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Carmen Duerto
Carmen Duerto

El inusual regalo que recibió Victoria de Marichalar en su puesta de largo

La hija de la Infanta Elena va con el año. Nació con el cambio de siglo, en el 2000. Y de ahí que se debata entre el pasado y el futuro, el linaje y el metaverso

Actualizada 16:13

Victoria Federica Marichalar

Victoria Federica Marichalar, en una imagen de archivoGTRES

Habla despacio, piensa mucho sus respuestas si no te conoce y en esas circunstancias es casi monosílaba, pero eso muta a dicharachera si está en su zona de confort con su gente o ha vencido la barrera de la desconfianza. Timidez por precaución. Con su reducido grupo de amigas, esas con las que hizo su primer viaje por Europa solas con la mochila en el Interrail o las que han llegado, influencers, más tarde para quedarse y que la han ayudado a dar el paso de dedicarse al influencismo con todas sus consecuencias es Vic.

Lo primero que llama la atención a los que la ven por primera vez, es su altura y lo espigada que es, luego su mirada con esos ojos tan redondos y casi siempre ahumados, que no sabes si es tristeza o felicidad. Es educada, pero esquiva; es simpática, pero distante, especialmente con la prensa, con la que vive entre el amor y el desencanto. La actitud distante de sus padres con respecto a los medios de comunicación no ha ayudado a que haya normalizado su trato y a sus 24 años, y después de haber requerido ayuda especializada para afrontar sus problemas, se encuentra en ese momento en el que comienza a saber tratar sus miedos, sus hater y sus incertidumbres con distancia y resiliencia.

El influencismo, la apertura de sus redes sociales hace tres años, la expuso al escrutinio público aún más si cabe. Vic es conocida desde seis meses antes de nacer, cuando la Infanta Elena anunció su embarazo. Los meses anteriores a la abdicación y exilio de su querido abuelo, el único que ha conocido y con el que está profundamente unida y los conflictos judiciales de los Urdangarin-Borbón con cárcel incluida a su tío Iñaqui o el cese de la convivencia de unos padres que no se trataban, le pillaron en la niñez y adolescencia. Eso pasa factura en el carácter, en la desconfianza y en la vida. Ha escuchado acusaciones graves sobre miembros muy queridos de su familia, figuras lejanas para el común de los mortales a las que se les daba por hecho que gozaban de privilegios en la misma proporción en la que debían de ser honrados, y que para ella son su padre, su abuelo Don Juan Carlos, su tío Iñaqui o su querida tía, la Infanta Cristina.

Esas circunstancias unidas a ser la quinta en la línea de sucesión al trono, pero sin ningún salario o sin responsabilidad social o civil, más allá de que su comportamiento puede afectar a la familia real, la coloca en esa –por un lado, difícil– segunda línea que, por otra parte, tiene la ventaja de la ausencia en tediosos compromisos oficiales y la rentable relevancia social que ahora le permite llevar una economía muy saneada. Las cifras que recibe son muy altas por asistir a eventos, promocionar artículos fabulosos o aceptar viajes de ensueño, simplemente por ser quien es. El apellido le abre muchas puertas con tremenda facilidad y una serie de planes y oportunidades que muchas jóvenes de su edad ni podrían imaginar.

Pero también se le achaca que no haya aprovechado sus oportunidades para conseguir una buena formación académica, por no tener un oficio al uso, pero ahora ser influencer es un trabajo. Y la moda su pasión desde pequeña, cuando la veíamos esconderse en las piernas de sus padres con un inseparable calcetín que se metía en la boca. Jaime Marichalar solía viajar con sus hijos a París «porque allí estamos más tranquilos» me contaba hace años y también aprovechaba para introducir a su hija en el fascinante mundo de la Alta Costura.

Victoria Federica durante un festejo taurino correspondiente a la Feria de Abril en Sevilla

Victoria Federica durante un festejo taurino correspondiente a la Feria de Abril en SevillaGTRES

Gracias al dominio de varios idiomas, Victoria se desenvuelve muy bien. Su madre la introdujo en la hípica, los caballos, los concursos, las fincas, el campo y los toros, junto a su querido abuelo el Rey Juan Carlos que también tuvo algo que ver en su formación náutica y por mucho que la abuela Sofía no sea fan de los toros, ha podido más el gen Borbón.

Sin embargo, adora a los perros y a los caballos como la Reina y menos a los cerdos vietnamitas, aunque recibiera uno como regalo en su puesta de largo. Adora las palmeras de chocolate, trasladarse en patinete y un buen restaurante. Los bolsos vintage y alguna joyita recibida de sus abuelas y especialmente de la elegante condesa de Ripalda, como el Chanel negro que durante un tiempo lució casi como un amuleto, son sus tesoros de fondo de armario. Le ha costado dar el paso, pero ahora, desde su atalaya de fama, acepta participar en un programa de televisión con la misma facilidad que ser portada o madrina de un acontecimiento sevillano y exhibirse en carroza en un coso taurino.

Ella, en su circulo donde no desentona porque sabe navegar, hacer surfing, jugar al tenis, al pádel, montar a caballo, torear una vaquilla, esquiar, tocar el piano, bucear o pinchar discos, que forman parte de sus planes de ocio de su mundo social, sin ser virtuosa en nada, es imprescindible aunque su habilidad principal; es ser Victoria Federica Marichalar Borbón, quinta en la línea de sucesión al trono, nieta y sobrina de reyes, influencer para más de 291.000 seguidores y magnífica portada de este mes de septiembre de la revista Harper’s Bazaar, donde dejó el mejor de los recuerdos entre el equipo. Llegó al plató de Hearst con sus dos managers, puntual a las nueve de la mañana, picó del catering, no esquivó preguntas, se puso prendas de Roca Rey y se iba casi al caer el sol.

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