Saber estar
«En aquellas ocasiones en las que las nubes te impidan ver la luz, busca un resquicio para pensar y proceder con buen comportamiento»
Saber estar. Son dos palabras que encierran tanto… Saber supone conocer o dominar algo, tener cierta instrucción en cualquier ámbito. Estar, por su parte, hace referencia a encontrarse en un lugar, en una situación concreta. Así, las dos palabras unidas conforman una idea que, después de una reflexión, resulta tan interesante como difícil de ejecutar plenamente.
Saber estar implica una capacidad que no todo el mundo posee. Saber estar implica saludar, dar los buenos días, y también responder cuando otro se dirige a ti. La educación quizá sea la base de este concepto. Saber estar no es ser el centro de atención de una reunión, no es querer acaparar todas las miradas, ni tampoco perder la propia personalidad; sin embargo, las acciones dicen mucho de las personas. No es decir una cosa y hacer otra, prometer y no cumplir. Es ser y actuar de manera íntegra.
Hay que saber estar en una comida, en el trabajo, en toda situación que te brinde la vida en sociedad. De igual forma hay que saber estar a la hora de dirigir una institución, dispensando un trato igualitario a todos sus miembros y no actuando desde la arrogancia y el sentimiento (a veces resentimiento) individual, porque las personas pasan pero las instituciones permanecen.
Saber estar conlleva, cómo no, ir vestido de acuerdo a las circunstancias. Saber estar es tomar conciencia del entorno, es respetar a los demás, saber cuándo puedes hacer una visita o cuándo se debe notar tu presencia en la distancia, cuándo hablar o cuándo permanecer en silencio.
Saber estar es compartir risas en momentos difíciles, estar atento a las necesidades del prójimo sin que éste tenga que decírtelo; acompañarlo en sus días grises y soleados. Saber estar es mover cielo y tierra para acudir a un evento importante al que has sido invitado, es ser agradecido cuando alguien se ha acordado de ti. Saber estar no consiste en criticar, envidiar y juzgar sino en llegar cuando el otro necesita tu compañía.
En aquellas ocasiones en las que las nubes te impidan ver la luz, busca un resquicio para pensar y proceder con buen comportamiento. No permitas que la lluvia empañe tus ojos. No tengas pesadumbre ni des lugar a temer que arrepentirte de una mala actuación. Siempre, en cada acción y lugar, lo importante recae en saber estar.