Una madre hablando con su hija adolescente
Consultorio Familiar
¿Qué puedo decirle a mi hija de 16 años si no me parece bien cómo va vestida?
El orientador, conferenciante, escritor y mediador familiar José María Contreras Luzón responde a las preguntas de los lectores de El Debate, en este caso, sobre la educación en el pudor.
Tengo una hija con dieciséis años, que lleva un tiempo con la moda de salir de casa cada vez más ligera de ropa. A mí no me gusta nada, pero no sé qué decirle. Ella es muy buena chica, pero creo que se está equivocando. ¿Me puede decir algo que me ayude?
Su situación es muy frecuente en las familias. Por mi experiencia con otros padres, es muy probable que su hija haya empezado a vestir así para gustar más a los chicos y estar a la moda, para reafirmarse como mujer. Cosas que por sí mismas no son malas. Pero entiendo que lo que usted quiere decir es que, como me decía una madre, «se puede ir guapa sin provocar».
Cuando la mujer se viste para estar guapa, y un hombre la mira y desde el respeto le dice «qué guapa», la está admirando como persona. Pero cuando la mujer empieza a vestir con menos ropa para gustar el hombre, este deja de decir «qué guapa», para decir que «está buena». Y cuando se dice eso, lo que se está admirando es el cuerpo, como objeto sexual, no a la persona. Se la ve como más como una cosa. Y eso no es bueno, porque, entre otras cosas de ahí a la falta de respeto hay un paso. Y su hija, en el fondo, lo sabe.
De alguna manera, toda persona, con la forma de vestir, estamos diciendo cómo queremos que nos traten. Y, aunque su hija no lo sepa ni se dé cuenta, también decimos qué tipo de personas queremos que se nos acerquen. Porque no es lo mismo ir vestido de una forma que de otra. La vestimenta es en cierto modo un código social.
La decencia, palabra que habrá que poner de moda otra vez, es una delgada línea que permite pasar de admirar a una persona como lo que es, como persona, a mirarla como lo que aparenta, o sea, cosificándola como un objeto. Y cuando una mujer gusta sólo por lo corporal, es muy probable que se la esté viendo como cosa. Las estadísticas de salud mental en adolescentes, y la validación que muchos jóvenes buscan a través de su físico en redes sociales, son una buena prueba de que lo que digo, aunque parezca pasado de moda, es cierto.
Ya sé que muchas mujeres dicen en público, en los medios de comunicación y en las redes sociales, que lo quieren es que las deseen. Es su problema.
En realidad, son a las que primero se les pierde el respeto y las que menos queridas se sienten con el paso del tiempo. Porque, en el fondo, aceptar mostrar más cuerpo o sexualizar la vestimenta para gustar a los demás, buscar su validación a través del físico, aceptar que lo mejor que podemos ofrecer es lo que se nos ve –y algo que además es tan caduco como el cuerpo–, cosificándonos, es perderse el respeto a uno mismo. Y si tú te pierdes el respeto, los demás también lo harán, tarde o temprano.
Que lo haga todo el mundo no es una excusa. A una adolescente, se le debe explicar algo que ya sabe: que el varón se suele excitar con la vista; y aunque a la mujer le parezca que eso es una tontería, porque no lo entienda o a ella no le pase de igual modo, ocurre igual.
Yo veo a muchas parejas que tienen problemas de relación precisamente porque su noviazgo ha estado basado en el cuerpo, y no se han conocido para ver si el otro es la persona con la que quiero compartir mi vida.
Y el físico sigue la ley de los rendimientos decrecientes, que dice que lo que al principio encanta, a base de acostumbramiento deja de gustar, y deja de llamar la atención lo que antes era muy emocionante.
Si uno toma todos los días la misma comida, al final termina no gustándole. Si la relación se basa sólo o sobre todo en lo que se ve, al final ya no gusta tanto y quiere uno ver otras cosas. Mucha gente adulta lo expresa diciendo «a mí ya no me gusta mi mujer como mujer, o mi marido como hombre».
Dicho de otra manera: me he cansado de físico... y quiero otro físico. Siguiendo el ejemplo anterior, no es que no me guste comer, es que no me gusta esta comida, porque ya me he cansado de ella.
En las relaciones afectivas, o se profundiza en el conocimiento de la persona, o es muy posible que esa relación tenga, antes o después, fin y termine aburriendo. Y aunque su hija aún es muy joven para vivir todo ello, o para darse cuenta de todas las repercusiones que en su futuro tienen los actos del presente, es importante que vaya «entrenando» su corazón, su cuerpo y sus hábitos.
Porque puede ponerse guapa para ir a la moda y gustar a los demás, pero sabiendo que la ropa implica un código social, que atrae o rechaza a las personas, que proyecta una imagen de nosotros, y que la decencia ayuda a respetarse a uno mismo, sin cosificarse, para hacerse respetar por los demás.
* José María Contreras Luzón es escritor, conferenciante y asesor personal y familiar. Su email para consultas de pareja y familia es: conluz2000@gmail.com