Razones de la ultraderecha
Todo apunta a que María Guardiola va a conseguir un triunfo holgado en las urnas. Y lo va a hacer, por primera vez, gracias al hundimiento en mayúsculas de un PSOE desnortado y con un candidato lamentable
Las elecciones autonómicas que se celebran hoy en Extremadura tienen una importancia fundamental. Posiblemente nunca en la historia el resultado de unos comicios extremeños vaya a analizarse como se hará esta noche. Mucho es lo que se están jugando los partidos en estas urnas, no sólo en clave autonómica, sino principalmente en clave nacional. Lo que suceda va a definir el calendario electoral de los próximos meses, marcado ya por convocatorias seguras en Aragón, Castilla y León y Andalucía. Habrá que ver si Sánchez sigue resistiendo.
Todo apunta a que María Guardiola va a conseguir un triunfo holgado en las urnas. Y lo va a hacer, por primera vez, gracias al hundimiento en mayúsculas de un PSOE desnortado y con un candidato lamentable. Pero como no todo es ideal parece que la victoria no va a ser de esas dulces de verdad. Y es que a la presidenta le va a tocar lidiar con un Vox que tira hacia arriba que se las pela aunque nadie sepa ni quién es su candidato. En el lado de la izquierda parece ser que Unidos por Extremadura va a capitalizar algo de la descomposición socialista, lo que a buen seguro se traducirá en qué Podemos incrementará su presión a nivel nacional.
De todos estos resultados el más llamativo es el del crecimiento de Vox. El partido de Abascal da igual a quien ponga al frente de sus carteles porque, realmente, lo que hace es captar un voto cada vez más descontento y enfadado con los gobiernos y los partidos tradicionales. Hay quien ve aquí una repetición del fenómeno que en su día protagonizaron Podemos y Ciudadanos, pero me tengo yo que el partido verde ha aprendido de los errores ajenos y en su estrategia ha habido una modulación importante en los últimos meses.
Pero, ¿por qué sube Vox? ¿Por qué un partido extremista gana cada vez más adeptos entre los jóvenes, en los cinturones industriales y, oh sorpresa, entre las mujeres? La respuesta no es sencilla, pero podemos dividirla en dos partes. La primera es que el PP ha perdido el respaldo de su ala más dura que no ve ni en Feijoó, ni en ninguno de sus candidatos -excepción hecha de Ayuso- una respuesta en condiciones a sus necesidades de orden.
En la izquierda la cosa es mucho más compleja y tiene múltiples derivadas. La primera es que sufre la abstención de cientos de miles de personas que están abochornadas y en absoluto se sienten representadas por un Gobierno en el que los casos de corrupción, acoso, nepotismo y satrapías varias son el pan nuestro de cada día. La segunda radica en la pérdida de un discurso propio y ajustado a la realidad que hace huir a las masas. Y es que mientras nos venden una economía que está que lo parte y una sociedad cada vez más igualitaria, los supermercados son establecimientos de lujo y los pisos un bien más en peligro que el lince ibérico.
A esto le podemos sumar que la tradicional defensa de las libertades individuales y el inconformismo que tradicionalmente identificaba a la izquierda ha desaparecido en manos de una inquisición de nuevo cuño que entiende que lo más progresista es no poder opinar ni hacer nada fuera del discurso oficial. Sepa usted que si disiente será un fascista o un ultra, términos que en otra tiempo sonaban a insulto grave y que hoy, a fuer de repetirlos, se han convertido en objeto de mofa y burla.
El laberinto de la izquierda se cierra en los ismos -feminismo, animalismo,etc..-, que también han perdido fuelle víctimas de su uso más panfletario que real. Y si no se lo creen vean los datos de las mujeres que se están trasladando al universo de Vox, que no me los he inventado yo.
Como se ve, no son pocas las razones que explican el auge de eso que llaman ultraderecha. Alarmante, seguro, para quienes nos sentimos huérfanos en este valle de lágrimas y vemos que la respuesta a ambos lados del océano político es la negación por la negación y el pasmo intelectual.
Sombrío panorama.