Religiosidad de masas
«Habrá otro tipo de datos analizados desde ópticas más materialistas, que para nada repercuten en la vida cristiana y que destacarán las bondades de lo vivido»
Se están viviendo días de resaca en los que unos opinan y otros participan de eventos religiosos de gran magnitud, acontecimientos extraordinarios que bien parece que aún no han alcanzado la cúspide. Se trata, sin duda, de citas que congregan a miles de personas pero son citas de las que a ciencia cierta no se perciben posteriores frutos, ni aún pretendiendo que éstos fueran mínimos. Más bien parece que se encuadran en fenómenos de masas en los que ni siquiera los participantes se plantean el porqué de su implicación.
Yendo a la última convocatoria, la del pasado sábado, el motivo de la organización me parece más que justificado. Seis siglos del primer Vía Crucis de Occidente, seiscientos años de la figura de Álvaro de Córdoba, era motivo más que suficiente para festejar. Pero, ¿cuántos han sido conscientes de lo que se estaba celebrando? ¿Cuántos tienen alguna noción acerca de este personaje o conocen ese primitivo ejercicio de piedad popular? Un vía crucis bíblico, porque se basa en la Sagrada Escritura. Dios mismo, la fuente de la vida, como esa «fonte» a la que cantara el santo carmelita Juan de la Cruz. Un rezo que cada uno de los viernes del año ofrece la ocasión de recrear, a través de la memoria, que Cristo padeció y se entregó. Muchas son las convocatorias de nuestras cofradías, fundamentalmente en el Tiempo de Cuaresma, que invitan a participar a hermanos y fieles en el rezo de las estaciones con sus imágenes titulares; de manera inconsciente se hace ese guiño, se rinde tributo a ese primer Vía Crucis que Álvaro creara como la mejor ofrenda a Dios y que simboliza un gran orgullo para el pueblo cordobés. En esta ocasión, sin embargo, la ambición ha sido mayor, queriendo reunir en único acto otros aspectos religiosos y perdiendo la oportunidad de profundizar en la efeméride propuesta.
Un tema ciertamente interesante, al que poder sacar el máximo jugo dentro del mundo cofrade y que en esencia va a pasar sin pena ni gloria si se atiende al poso que va a dejar a nivel espiritual. Eso sí, habrá otro tipo de datos analizados desde ópticas más materialistas, que para nada repercuten en la vida cristiana y que destacarán las bondades de lo vivido.
La religiosidad popular no se puede quedar en el cascarón, en lo visible, en la apariencia. Debe ir más allá y construir sólidos pilares que sean ejemplo y aporten respuestas en un mundo cada día más convulso. Quizá vaya siendo hora de cortarse la coleta en algunas facetas. Ya huele a saturación.