Ana Obregón ha publicado en su perfil de Instagram esta imagen junto a su padre
El pasado empresarial del padre de Ana Obregón y su vínculo con Jeffrey Epstein
La actriz ha reconocido que mantuvo una amistad con él cuando vivía en Estados Unidos a comienzos de los años ochenta
Las últimas declaraciones de Ana Obregón han vuelto a poner el foco en su relación pasada con Jeffrey Epstein, el financiero estadounidense posteriormente identificado como depredador sexual, que murió en 2019 en una prisión de Nueva York mientras esperaba juicio por delitos de tráfico de menores.
La actriz ha reconocido que mantuvo una amistad con él cuando vivía en Estados Unidos a comienzos de los años ochenta, pero ha negado de forma rotunda que existiera cualquier vínculo económico entre Epstein y su familia. Obregón ha explicado que en aquel momento desconocía quién era realmente y qué acabaría saliendo a la luz años después. «Me repugna haber sido su amiga», afirmó, dejando claro el rechazo que siente hoy hacia esa etapa de su vida.
Este reconocimiento personal coincidió con la publicación de diversas informaciones en la prensa estadounidense y con la difusión de referencias incluidas en los conocidos como papeles de Epstein, un amplio conjunto de documentos judiciales custodiados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos. En ellos se apunta que Epstein empezó a construir su fortuna realizando gestiones financieras para familias con grandes patrimonios, entre las que se menciona a la familia Obregón.
Para contextualizar esa relación, la presentadora ha explicado que se remonta a su etapa en Nueva York, adonde se trasladó para estudiar interpretación. En su autobiografía Así soy yo contó que conoció a Epstein a través de un amigo común y que, en aquel momento, era una persona bien considerada en determinados círculos sociales de la ciudad. En el libro dedicó un capítulo a esos años y ha señalado después que la amistad terminó mucho antes de que salieran a la luz las investigaciones judiciales que marcarían el futuro del financiero.
Ese periodo coincide, además, con un momento complicado para la familia Obregón en el plano económico. A comienzos de los años ochenta se vieron afectados por la quiebra de Drysdale Securities Corporation, una empresa estadounidense dedicada a la inversión en bonos y acciones. En 1982, la compañía anunció el cierre de su actividad tras el colapso de su filial, Drysdale Government Securities, que dejó de pagar unos 160 millones de dólares en intereses de bonos del Tesoro. A raíz de esa quiebra, varias familias perdieron el dinero que habían invertido, fondos que, según distintas informaciones de la época, fueron desviados a cuentas y estructuras financieras en el extranjero.
Fue en ese escenario cuando, según distintas informaciones recogidas por la prensa internacional, algunas de las familias afectadas recurrieron a Jeffrey Epstein para intentar localizar el dinero perdido tras la quiebra. Algunas de esas versiones apuntan a que fue la propia Ana Obregón quien habría pedido ayuda al financiero, una afirmación que la actriz ha negado públicamente.
Ana Obregon y Jeffrey Epstein
El exfiscal federal Bob Gold, que colaboró con Epstein en la búsqueda de los fondos, explicó que, tras cerca de un año de investigación, lograron seguir el rastro del dinero hasta una sucursal de un banco canadiense en las Islas Caimán. Siempre según ese testimonio, el magnate recibió una recompensa económica por el hallazgo, una operación que es citada como uno de los episodios que habrían contribuido a su enriquecimiento inicial. Ana, no obstante, ha insistido en que Epstein no actuó en nombre de sus padres ni tuvo un papel relevante en la situación económica familiar.
Para entender el contexto patrimonial de la familia resulta clave la figura de Antonio García Obregón, padre de la actriz. Nacido en Madrid en 1926, comenzó a trabajar con apenas 13 años realizando tareas básicas en una tienda del centro de la ciudad mientras estudiaba por las noches. Su progresión académica fue constante: obtuvo el título de delineante proyectista con matrícula de honor, fue el número uno de su promoción como aparejador en toda España y posteriormente se convirtió en arquitecto técnico.
Impulsado por su suegro, el empresario Juan Obregón Toledo, fundó una inmobiliaria que alcanzaría proyección internacional a finales de los años sesenta. En 1969 adquirió, con el apoyo de socios nacionales e internacionales, los terrenos que darían lugar a la urbanización de La Moraleja, en Alcobendas. La operación, valorada en torno a 4,2 millones de euros, marcó un punto de inflexión en el desarrollo urbanístico del norte de Madrid y en la consolidación del patrimonio familiar: parcelas adquiridas entonces por seis millones de pesetas, unos 36.000 euros, superan hoy el millón de euros de valor.