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Le quitaron la etiqueta y colocaron una de diseño propio con el nombre Le château Colombier

Gastronomía

Cuelan un vino de 2,5 € en un concurso internacional y se lleva la Medalla de Oro

Una cata a ciegas reconoció al vino como «nervioso y rico, con limpios aromas jóvenes que prometen una agradable complejidad»

Los jueces del reconocido concurso internacional de vinos Gilbert & Gaillard aún no entienden cómo fueron engañados por On n'est pas des pigeons (literalmente, «no somos palomas», que al castellano sería algo así como «no somos tontos»). El programa de televisión pretendía demostrar que no podemos fiarnos de este tipo de certámenes y lo consiguió al inscribir, previo pago de 50 €, un vino barato camuflado como una botella de bodega de prestigio.

Tal y como reconoce Eric Boschman, sumiller y gran especialista del vino en Bélgica, «hay concursos anglosajones que están destinados a hacer dinero... La inscripción es muy cara, el transporte es muy caro, para conseguir medallas de broma.

Fue este el que decidió organizar una degustación para encontrar el peor vino que podía y designó como ganador a una mezcla de varios vinos europeos vendida por 2,50 € en un supermercado de la cadena local Delhaize. Le quitaron la etiqueta y colocaron, en su lugar, una de diseño propio que llevaba como nombre Le château Colombier, añadiéndole además una paloma como logotipo. Inventaron, incluso, una historia para el vino, afirmando que estaba hecho con variedades de uvas autóctonas en las Côtes de Sambre y Meuse (Valonia).

Para inscribirse, tan solo había que abonar 50 € y facilitar los resultados de un análisis en laboratorio del vino, para que se sepa su graduación y su tasa de azúcar, entre otras cosas. Este último requisito se puedo eludir fácilmente, ya que los organizadores del concurso no pagan sus propios análisis de laboratorio y no verifican los datos proporcionados por los productores de vino.

La buena presentación del vino y los comentarios excelentes de Éric Boschman sobre el mismo, fueron suficientes para que el jurado le concediera la Medalla de Oro tras una cata a ciegas en la que dijeron que se trataba de un vino «muy interesante, con color rojo granate brillante. Nariz tímida que combina frutas de hueso, grosellas, roble discreto. Paladar suave, nervioso y rico con limpios aromas jóvenes que prometen una agradable complejidad. Evolución sobre finas especias».

Como es lógico, la medalla influye en las futuras ventas del vino, que tras el premio pueden aumentar en un 15 % sus ventas. El ganador, además, puede sustituir sus pegatinas por otras que representaban su victoria para atraer y ganar más visibilidad.

La historia recuerda a las peripecias de Samy Hosni, un periodista que logró infiltrarse como jurado experto en otro concurso. El objetivo era el mismo que el de este programa de televisión: demostrar que ni los catadores que juzgan son de fiar ni este tipo de competiciones se basan en el rigor enológico sino económico.

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