Cari Lapique
Así vive Cari Lapique el verano más triste de su vida
En agosto se cumple un año de la muerte de Carlos Goyanes y Caritina
La herida por la muerte de una hija nunca sana. Y si la pérdida coincide además con la de su marido, el dolor no se puede definir. Cari Lapique se enfrenta a su verano más amargo, a punto de cumplirse el primer aniversario de la muerte de Carlos Goyanes y Caritina Goyanes. El primero falleció el 7 de agosto y ella, el 26 de ese mismo, cuando tenía solo 46 años.
Cari Lapique vive, por tanto, su verano muy triste. «¡Por fin con los Bengus de vacaciones!», comentaba con una mezcla de alivio y ternura en su perfil de redes sociales. Así llama, de forma cercana y simpática, a la familia Benguría, el clan del marido de su hija Carla Goyanes. Esa frase no es solo una celebración por estar juntos, sino también un respiro emocional tras el año más duro que ha vivido esta familia.
En las fotos compartidas en redes, no solo se ven imágenes bonitas de una familia unida, sino también una necesidad real de parar, respirar y compartir tiempo. Aparecen Carla Goyanes y Jorge Benguría, muy cómplices, rodeados de sus tres hijos: Carlos, de 13 años; Santi, de 10; y el pequeño Beltrán. Todos visten ropa veraniega, con gorros de paja, gafas de sol y una energía que mezcla descanso con ternura. Son postales de un verano distinto, que no busca solo diversión, sino también un poco de paz.
Carlos Goyanes murió mientras dormía en su casa de Marbella, a los 79 años. Un hombre discreto, elegante y muy querido por su familia. Su pérdida dejó una huella profunda. Marbella, especialmente su casa en la urbanización Guadalmina, era su refugio habitual en los veranos, donde disfrutaba de largas estancias con los suyos.
Pero lo más devastador llegó apenas veinte días después. El 26 de agosto de 2024, la tragedia volvió a golpear con una fuerza imposible de asimilar: Caritina Goyanes, hija mayor de Carlos y Cari, fallecía de forma repentina, a los 46 años, a causa de un paro cardíaco. Su muerte dejó a todos sin palabras. Nadie lo esperaba. Nadie estaba preparado.
Dado el significado de estas fechas, no se descarta que la familia se reúna para pasarlas juntos, aunque por ahora no hay nada confirmado. En muchas familias, el primer aniversario de una pérdida suele marcarse con una misa, y de celebrarse, lo más probable es que sea en Madrid, donde tienen sus raíces y su círculo más íntimo.
Desde entonces, la familia Goyanes Lapique vive marcada por esa doble ausencia. Por eso, este verano no es uno más, ni se trata simplemente de «irse de vacaciones», sino de buscar consuelo, refugiarse en los afectos y permitirse llorar, recordar... y también sonreír.
Carla Goyanes y Miriam y Cari Lapique, en el funeral de Cari Goyanes
Dicen que el mar lo cura todo. No borra el dolor, pero lo alivia, aunque sea por momentos. En julio, Carla y Jorge viajaron a la campiña inglesa para recoger a sus hijos tras un campamento. Fue un reencuentro lleno de emoción, de esos que hacen que lo demás pase a un segundo plano. Después, pasaron por el País Vasco con Cari, disfrutando de paisajes tranquilos y comidas en familia.
Ahora, ya instalados en un destino de playa, pasan unos días muy necesarios. Este verano es diferente. No se trata solo de descansar, sino de agarrarse al presente, dejar que los recuerdos pesen un poco menos y rodearse de todo lo que aporta calma. El mar, los niños jugando, las comidas largas, los paseos al atardecer… Son pequeños gestos que, después de tanto dolor, se sienten como un verdadero bálsamo para el alma.