De comienzo en comienzoElena Murillo

Procesión a la vista

«Los límites se están excediendo en demasía y, por tanto, hay que asumir las críticas que proceden de sectores que nos tienen en el punto de mira»

Una coronación y una magna procesión en la provincia, unidas a un abultado número de desfiles en la ciudad, ha sido el saldo arrojado en la diócesis al término del fin de semana en cuanto a la presencia en las calles de actos cofrades. Si este número se multiplica por cada uno de los fines de semana del mes, el balance indica que la cifra asciende a una ingente cantidad de salidas procesionales.

Es evidente que cada cual tiene sus razones a la hora de organizar un evento de estas características y que no todos son iguales, pero tendría que ser repensado el modelo de celebración de lo extraordinario ya que se ha terminado por convertir en algo ordinario. En la mayoría de las ocasiones bajo la justificación del anuncio de la fe, cuando se hace necesario que ese anuncio cale primero en los propios entes organizadores.

Bien conocida es la expresión del refranero español que afirma que «lo poco agrada, lo mucho enfada», o dicho de otra manera, «lo poco gusta, lo mucho cansa». Tengo la impresión de que el éxito nos está matando. Conste que soy cofrade, de hecho tengo mi asiento reservado para no perderme ni una de las imágenes que participarán en esa procesión a la vista, el magno Vía Crucis de las cofradías de la diócesis; pero considero que los límites se están excediendo en demasía y que, por tanto, hay que asumir las críticas que proceden de sectores que nos tienen en el punto de mira.

Quizá sería interesante buscar la originalidad, otras fórmulas a la hora de evangelizar. Y, por supuesto, tener presentes las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y, al menos, hacer una reflexión al hilo de ellas. El Papa Francisco señalaba en el número 70 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual: «Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular». Algunos promueven estas expresiones sin preocuparse por la promoción social y la formación de los fieles, y en ciertos casos lo hacen para obtener beneficios económicos o algún poder sobre los demás».

Además, el Catecismo de la Iglesia Católica recoge en el número 1676 lo siguiente: «Se necesita un discernimiento pastoral para sostener y apoyar la religiosidad popular y, llegado el caso, para purificar y rectificar el sentido religioso que subyace en estas devociones y para hacerlas progresar en el conocimiento del Misterio de Cristo. Su ejercicio está sometido al cuidado y al juicio de los obispos y a las normas generales de la Iglesia».

Si bien el papel de las hermandades y cofradías está siendo crucial para frenar el proceso de secularización en nuestra sociedad, se debe tener presente que se hace más imprescindible que nunca poner en relación las expresiones populares de la fe con los misterios centrales de la vida cristiana.

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