El bodeguero Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga
El bodeguero español que no habla con Siri pero produce el mejor vino de mundo
Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga ha conseguido una proeza única en España, se ha alzado con el Oscar mundial del vino
El conde de Creixell y barón de la Pobadilla dice que no habla con Siri, ni falta que le hace, pero elabora el mejor vino del mundo, el Rioja Castillo Ygay de 2010. Y eso no hay metaverso, ni criptomoneda, ni androide que lo supere. El abuelo de Carlitos Alcaraz siempre le decía que tenía que poner cabeza, corazón y cojones para ganar. Y eso es exactamente lo que lleva poniéndole a su vida el bodeguero Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga desde los quince años. El empresario ha conseguido una proeza única en España, se ha alzado con el Oscar mundial del vino. Y en esta semana ha conseguido una remontada que emula la proeza de Alcaraz y la del Madrid. Sé que si no fuera colchonero, vestiría de blanco: «Ser del Atleti me ha hecho luchador. Tengo la piel más dura que los demás porque hemos llegado a muchas finales y no hemos tocado la Copa. Eso es una demostración de resiliencia».
Esa resiliencia al conde de Creixell le ha dado sus frutos. El lunes, la presidenta Díaz Ayuso, le ponía en la solapa la Cruz de la Orden del Dos de Mayo de Madrid por ser «la primera familia bodeguera madrileña que, a través de marqués de Murrieta ha hecho del vino, que es cultura y salud, el mejor del mundo». Para Vicente que, en ese acto de imposición, recibió en la misma cajita dos; una grande para exhibirla en ocasiones solemnes y otra más pequeñita para el día a día, se sintió «orgulloso como madrileño y empresario para seguir llevando el nombre de España por todo el mundo». A esta distinción se une que, durante toda la semana, los mejores tenistas del mundo compiten en el Open de Tenis que se juega en la Caja Mágica de la capital, donde se beben 18.000 botellas de sus cotizados vinos y Vicente se encarga, mientras que los distribuidores más importantes del mundo ven ganar a Nadal o a Alcaraz, que vayan tomando nota de lo que se cuece en España «para nosotros es un honor que cuenten con nuestros vinos cada año en uno de los eventos deportivos más importantes internacionalmente». Y por si esto no fuera suficiente, su Castillo de Ygay es nombrado el mejor vino del mundo. Esto es jugar y ganar la Champion. «Cuando hace 25 años falleció mi padre y me quedé solo al frente de la bodega, uno de mis sueños era conseguir que algún día un vino de marqués de Murrieta, que cuenta con 170 años de historia, fuese el mejor del mundo».
Vicente Dalmau es madrileño, su condado, Creixell, es catalán, la baronía, Pobadilla, aragonesa, veranea en el pazo gallego de Barrantes y ha estudiado en Navarra e Inglaterra. Es, en sí mismo, una alianza de las civilizaciones, «mis padres han sido los pilares de actuación toda mi vida. De ellos he recibido un mensaje de esfuerzo continuo. He vivido pruebas infinitas de extrema dificultad y mi educación ha sido estricta y austera. Hago mía la frase «Gracias, Dios mío, porque en la vida todo me ha sido difícil». «Me he forjado en la dificultad y eso me ha hecho más fuerte y constante».
Uno de los mantras que repite con más insistencia, aunque yo no lo traslade al texto, es el agradecimiento a su familia y a su equipo. Eso incluye a todos los trabajadores que hacen posible la mutación de humilde uva a vino excelente. Y es consciente del valor del equipo porque tenía quince años cuando acompañaba a su padre a trabajar. Su prematura muerte, a los cuarenta y siete años, le llevó a tomar las riendas de los negocios y de la familia, donde su madre ejercía un matriarcado y su hermana Cristina es su báculo en el que Vicente se apoya. Eso no le reprime de sentir el vértigo por haber conseguido el sueño de ser el mejor del mundo. Por cierto, a las pocas horas de conocerse la noticia, el primero en felicitarle fue el Rey Juan Carlos desde Abu Dabi.
–Señor Conde, la nobleza consideró ordinario trabajar. Usted no parece hacerle honor a la costumbre
–Si fuese así, posiblemente sería el hombre más ordinario del mundo. Mi padre me puso a trabajar con quince años, acabé la doble licenciatura con veintitrés y al año estaba al frente de sus negocios. Toda mi vida me he dedicado a generar valor añadido trabajando. Si todos, nobles y no nobles, nos dedicáramos a generar ese valor, este país sería un gran líder mundial.