Fundado en 1910

18 de mayo de 2024

Tropas alemanas en su avance se encuentran con equipamiento estadounidense abandonado

Tropas alemanas en su avance se encuentran con equipamiento estadounidense abandonado

Picotazos de historia

Humanidad y respeto entre enemigos en las Ardenas

Combatir en la guerra no significa necesariamente odiar al enemigo. Recogemos una anécdota de solidaridad en medio del común peligro durante la Segunda Guerra Mundial

Combatir en la guerra no significa necesariamente odiar al enemigo. Al contrario, en muchos casos, el común sufrimiento hermana a los combatientes de ambos bandos, víctimas de la guerra. Otras veces el sentido de solidaridad y de ayuda, en medio de un común peligro, no está tan atrofiado como para impedir reaccionar a los gritos de socorro de otro ser humano.
Les voy a contar una anécdota que relata el historiador norteamericano Stephen Ambrose en su libro Citizen Soldiers, sacado de una entrevista que su hermano Hugh realizó al protagonista.
El soldado Gottfried Kischkel, de la segunda compañía del batallón de reconocimiento de la división 116 'Greyhound', se encontraba el día 22 de diciembre de 1944 en las afueras de Bastogne (contraofensiva de las Ardenas), encogido dentro del pozo de tirador que había cavado el mismo. Por encima suyo la guerra se desataba en todo su horror. De pronto, nítidamente, escuchó un grito pidiendo ayuda. Se asomó por encima del agujero en el que se encontraba y vio a un tanque americano que había sido destruido y se encontraba en llamas. De una de sus escotillas colgaba enganchado un soldado norteamericano herido que gritaba pidiendo ayuda para no morir abrasado con el tanque. Sin pensarlo Kischkel, saltó hacia el tanque, liberó al soldado y lo arrastró hacia una zanja. Estaba concentrado administrándole los primeros auxilios cuando, al levantar la vista, vio a cuatro soldados norteamericanos que le apuntaban con sus armas.
–¿Qué estás haciendo?, le preguntaron en alemán.
Gritó pidiendo ayuda y le ayudé, respondió Kischkel.
El herido explicó a sus camaradas lo que había hecho el alemán.
–¿Quieres venir prisionero o volver tus líneas?, le preguntaron.
–Debo volver con mis camaradas.
El que parecía tener el mando le hizo un gesto de comprensión y dijo:
–No esperaba otra respuesta, y le dejaron ir.
Kischkel tenía 19 años, ese 22 de diciembre, y fallecería en abril del 2013 a los 89 años en Renania, rodeado de sus hijos, nueras, nietos y bisnietos.
Comentarios
tracking