Cari Lapique, en una imagen de archivo
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El destino que ha elegido Cari Lapique para su primer verano sin su marido y su hija
Después de perder en apenas unos días a su marido, Carlos Goyanes, y a su hija Caritina, Cari Lapique ha decidido no volver, al menos por ahora, a Marbella, el destino que durante años fue sinónimo de veranos felices
Tras un 2024 marcado por el dolor más profundo, Cari Lapique vuelve a mirar al verano con una mezcla de necesidad, prudencia y un anhelo sereno de paz. Para ella, siempre ha sido una estación luminosa: de reencuentros, vida compartida y pausas necesarias. Pero este año no puede —ni quiere— ser igual. En agosto pasado, durante sus vacaciones habituales en Marbella, perdió a su marido, Carlos Goyanes, a los 79 años. Pocos días después, en ese mismo lugar, falleció también su hija Caritina Goyanes, con solo 46. Dos tragedias consecutivas que desgarraron su mundo y el de quienes la rodean, dejando una herida difícil de cerrar.
Marbella, durante décadas sinónimo de descanso familiar, tardes en la piscina con sus nietos y celebraciones privadas frente al mar, hoy le resulta emocionalmente insoportable. Demasiado cargada de ausencias. No volverá este año. Lo ha confirmado ella misma en conversación con Vanitatis: necesita cambiar de aire, de energía, de coordenadas emocionales. Y lo hará. Dividirá su verano entre Mallorca y Sotogrande, dos lugares que, por distintas razones, le brindan justo lo que necesita: privacidad, cariño cercano y una belleza serena, sin artificios
Por un lado, la isla balear, donde estará acogida por su hermana Myriam Lapique. En concreto, se instalará en la Bahía de Pollença, al norte, un enclave sereno, alejado de las rutas más transitadas, rodeado de naturaleza y mar en calma. Allí se levanta la ya conocida Villa Cortina, la casa que Myriam compartió con el empresario Alfonso Cortina, fallecido en 2020. La propiedad, de más de 2.800 metros cúbicos y ubicada en una parcela de 4.600 metros cuadrados, es hoy un remanso de privacidad, aunque no siempre lo fue.
En 2007, la construcción del chalet —en un área ambientalmente protegida de Formentor— desató una fuerte polémica. Su vecino, el empresario José Antonio Martínez Sampedro, por entonces socio mayoritario de Codere, denunció el impacto ecológico del proyecto. El litigio se alargó durante meses, hasta que un juzgado terminó legalizando la vivienda. Hoy, ese capítulo está cerrado, y la casa se ha convertido en un refugio elegante, discreto y lleno de historia. Un espacio perfecto donde la matriarca del clan Goyanes-Lapique podrá volver a respirar con algo de calma.
El otro escenario elegido para este verano es uno de los enclaves más exclusivos del sur de España, un lugar que conoce al detalle y donde se siente como en casa. Allí, entre urbanizaciones tranquilas y rincones discretos, encuentra amigas de siempre, cenas relajadas en restaurantes de confianza —como el Trocadero Sotogrande, donde es una presencia habitual—.
Pero su proceso de reconexión emocional no ha comenzado en julio. Hace apenas unas semanas, dio el pistoletazo al verano en Grecia, concretamente en la isla de Paxos, acompañada de su círculo más íntimo. Aguas turquesas, cocina local, paisajes serenos y, sobre todo, mucho cariño, fueron el hilo conductor del viaje.
Carla Goyanes se ha convertido en el mayor apoyo de su madre
Antes, en mayo, también se regaló una escapada a Marruecos, repartida entre La Casa Abracadabra y el icónico hotel La Mamounia, en Marrakech. En esa ocasión, viajó junto a su hermana y su inseparable «pandilla»: Mercedes Bohórquez Domecq, Mar Maestre, Patricia Alexander o Rodrigo Montojo (Coco), entre otros.
Para la socialité madrileña, viajar no es huir, sino sostenerse. Una forma de rodearse de afectos, de mantenerse en movimiento, de reencontrar belleza incluso en medio del duelo. El motor que la empuja, sin duda, sigue siendo su familia. En abril viajó a Disneyland París junto a su hija Carla Goyanes y sus nietos. Compartieron días de ilusión, abrazos y sonrisas que, aunque no borran el dolor, ofrecen consuelo.