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Andrea Gagliarducci

La Federación Europea Pro Familia ha sido excluida de los fondos europeos. ¿El motivo? Es anti-género

La Federación de Asociaciones Familiares Católicas de Europa, según la Comisión Europea, contraviene las «medidas para la igualdad de la UE» y la deja fuera de los fondos económicos. Algo que supone una «discriminación ideológica», según el presidente de la Fafce, Vincenzo Bassi

Ursula von der Leyen

Ursula von der LeyenDPA vía Europa Press

La Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, en su punto 33, garantiza la protección de la familia en los planos económico, jurídico y social. Entonces, ¿puede una federación de asociaciones que hace de la promoción de la familia el centro de su labor quedar excluida de los fondos para proyectos europeos?

Pues eso es precisamente lo que le ha ocurrido a la Fafce, la Federación de Asociaciones Familiares Católicas, que en los últimos años ha visto cómo la Comisión Europea rechazaba varias solicitudes de financiación europea para proyectos estructurados, precisos y que –según la documentación– en algunos casos habían recibido evaluaciones positivas en todos los aspectos, desde la metodología del proyecto hasta la elaboración del presupuesto.

Todo estaba en orden, cabría pensar. Pero no. Porque la Fafce sitúa en el centro a la familia formada por un hombre y una mujer. Y por este motivo se han rechazado sus solicitudes de acceso a fondos europeos.

En una evaluación se lee que «la información limitada sobre las disparidades de género en la participación en organizaciones de la sociedad civil podría limitar la difusión del análisis de las cuestiones de género, y la comprensión de cómo se abordan las barreras de participación en distintos grupos demográficos».

La misma evaluación acusa que «el enfoque podría contravenir las medidas en favor de la igualdad de la Unión Europea». Dos juicios tajantes que penalizan las valoraciones en un 30 %.

«Se trata de una discriminación ideológica, a pesar de que la Fafce, en estos años, siempre ha promovido el diálogo, ofreciendo además un punto de vista competente sobre cuestiones económicas y sociales de relevancia europea», ha denunciado Vincenzo Bassi, presidente de la Fafce.

Y añade: «La evaluación de los proyectos europeos se basa en frases no argumentadas, sustentadas en prejuicios sobre el modelo familiar. Se critica el enfoque family-friendly, a pesar de que también se valoran positivamente las acciones inclusivas, como el previsto alcance a jóvenes rurales y marginados a través de las redes familiares».

En definitiva, poco tiene esto que ver con responder al invierno demográfico europeo. El continente prefiere centrarse en las cuestiones de género, planteadas en términos de igualdad, antes que en la promoción del modelo familiar.

Por ese motivo, Bassi lamenta que así se penaliza un modelo «centrado en la familia», porque las propuestas de la Fafce proponen a las familias como instrumento de inclusión social, red de protección –había incluso todo un capítulo sobre la educación digital de los menores–, y base para las políticas de defensa.

Ante el invierno demográfico europeo, el continente prefiere centrarse en las cuestiones de género, planteadas en términos de igualdad, antes que en la promoción del modelo familiar.

Es la enésima deriva de un continente que ha dado prioridad a las directrices de género y que hoy se encuentra en una crisis de identidad sin precedentes. La Comisión critica las redes familiares basándose en supuestas «salvaguardas antidiscriminación» y llega incluso a exigir una «neutralidad» de la familia, negando el papel primordial de esta en la sociedad.

A esto ha llegado la propaganda pro género, tan omnipresente que se ha convertido en un punto imprescindible no sólo de las políticas europeas: incluso cuando se debatió en las Naciones Unidas el Pacto Mundial sobre Migración se ejerció presión para incluir la dimensión de género en la definición de «refugiados», con el riesgo de crear una subcategoría de refugiados, definida en función de su orientación sexual.

Pero quienes pagan las consecuencias de esta presión internacional son las organizaciones con pocos medios, pero de gran impacto, como la Fafce. Fundada en 1997, la Fafce es la única entidad acreditada ante el Consejo de Europa que se ocupa de la familia, y sigue siendo la única que tiene el término «católica» en su denominación oficial entre las ONG que se ocupan de la familia en la Unión Europea.

Su red de asociaciones familiares (una treintena en 20 países), su enfoque orientado desde la Doctrina Social de la Iglesia y a la familia como pilar de la sociedad han permitido a la Fafce navegar y crecer a pesar de las grandes dificultades.

Hoy en día, la Federación no sólo paga el hecho de ser una realidad que, aunque importante y representativa, cuenta con recursos muy limitados, sino también el hecho de encontrarse en la situación de tener que luchar contra los gigantes de la ideología de género, tan bien financiados (probablemente también con fondos europeos) y representados a todos los niveles, que han llegado a definir un nuevo vocabulario del ser humano, y que juzgan a todos en función de su adhesión o no a ese vocabulario.

Las asociaciones familiares luchan contra los gigantes de la ideología de género, tan financiados (probablemente con fondos europeos) y representados a todos los niveles, que han llegado a definir un nuevo vocabulario del ser humano

Para la Federación de Asociaciones Familiares Católicas, ahora, el reto es la supervivencia. Pero si para la federación la supervivencia es algo práctico, cabe preguntarse qué ha sido de los grandes valores europeos. Si se discrimina a las familias, se discrimina a toda la sociedad.

Este artículo ha sido publicado previamente en el medio italiano Il Foglio, vinculado a la Fafce.

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