de derecho (si eso es así, a la vista está que también Occidente tiene enemigos en su propia casa…)
Llegados a este punto, varias cosas me parecen claras: en primer lugar, «la operación especial» como tal fracasó, porque lo especial se ha convertido en una guerra de desgaste que dura ya más de tres años, y lo que puso en evidencia, contrariamente a lo que Putin esperaba, es que hay un verdadero nacionalismo ucraniano, distinto del ruso. Dos: mientras Putin siga en el poder, y Zelenski también, ni Rusia puede perder esta guerra, ni Ucrania ganarla. Ese es el escaso margen de maniobra que existe para buscar un arreglo. Tres: Europa es una enana militar mientras sus ejércitos no estén integrados ni la disuasión nuclear compartida; y, lo peor, seguirá dividida mientras la unanimidad sea la norma para tomar ciertas decisiones de calado. A Europa no le va a quedar otra que 'tragar' algunos sapos que le recuerdan su pasado histórico: una paz que humillaba a Alemania tras la IGM, un Acuerdo de Múnich que no sirvió para ganar la paz, sino lo contrario, etc. Y, en fin, cuatro: si la paz no es justa, tampoco será duradera.
- Guillermo Martínez-Correcher es embajador de España