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Permitir medidas como auriculares de cancelación de ruido mejora la vida escolar de los niños con autismo

Permitir medidas como auriculares de cancelación de ruido mejora la vida escolar de los niños con autismoAlan Mazzocco / iStock

Partes, castigos... los errores de los colegios que perjudican a los niños con autismo y a sus familias

Lidia Arroyo Navajas, de la Universidad Internacional de Valencia, advierte contra las prácticas dañinas que aplican los centros y que lastran el desarrollo y la vida familiar de los niños con autismo.

Las familias que tienen un hijo con Trastorno del Espectro Autista (TEA) saben que cualquier avance en la autonomía, confianza y desarrollo del niño, por pequeño que sea, supone un gran logro que no se alcanza sin sacrificios y grandes dosis de paciencia.

Por ese motivo, cuando los centros escolares llevan a cabo alguna mala praxis con este tipo de alumnos, el retroceso puede lastrar al menor y echar por tierra sus esfuerzos, y los de la propia familia, durante meses.

Así lo explica la investigadora de la Universidad Internacional de Valencia, y docente en la facultad de Educación, Lidia Arroyo Navajas, en un reciente artículo publicado en el portal especializado The Conversation.

Esta experta denuncia un error de base: la frecuencia con que desde los colegios e institutos se confunde una crisis de desregulación con una mala conducta. «Incluir de verdad a los niños con autismo supone tener en cuenta sus particularidades y aplicar estrategias y normas adaptadas a ellos», sin recurrir a «castigos automáticos» que solo agravan el problema.

Cuando el «parte» sustituye al apoyo

La cadena de la que habla Arroyo es, por desgracia, conocida por muchas familias: ante un meltdown (similar a una pataleta) o un shutdown (un ensimismamiento casi hermético), llegan los partes, las expulsiones del aula, los apercibimientos en público y las llamadas a casa.

«Existe cierta confusión entre las explosiones emocionales debidas a la sobrecarga sensorial o emocional, y las conductas maleducadas o desafiantes. En el alumnado autista son frecuentes las crisis de desregulación, respuestas no voluntarias a la sobrecarga sensorial o emocional. Y cuando el profesorado no está formado en autismo, tiende a leer la desregulación como desobediencia», explica.

Algo que desemboca en un agravamiento del TEA no sólo en el centro, sino también en el hogar. «Algunas madres con las que hablo en mi consulta –explica– relatan que tardan más de dos horas cada mañana en lograr que su hijo se vista y salga de casa. Esta resistencia no es fruto de desobediencia, sino de ansiedad provocada por entornos que los niños con esta neurodivergencia experimentan como inseguros y abrumadores».

Algunas madres relatan que tardan más de dos horas cada mañana en lograr que su hijo se vista y salga de casa, no por desobediencia, sino por la ansiedad que experimentan antes de ir al colegio

Según apunta Arroyo, «es fundamental entender que muchos niños con autismo no obedecen, se levantan de la silla o intentan salir del aula no para desafiar, sino porque no entienden lo que ocurre o existe una sobreestimulación sensorial que el adulto no percibe».

Por ejemplo, tras un ruido intenso o un cambio imprevisto, «el alumno puede taparse los oídos, gritar o esconderse; en lectura silenciosa, en cambio, puede bromear para llamar la atención aun sin señales de sobrecarga».

Para evitar tratar de corregir el trastorno de conducta con castigos, partes y sanciones, Arroyo reclama «protocolos específicos y apoyos razonables» (como espacios tranquilos, tiempos de autorregulación, y anticipación de cambios) antes que optar por medidas punitivas que pueden ser necesarias con el resto de los alumnos.

Esencial colaboración con la familia

Además, la experta señala un último error frecuente: no contar con la familia.

En los niños con autismo, la coherencia y la previsibilidad son esenciales. Por eso, coordinar rutinas, compartir anticipaciones, permitir auriculares de cancelación de ruido, o pactar señales y documentar y respetar cuáles son los desencadenantes comunes, son pasos muy sencillos y eficaces que, sin embargo, no siempre se respetan en los colegios e institutos.

«Cuando el entorno escolar se vuelve intolerable, muchas familias optan por ausencias intermitentes, adaptaciones horarias o incluso desescolarización temporal. Estas decisiones, lejos de ser respetadas, comprendidas y acompañadas, desencadenan la apertura de protocolos de absentismo, con el consiguiente señalamiento institucional», lamenta Arroyo.

Y concluye: «Ubicar alumnos autistas en aulas ordinarias sin ajustes ni comprensión es una forma encubierta de exclusión. La escuela debe ser un entorno que proteja, comprenda y acompañe. Es urgente revisar el modelo educativo desde una mirada ética y estructural, porque están en juego los derechos, la salud y la dignidad de miles de niños y sus familias».

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