
El patriarca ortodoxo, Cirilo, cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa
NEOS España en la Historia
Reyes penitentes, capellanes de palacio y guerras santas
Con la llegada del cristianismo comenzaron las «penitencias públicas», dando lugar a un Estado penitencial. La separación de lo político y religioso no se produjo en una parte importante de la tradición cristiana: la vinculada a la Iglesia greco-bizantina
En agosto de este año se cumplirá el 1.200 aniversario de la llamada ‘Penitencia de Attigny’ (año 822). En el marco de un Sínodo presidido por el Papa Pascual I, el Emperador carolingio Luis el Piadoso, el gobernante más poderoso de la Europa de la época, realizó una humillante penitencia pública para expiar sus crímenes.
En el otoño del año 817, apenas unos meses después de la promulgación por parte de una asamblea de todo el Imperio carolingio de la llamada Ordinatio imperii, la primera «constitución europea» de la historia, estallaba una revuelta contra su aplicación liderada por el Rey Bernardo de Italia, sobrino del emperador Luis el Piadoso. La respuesta de Luis no fue precisamente «piadosa». Tras descubrir el complot, el emperador ordenó que su sobrino fuera cegado, siguiendo la costumbre de privar de la vista a los traidores al Imperio, aplicándoles hierro candente en los ojos. Bernardo de Italia murió a los dos días debido a las secuelas de este terrible castigo.
A pesar de que el Rey Bernardo había sido castigado conforme al derecho de la época por haber cometido alta traición, la mentalidad cristiana que comenzaba a arraigar en los corazones de los francos hizo que muchos vieran excesiva crueldad en la condena, lo que hizo que la posición de Luis el Piadoso se volviera muy delicada, viéndose obligado a someterse a la humillación de Attigny. La penitencia pública de Attigny era la primera realizada por un monarca cristiano desde que Teodosio el Grande tuviera que realizar un gesto similar para que le fuera levantada la excomunión lanzada por San Ambrosio de Milán en castigo por la masacre de Tesalónica (año 380).
Una ética superior
En ambos casos el poder del Estado había tenido que inclinar la cabeza ante una ética superior, la de la conciencia cristiana. Y en ambos casos el desencadenante había sido un crimen de sangre y no un pecado privado. Después de Attigny surgirá en la Edad Media lo que Mayke de Jong ha calificado como «el Estado penitencial», siendo frecuente la penitencia pública de emperadores y reyes. Sin duda, la más célebre es la realizada en 1174 en la Catedral de Canterbury, cuando Enrique II de Inglaterra fue flagelado por monjes por su participación en el asesinato de Santo Tomás Becket.
Flagelación de Enrique II de Inglaterra por el asesinato de Santo Tomás Becket
Este sometimiento del gobernante a una norma moral superior a la del propio Estado está muy vinculada en la tradición occidental a la libertas Ecclesiae, fruto de la separación en dos brazos de lo político y lo religioso, las dos espadas que estaban unidas en la res publica pagana y que el Evangelio distinguió: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Ahora bien, una parte importante de la tradición cristiana, la vinculada a la Iglesia greco-bizantina, quedó atrapada en los siglos de la Antigüedad Tardía y el Medievo en ese fenómeno conocido como ‘cesaropapismo’, generado por el control por parte de los emperadores bizantinos de los patriarcados de Oriente. La libertad eclesiástica que el Papado consiguió en Occidente con la Reforma gregoriana allí fue desconocida.
La herencia 'cesaropapista' que llega hasta nuestros días
Esta herencia cesaropapista bizantina tiene consecuencias todavía en nuestros días. Por ejemplo, en la Guerra de Ucrania. El 16 de marzo, el Papa Francisco tuvo una reunión por videoconferencia con el Patriarca Cirilo (Kirill) de Moscú, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Rusa. En esa reunión, el Romano Pontífice advirtió al Patriarca ruso que no utilizara la religión para justificar una agresión armada y una guerra de conquista. «Hubo un tiempo en que también se hablaba en nuestras iglesias de guerra santa», le dijo el Papa, según la oficina de prensa del Vaticano. «Hoy no podemos hablar así».
En claro contraste con esta postura, el Patriarca Cirilo ha apoyado expresamente la invasión rusa de Ucrania, planteando que lo que se libra es una guerra sagrada contra la corrupción occidental del mundo eslavo. «Hemos entrado en una lucha que no tiene un significado físico, sino metafísico», ha proclamado.

Histórico encuentro en Cuba entre el Papa Francisco y el patriarca Cirilo en 2016
De hecho, los Patriarcas de Constantinopla primero y los de Moscú después, fueron convertidos por el cesaropapismo bizantino y zarista en capellanes imperiales. Téngase en cuenta lo que significa en realidad un capellán, incluso hoy en día. En origen era un sacerdote que presta un servicio asalariado a una institución laica. Las capellanías se originaron en la época carolingia. Entre los deberes de los capellanes estaba el cuidado de las reliquias del Rey, y este es el deber del que deriva el nombre de la capilla o capellanía y sus clérigos, los capellanes. Y es que la más importante de las reliquias en poder de la dinastía carolingia era la capa de San Martín de Tours, la cappa, o, con diminutivo final, la capella. El objeto custodiado dio su nombre a todo el tesoro de reliquias, luego al santuario (capella) donde se guardaban, finalmente al grupo de clérigos encargados de ello, los capellanes.
Según describe a los capellanes palatinos Hincmar de Reims en su De Ordine Palatii, estos gozaban de un estatus legal inusual en tanto que «vasallos espirituales» del Rey. Al igual que otros vasallos, le debían servitium, y su actividad en la capilla era parte de ella. No estaban sujetos a ninguna autoridad episcopal o abacial, sino que estaban sujetos al monarca. Cirilo de Moscú es el último de los capellanes de palacio bizantinos.