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26 de abril de 2024

En el centro el Glorioso (der.) cañoneando al Russell durante su último combate. Al fondo el King George desarbolado y el Darmouth hundido por el navío español

En el centro el Glorioso (der.) cañoneando al Russell durante su último combate. Al fondo el King George desarbolado y el Darmouth hundido por el navío español

¿Fue la rendición del navío 'El Glorioso' el final de una victoria?

La carrera del Glorioso es como se conoce a una serie de cinco enfrentamientos navales que se libraron en 1747 entre el navío San Ignacio de Loyola, alias el Glorioso​ y varios escuadrones de navíos y fragatas británicos que trataban de capturarlo

El Glorioso fue un navío de línea español de 70 cañones cuyo nombre oficial era San Ignacio de Loyola. Fue construido en los astilleros de La Habana y entregado a la Armada Real en abril de 1741, con un coste para la corona equivalente a un millón setecientos mil reales de plata. Fue, por tanto, construido en el marco de la Guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins contra los británicos (1739-1748). Su único capitán, desde la entrega a la Armada hasta su rendición en 1747, fue el cordobés Pedro Messía de la Zerda, disponiendo de una dotación de 644 hombres en 1747. En el marco de la guerra citada, uno de los retos esenciales era garantizar el transporte de los metales preciosos de las provincias españolas de ultramar a la península, lo que se realizaba habitualmente en barcos de guerra, como es el caso del Glorioso.
Pedro Mesía de la Cerda, comandante del Glorioso

Pedro Mesía de la Cerda, comandante del Glorioso

El 28 de mayo de 1747 partió el Glorioso de Veracruz con destino a España para transportar oro y plata por un valor equivalente a unos 32,6 millones de reales (4 millones de pesos de plata y 4.400 onzas de oro), es decir casi 20 veces el valor del propio navío. La travesía transcurrió sin incidentes hasta que, el 25 de julio, a unos 200 km al norte de las Azores, una flota británica avistó al navío español tratando de darle caza. Tras 40 horas de persecución, en las que Pedro Messía nunca perdió la ventajosa posición de barlovento, es decir, de donde procedía el viento (lo que le permitía elegir la dirección de ataque, además de arrojar el humo contra el barco enemigo), se entabló el combate. Los tres barcos británicos que se habían lanzado en su persecución eran el Montagu (16 cañones), el Lark (40) y el Warwick (60). Los dos primeros, de inferior capacidad, huyeron tras un corto enfrentamiento, dejando al Warwick solo frente al Glorioso, el cual, tras varias acertadas maniobras y seis horas de combate, obligó al navío británico a huir con fuertes destrozos. Este primer fracaso le costó al capitán John Crookshanks, al mando de la flotilla británica, la expulsión con deshonor de la Royal Navy tras el consejo de guerra al que le sometió su Almirantazgo.
El Glorioso siguió su rumbo hasta que el 14 de agosto otra flotilla británica le trató de interceptar en el área del cabo Finisterre. Esta vez los tres barcos británicos eran el Oxford (de 50 cañones), el Shoreham (24) y el Falcon (14), los cuales trataron de atacar al Glorioso por los dos costados. Pedro Messía de la Zerda, tras verse rodeado por sus dos flancos y al comprobar que el fuerte oleaje no le daba ventaja en el barlovento frente al Oxford (le entraba agua por las portillas inferiores debido a la fuerte inclinación), demostró su superioridad táctica y su osadía virando bruscamente y situándose a sotavento de toda la flotilla británica, lo que le permitió castigar al Oxford (que ahora era el que no podía utilizar sus baterías inferiores por el oleaje) que no lograba ser auxiliado por los otros dos barcos más alejados. La flotilla inglesa optó por huir renunciando a los tesoros del Glorioso.
Ante los sucesivos daños sufridos por el Glorioso y el riesgo de entablar nuevos combates en el traslado del tesoro a Cádiz, Pedro Messía tomó la decisión de entrar en la ría de Corcubión (junto a Finisterre) y descargar allí mismo el tesoro que transportaba. La ría carecía de defensas militares, lo que añadido a la dificultad de defender y trasladar el pesado tesoro por tierra implicaba una operación de alto riesgo. El dos de septiembre ya estaba todo el tesoro protegido a más de 20 kilómetros en el interior y el 11 de octubre salía el Glorioso con intención de ir a El Ferrol, pero la meteorología le forzó a cambiar de planes y dirigirse a Cádiz.
Grabado del Glorioso realizado después de su captura

Grabado del Glorioso realizado después de su captura

Aunque el espionaje inglés ya conocía la descarga del tesoro en Corcubión, esto aún era desconocido por los navíos ingleses. Estos, en vez de intentar el ataque a Corcubión para buscar el tesoro, siguieron tratando de interceptar al Glorioso, lográndolo en el cabo San Vicente el 17 de octubre, donde de nuevo, dos fragatas inglesas, la King George y la Prince Frederick, atacaron al navío español, siendo muy dañada la primera.
El día siguiente el Glorioso fue atacado de nuevo por otro barco inglés, el Dartmouth (50 cañones), que trató de acercarse con falsa bandera danesa. En el combate fue alcanzada la Santabárbara (almacén de pólvora) del barco inglés, explosionando y dejando únicamente 18 supervivientes de sus 370 hombres.
Finalmente, en la madrugada del 19 de octubre, otra flotilla británica, encabezada por un gran navío de tres puentes, el Rusell (de 84 cañones) junto a tres fragatas, las Prince George, Duke y de nuevo la Prince Frederick, atacaron al Glorioso, el cual, tras seis horas de combate, quedarse sin munición y estar parcialmente desarbolado, se rindió. El Rusell había estado a punto de ser abandonado por la tripulación e incluso sufrió un motín durante el combate, lo que permite asegurar que, si hubiera tenido algo más de munición, el Glorioso hubiera vuelto a derrotar a los ingleses. Fue una gran decepción para los marinos británicos comprobar que el tesoro ya había sido desembarcado.
Lo cierto, es que los ingleses habían empeñado contra el glorioso doce barcos (muchos de ellos muy seriamente dañados y uno hundido) y cinco combates. El Glorioso ya nunca más volvió a navegar, pero el tesoro fue puesto a salvo (para conocer más sobre esta gesta se recomienda la obra monográfica de Agustín Pacheco, 2015).
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