
Dos cónyuges se dan las manos
Cómo vivir la castidad en el matrimonio
Si uno va buscando solo el placer, advierte la farmacéutica y experta en fertilidad Eva Corujo, «la sexualidad se rompe y eso en el matrimonio puede acabar en que se utiliza al otro»
La castidad es la integración lograda de la sexualidad en la persona, según explica el Catecismo de la Iglesia Católica; es decir, la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La virtud de los amantes, como la llaman, implica un aprendizaje del dominio de sí.
«La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer», continúa la doctrina, que también determina que la sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer.
Así, en el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos es un signo y una garantía de comunión espiritual. La castidad entre los cónyuges debería vivirse todos los días, indica Eva Corujo, farmacéutica y experta en métodos de conocimiento de la fertilidad. «Es una virtud que te hace mirar con belleza lo bueno del otro. No lo miras como un objeto de tu deseo, sino como una persona que desea ser amada», explica la también bioética y madre de siete hijos.
Según afirma, solo los esposos que son castos pueden entregarse. «Los esposos se miran y a lo mejor piensan que les encantaría tener una relación sexual en ese momento y lo que tienen que plantearse es que ese deseo les llama a la entrega, a dar todo lo que somos», incide. Con ese todo se refiere a vivir «la relación sexual plenamente, en esa fecundidad y posible fertilidad. Los esposos tienen que ser muy dueños de ellos mismos para valorar y decidir», argumenta en el pódcast Mantita y fe.
La castidad en el matrimonio se vive, según ejemplifica la experta en fertilidad, cuando uno de los dos está cansado o desganado. «No miras por ti mismo, buscando tu propio placer, sino que miras al otro y dices: 'esperamos, no pasa nada'», dice Corujo, quien también indica que otro de estos momentos en que se pone a prueba esta virtud es cuando «se da la relación sexual y la vives dando todo. Eso también es castidad, que al final es ser dueño de ti mismo para darte al otro».
Si uno va buscando solo el placer, advierte, «la sexualidad se rompe y eso en el matrimonio puede acabar en que se utiliza al otro». Sobre esto, la experta recuerda una frase de san Juan Pablo II, quien planteó que en las relaciones personales lo contrario de amar es usar. «La castidad en el matrimonio pasa también por ser paciente con el otro, y así se van añadiendo también otras virtudes, como la generosidad, acoger al otro y mirar con compasión», concluye la farmacéutica.
¿Cómo enseñarlo a los hijos? Explica Corujo que una buena manera de ello es hacerles practicar la paciencia desde pequeños y que aprendan a esperar. «Le estás abriendo el camino para que puedan vivir la castidad, porque les haces ser dueños de lo que les apetece y no», indica.