
Nikita Jruschov y Fidel Castro, en 1963
Entrevista | Michael Dobbs
«Fidel Castro fue el sorprendente vencedor de la Crisis de los Misiles»
El autor de One Minute to Midnight, una de las mejores obras sobre los acontecimientos de octubre de 1962, de los que se cumplen sesenta años, explica a El Debate los pormenores de trece días en los que el mundo estuvo al borde de la catástrofe atómica
Al leer el libro que Michael Dobbs dedicó a la Crisis de los Misiles, uno tiene la sensación de revivir aquellos trece fatídicos días de octubre de 1962 desde una reunión del Comité Ejecutivo (ExComm en sus siglas) en la Casa Blanca, frente a Nikita Jruschov y el resto de prebostes comunistas dentro de los muros del Kremlin o con Fidel Castro en La Habana. Dobbs maneja la cronología del acontecimiento con precisión quirúrgica, dejando las principales conclusiones en manos del lector. Se limita a orientarle.

Michael Dobbs
Y cuando no dispone de todos los datos acerca de un episodio, prefiere no opinar: así lo hace, por ejemplo, al ser preguntado sobre la inspección norteamericana del buque soviético Omsk, cargado de armas atómicas.
Sí lo hace, en cambio, sobre si hubo, o no, tardanza estadounidense en calibrar la gravedad de la situación. «La magnitud del despliegue de tropas soviéticas en Cuba no estaba claro en el verano de 1962», señala. «Hubo controversia en el gobierno de los Estados Unidos sobre si incluía misiles nucleares, pero la opinión mayoritaria fue que no. Sin embargo, Kennedy trazó una línea roja en este punto, afirmando que no permitiría el despliegue de armas nucleares soviéticas en Cuba».
«No fue hasta el 15 de octubre», prosigue, cuando el presidente de Estados Unidos, John Kennedy, recibió información confirmada a raíz de un sobrevuelo del territorio cubano por parte de un bombardero del U-2 de que se habían desplegado armas nucleares». A partir de ese momento, la determinación de Kennedy fue drástica: no iba a permitir la presencia en Cuba de misiles nucleares capaces de alcanzar diversas zonas del territorio norteamericano.
Otra cosa eran las opciones. Dentro de la Administración estadounidense, hubo consenso en la constatación y divergencia en la respuesta a aportar. Había en el entorno presidencial halcones –encabezados por el general Curtis LeMay, jefe de Estado Mayor del Aire– y otros, no precisamente palomas, pero sí partidario de cierta moderación como el secretario de Defensa Robert McNamara. Kennedy nadó entre ambos bandos antes de decantarse por el bloqueo.
–A pesar de los desacuerdos dentro del equipo presidencial, la opción del bloqueo naval se decidió rápidamente. ¿Fue esto una demostración de buen liderazgo por parte del presidente Kennedy?
–De hecho, se necesitaron algunos días para llegar a un acuerdo sobre la opción del bloqueo. La reacción inicial de la mayoría de los miembros del Excomm, incluyendo Robert Kennedt, y hasta cierto punto el propio John Kennedy, fue bombardear los sitios de misiles.
–Si esto hubiera sucedido…
–Los resultados podrían haber sido desastrosos, ya que podrían haber resultado en una invasión estadounidense de Cuba y el ataque a la fuerza invasora con armas nucleares tácticas.
–60 años después, ¿era el bloqueo naval la única opción realista?
–Era la mejor opción, pero no la única.
«El bloqueo», prosigue Dobbs, «permitió ganar tiempo para la diplomacia y los contactos entre Washington y Moscú, que finalmente condujeron a la resolución de la Crisis».
Otra lección de la Crisis de los Misiles fue la unanimidad de todo el lado occidental. Incluso el presidente francés, Charles De Gaulle, tradicionalmente más reacio al unilateralismo norteamericano, hizo gala de una solidaridad incondicional, al igual que un años antes durante la Crisis de Berlín.
Dobbs documenta cómo se negó a mirar el mapa que le tendía el representante especial de Kennedy, Dean Acheson, y confió en la palabra de los Estados Unidos. Solo más tarde accedió a inspeccionar las fotografías tomadas por el U2. «Creo que en realidad estaba interesado en las fotografías de inteligencia como profesional militar».
–La crisis también tenía una veer psicológico: ¿estaba Jruschov demasiado seguro de sí mismo después de su «victoria» sobre en la Cumbre de Viena de junio de 1961?
–Probablemente. Pensó que podía empujar a Kennedy. Kennedy, a su vez, sintió que tenía que mostrar resolución frente a Jruschov. Así que definitivamente había un componente psicológico.
–¿Sentó Kennedy un precedente para los siguientes presidentes?
–Creo que a menudo se extraen lecciones equivocadas de la crisis de los misiles. La crisis no debe entenderse como un ejemplo de un duro presidente estadounidense mirando a su homólogo del Kremlin. En cambio, tanto Kennedy como Jruschov entendieron que habían llevado al mundo al borde del desastre a través de errores de cálculo u otros errores. Luego tomaron medidas para desactivar la crisis.
La principal y definitiva fue el acuerdo mediante el cual la Unión Soviética se comprometía a desinstalar sus misiles en Cuba a cambio de que Estados Unidos hiciese lo propio en Turquía. Otra fue la renuncia de Washington a invadir Cuba. Sigue vigente. Y es importante: la víspera del acuerdo, Castro conminaba a Jruschov a lanzar un ataque nuclear preventivo sobre Estados Unidos.
–¿Hubo un «ganador» en la crisis o más bien un retorno al status quo?
–La humanidad fue la ganadora porque sobrevivimos. En términos políticos estrictos, el sorprendente ganador fue Fidel Castro, quien pensó que él era el perdedor. Permaneció en el poder durante otro medio siglo, en contraste con Kennedy (asesinado) y Jruschov (depuesto por sus colegas). La Crisis de los Misiles puso fin a los serios intentos de Estados Unidos de asegurar un cambio de régimen en Cuba.
–¿Ejerció la amenaza nuclear su poder disuasorio tanto en Estados Unidos como en la URSS? ¿O fue Jruschov de alguna manera intimidado por la incuestionable superioridad estadounidense?
–Creo que Jruschov estaba asustado y estaba buscando una salida.