¡¡¡Más Anguita!!!
«La izquierda, con la cooperación necesaria de la derecha, muestra una apropiación de lo público mediante la coacción»
Apenas se acaba de hacer oficial la denominación de la estación de trenes como ‘Julio Anguita’, y ya hay voces, como las de Rosa Aguilar o Herminio Trigo, antiguos manos derechas del fallecido, tránsfugas y también exalcaldes, que claman por la insuficiencia de la medida. Los tres fueron responsables del fomento de las políticas urbanísticas que concluyeron precisamente en que el trazado del AVE y la propia estación tuvieran ese trayecto y situación, cuyas obras devastaron el palacio de Maximiano Hercúleo, uno de los mayores atentados arqueológicos de Europa, por lo que todo queda en casa. Reclaman un colegio o una avenida. Lo cierto es que también las ruinas de Cercadilla podrían llamarse Julio Anguita con absoluto rigor. E incluso, de la misma manera que la extensión se mide popularmente en campos de fútbol, pasar a contar los ahora habituales retrasos de los trenes en anguitas. «El AVE Madrid-Sevilla lleva un retraso de cuatro anguitas», se podría decir, como modo de aminorar la ansiedad de la espera con esta unidad de tiempo mucho más amable que las acostumbradas horas o minutos.
¿Colegios? ¿Avenidas? Se quedan cortos. La memoria de Julio Anguita merece más. Todas las calles nuevas deberían llamarse Julio Anguita. El otro día, el Ayuntamiento rotuló erróneamente la glorieta dedicada a Juanín. ¿Por qué? Por no llamarla Julio Anguita. Los nuevos barrios, los parques que forman el anillo verde tirando a marrón, deberían tener en los carteles el nombre de Julio Anguita. Si estás en un determinado distrito: Julio Anguita I, Julio Anguita II, Julio Anguita III... Y así.
Pero es poco. En el fondo es poco. Quizá las calles ya establecidas se deberían preceder con un testimonial Julio Anguita. Y así tendríamos, por ejemplo, a Julio Anguita Escultor Fernández Márquez, Julio Anguita Cronista Maraver, Julio Anguita Camino de los Sastres o Julio Anguita Ollerías. Las plazas contarían con su Julio Anguita como guinda. Y así estarían la Plaza Emilio Luque Julio Anguita, Plaza del Vizconde de Miranda Julio Anguita, Plaza Capataz Ignacio Torronteras Paz Julio Anguita, o Plaza Escultor García Rueda Julio Anguita. Los lugares verdaderamente destacados tendrían a Julio Anguita delante y detrás: Julio Anguita Cruz Conde Julio Anguita; Julio Anguita Ronda de los Tejares Julio Anguita; Julio Anguita Plaza de las Tendillas Julio Anguita; o Julio Anguita Plaza de la Corredera Julio Anguita. Y aún así queda una difusa impresión de escasez.
Este furor anguitiano ni es exactamente anguitiano ni privativo de Córdoba. El ejemplo paradigmático lo constituyó la denominación de Atocha como Almudena Grandes. Pero no son únicos. Hay cierta obsesión con las estaciones. Una especie de ferrofilia. En ambos casos se percibe una descompensación entre los méritos de las personas y la importancia de la infraestructura. Ni Almudena Grandes es una novelista de consideración para tales menesteres ni Anguita cuenta con obra o legado alguno, pues esencialmente vivió de la imagen generada por su primera victoria en las elecciones municipales y el hecho de que fuese Córdoba la única capital de provincia con corporación comunista. Como los actores que estiran su único papel de éxito, Anguita tuvo en aquel apodo de Califa Rojo su particular y único premio al mejor intérprete.
Esa descompensación no es baladí en absoluto. Es algo buscado. La izquierda, con la cooperación necesaria de la derecha, muestra una apropiación de lo público mediante la coacción. Al nombrar, en este caso estaciones, con el nombre de personas que quedarían muy alejadas de semejante honor, manda el mensaje de que lo importante no está en las virtudes o valía de alguien, sino en su adscripción ideológica. Muestra además su fuerza saltándose debates o plazos habituales. Esto ha llegado al paroxismo en ciudades como Sevilla, donde se han llegado a nombrar calles con nombres de personas vivitas y coleando, y de mediana edad, ya que a través de su trabajo han ejercido de propagandistas del poder. No sólo se paga en puestos, programas de televisión, congresos o conferencias. También te ponen tu calle como premio a la genuflexión. Pronto veremos a la gente solicitando su rotonda por los favores prestados. O decepcionadas porque les prometieron un jardín y terminaron con una plazoleta.
En una famosa escena cómica del ‘Saturday Night Live’, se muestra la actuación de un grupo musical. Entre los componentes de la banda, Will Ferrell toca el cencerro. Uno de los puntos clave del teatrillo es la constante interpelación por parte del productor, interpretado por Christopher Walken, para que ese instrumento cobre protagonismo. ¡¡Más cencerro!!, exclama Walken. En esta farsa política en la que nos movemos, tan carente de gracia, cada vez que quieran nombrar alguna parte de la ciudad como Julio Anguita, o incluso sustituir el nombre de Córdoba por Julio Anguita, habrá que vociferar...
¡¡¡Más Anguita!!!