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Zhukov, Montgomery , Sokolovsky y Rokossovsky en la Puerta de Brandeburgo

Zhúkov, el mariscal al que Stalin hacía de menos

Vencedor de Stalingrado y principal genio militar soviético, tuvo a sus enemigos en su propio Ejército: cuestión de egos y rivalidades

«Las tropas del primer Frente Bielorruso al mando del mariscal de la Unión Soviética Zhúkov con el apoyo de las tropas del [Ejército Soviético] al mando del Mariscal de la Unión Soviética Kónev completaron la destrucción del grupo de Berlín de las tropas alemanas después de obstinados combates callejeros, y hoy, el 2 de mayo [de 1945] conquistaron por completo la capital de la Alemania [nazi], la ciudad de Berlín».
Este es el texto íntegro del parte de Radio Moscú mediante el que se anunciaba la rendición incondicional de las tropas alemanas en Berlín. Los soviéticos habían ganado lo que en su jerga denominaron, y siguen denominando, la Gran Guerra Patriótica, y no Segunda Guerra Mundial.
La redacción del parte es significativa en la medida en que, si bien reconoce a Zhúkov como vencedor principal de la batalla de Batalla de Berlín, le obliga a compartir protagonismo con otro jefe militar, el también Mariscal de la Unión Soviética, Ivan Kónev.
No es casualidad: desde que Zhúkov, a lomos de un caballo blanco, cosechó más aplausos que el propio Stalin durante el desfile de la Victoria de junio de 1945 –«afrenta» que le valió un exilio interior como jefe del nada estratégico mando de Odesa–, la propaganda y la historiografía soviéticas, sobre todo desde aquella caída en desgracia, se empeñó en hacer sistemáticamente de menos al mejor comandante militar soviético de la Segunda Guerra Mundial. Así lo demuestra, sin ir más lejos, el historiador Robert Forczyk en la monografía que dedicó al mariscal.

Los soviéticos habían ganado lo que en su jerga denominaron, y siguen denominando, la Gran Guerra Patriótica, y no Segunda Guerra Mundial

Fue Zhúkov quien ascendió a general con apenas 25 años en plena Guerra Civil rusa; fue él quien, en septiembre de 1939 asestó a los japoneses una severa derrota en Mongolia en un frente de 750 kilómetros; fue también él quien avisó, en vano, a Stalin, acerca de la inminencia de un ataque alemán –sugiriéndole un ataque preventivo– en 1941. El no haber sido escuchado costó a la Unión Soviética un millón de muertos en la bolsa de Kiev y tener al Ejército alemán a las puertas de Moscú.

Zhukov hablando en 1941Wikimedia Commons

Encargado, como no podía ser menos –fue asimismo nombrado miembro del Estado Mayor, la Stavka–, de la defensa de la capital, el genio de Zhúkov se manifestó en la organización de las retaguardias, mientras lograba, a duras penas, retrasar al enemigo: aprovechó esa buena gestión de los tiempos para asociar a la población de Moscú a su propia defensa, sacando provecho de la meteorología adversa en pleno invierno. En enero de 1942, Moscú se encontraba, definitivamente, a salvo de la invasión y el Ejército de Adolf Hitler caía derrotado por primera vez en todo el conflicto.

Moscú fue la primera derrota de las tres que Zhúkov terminaría infligiendo a los alemanes

Moscú fue la primera derrota de las tres que Zhúkov terminaría infligiendo a los alemanes. La siguiente fue en Stalingrado, batalla a la que ha quedado unido el nombre del mariscal. Bajo el nombre de «Operación Urano», el 19 de Noviembre de 1942 lanzó una contraofensiva en pinza que destruyó los III y IV Ejércitos Rumanos y el 21 empezó a rodear al embolsado al IV Ejército Alemán dentro de la propia Stalingrado. La batalla urbana iba a ser descarnada.
La maniobra se ejecutó casi de modo simultáneo al paulatino cerco a la ciudad, mientras desataba más ofensivas en torno al río Don: así aplastó al VIII Ejército Italiano y al II Ejército Húngaro. Frente a esta presión agobiante, la rendición alemana ya era cuestión de fechas. Llegó el 2 de febrero de 1943. La Segunda Guerra Mundial ya no iba a ser la misma. La iniciativa bélica pertenecería de ahora en adelante a los soviéticos.
El problema para Zhúkov era que uno de sus subordinados, el general Vassily Chuikov, reivindicaría el grueso del esfuerzo y de la genialidad táctica. Tenía en gran parte razón. Las autoridades dejaron desarrollarse la rivalidad, no fuera a ser que Zhúkov despuntase demasiado. Una mentalidad plasmada en el parte de Berlín.