Qué escándalo, la derecha quiere un Gobierno de derechas
Hay días en que el discurso de la amenaza ultraderechista alcanza cotas grotescas
El discurso sobre la amenaza ultraderechista ya no funciona, como acaba de mostrar Extremadura, pero tiene un inquietante tufo antidemocrático. Incluso cuando hasta provoca diversión, con una insistencia en el mensaje hasta límites grotescos. Como este pasado miércoles, cuando un titular del diario de referencia del socialismo, El País, pretendió dibujar las oscuras pretensiones de la derecha: «El PP deja claro que quiere un Gobierno de derechas con Vox». Qué escándalo, un partido de derechas quiere hacer un Gobierno de derechas en una región donde el 60 % de ciudadanos ha votado a la derecha. Después, el texto estaba aderezado con varias referencias a los ultras, como lo han estado las reacciones de los socialistas a su tremendo batacazo.
Pero no se trata de una peculiaridad nacional; la insistencia en la amenaza ultra es común a toda la izquierda europea y muestra tres rasgos. El primero, su lamentable intento de deslegitimación de todos los críticos de la izquierda. Que hasta nos llegue a provocar risa en algunos momentos no resta gravedad a la pretensión de convertir en ultra, o antidemocrático, o violento, a todo aquel que se sitúe en la derecha. No solo lo hacen con Trump, lo hacen con todos los Gobiernos o alternativas de derechas, con esta generalización del adjetivo ultra que pretende anular a los críticos.
El segundo es que también es un síntoma de crisis de la izquierda, que, a falta de argumentos, de ideas y de empuje electoral en todas las democracias occidentales, solo parece tener el mensaje de la descalificación y la deslegitimación. Es una buena muestra el tuit de Óscar Puente hace unas horas, con una fotografía de Feijóo y Mazón unida a otra de Franco y Millán-Astray, un ridículo intento de todo un ministro del Gobierno de España de fabricar la idea de lo ultra a través de evocaciones del pasado. Porque al socialismo que se está hundiendo en toda Europa no se le ocurre otra cosa que buscar su recuperación con mensajes de hace cien años.
Y el tercero, el más interesante, es que la estrategia está fracasando estrepitosamente. No hay más que ver el 60 por ciento de voto a la derecha en Extremadura, o lo que les está pasando a los socialistas cercanos, a los franceses, a los británicos, a los portugueses o a los alemanes. Que la campaña ha provocado una creciente indignación ciudadana contra ese intento de deslegitimación y de imposición del cordón sanitario. Un cordón sanitario de los herederos de las dictaduras comunistas que en algunos lugares como España resulta aún más escandaloso si cabe, cuando la izquierda lo hace en alianza con nacionalismos racistas y violentos.
El resultado es que parte de los insultados responde cambiando su voto socialista a Vox, y que hay encuestas en las que el PSOE camina hacia la tercera posición. Ya están en esa tercera posición sus partidos hermanos en las últimas encuestas de Alemania, del Reino Unido o de Portugal. Y lo que en España parecía inimaginable comienza a asomar en algunos lugares, mientras el PSOE pone tuits con la fotografía de Franco.