El Gran Herrrrrrrrrrrrrrrrmano
«Sólo por acumulación, este infernal avance de ruedecitas por las aceras y asfalto merece ya subir en la lista de los más ruidosos»
En Córdoba existe un ranking de ruidos. En el número uno, prácticamente indiscutible, tenemos al camión que recoge el contenedor de vidrios. Hace años trabajé en un hotel de la calle Romero. A veces, cuando al final de la madrugada llegaba el camión, el estruendo era de tal calibre que acudían algunos huéspedes alarmados a la recepción, preguntando qué era eso que casi les provoca un infarto cuando ellos estaban en plena fase REM con los ojitos moviéndose para arriba y para abajo soñando con los angelitos. Volver a la vigilia de esa forma se parece bastante a una tortura practicada en Guantánamo. En segundo lugar tenemos a los martillos hidraúlicos de las obras. En tercero a las motos de los canis, suponiendo que los canis sigan existiendo. Y sólo en cuarto lugar, diploma olímpico de la contaminación acústica, aparecían las maletas con ruedines.
Hace varios lustros empezaron a popularizarse estas maletas conforme el número de viajes aumentaba entre la población. Y el invento se extendió rápidamente y sin oposición. Hay que recordar que en los años 30 del siglo XX, cuando el comerciante Sylvan N. Goldman inventó el carrito de la compra, tuvo un notable rechazo por parte de la población masculina, que consideraba poco viril arrastrar este artilugio. El caso de la maleta no contó ya con oposición alguna, pese a que en muchas ocasiones resulta más engorroso arrastrarla que llevarla a peso. Encontrar a alguien tan macho que las alce en volandas es casi equivalente a la aparición premonitoria de un lince blanco. Esto convirtió a los cascos históricos y otras zonas de atracción turística en un constante vaivén de maletas arrastradas, muchas de ellas a horas intempestivas. Al rrrrrrrrrrrrrrr de primera hora de la mañana, les seguían legiones de rrrrrrrrrrrrrrrr’s a la hora de dejar las habitaciones, relevados por comandos de rrrrrrrrrrrrrrrrr’s que volvían a llenar los hoteles, y con la guinda de los rrrrrrrrrrrrrrrr’s de madrugada cuando alguna persona hacía una entrada tardía. Las bandadas de cotorras argentinas son aprendices al lado de este estrépito que jamás descansa. No hay minuto sin su rrrrrrrrrrrrrrrrr en estos lugares.
Pero con la proliferación de pisos turísticos la cosa va a rrrrrrrrrrrrrrrrrreventar. Hay pisos turísticos ya por todos los barrios, y no me extrañaría que pronto llegaran a Las Palmeras o Los Vikingos con un plus añadido de vivir el peligro marginal, dentro del género conocido como turismo de aventuras. Uno va por Fátima y rrrrrrrrrrrrrrrr, anda por Sagunto y rrrrrrrrrrrrrrr, camina por la Fuensanta y rrrrrrrrrrrrrrrr, pasea por Ciudad Jardín y rrrrrrrrrrrrrrrr, toma dirección a Santa Rosa y Valdeolleros y rrrrrrrrrrrrrr, tuerce por Huerta de la Reina y rrrrrrrrrrrrrr. Hay rrrrrrrrrrrrrrrrrr’s que salen de los portales. Otros rrrrrrrrrrrrrr’s directamente de los locales bajos transformados en mini-viviendas de paso. No hablemos ya de la Judería, San Basilio, Santa Marina, San Agustín o San Francisco.
Sólo por acumulación, este infernal avance de ruedecitas por las aceras y asfalto merece ya subir en la lista de los más ruidosos. Desde luego ha superado a las motos. Y quizá por asemejarse a una invasión casi a los martillos hidráulicos. ¿Podrá hacerle la competencia al camión del vidrio? Seguro que sí. Con la proliferación de hoteles y pisos turísticos, Córdoba será un inmenso paisaje de maletas arrrrrrrrrrrrrrrastradas, el paraíso de la erre sobre el suelo, un constante rrrrrrrrrrrrrrrrrrr donde ya no se oigan ni la cigarra ni el grillo, un rrrrrrrrrrrrrrrrrrrr superlativo y total, un alboroto general y absorbente por acarrear calzoncillos y bragas sucias en un caja para llevar el equipaje hasta hace nada inicua.
En una de su novelas, uno de los personajes de Chuck Palahniuk aseguraba que el verdadero Gran Hermano no procedía de la vigilancia con cámaras, sino que más bien era el omnipresente hilo musical.
Aquí tenemos a su digno sucesor: el Gran Herrrrrrrrrrrrrmano. Y este vino para quedarrrrrrrrrrrrrse.