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04 de mayo de 2024

Partida hacia la Séptima cruzada de Luis IX, en la que le acompañó su esposa Margarita de Provenza

Partida hacia la Séptima cruzada de Luis IX, en la que le acompañó su esposa Margarita de Provenza

Cruzada, peregrina, esclava, guerrera y monja: la increíble historia de Margarita de Jerusalén

Llegó a la Ciudad Santa para visitar los escenarios de la Pasión justo a tiempo para verse envuelta en el Sitio de Jerusalén por parte de Saladino, en 1187

La Navidad (y sus luces, turrones y reencuentros familiares) pasa demasiado deprisa para aquellos que la amamos. Después sucede un tiempo amorfo; con frío, pero sin iluminación, con rutina, pero sin dulces. Quizá por ello la llegada del Carnaval (o el Antroxu, o el Carnestoltes), los desfiles, la Cuaresma, las torrijas y los potajes ayudan a recuperar la ilusión a quienes gustan de vivir los tiempos, las vueltas al sol, las celebraciones comunales, las tradiciones ancestrales, en definitiva.
Los días se alargan, y llega la Semana Santa. Con ella, las procesiones y los oficios religiosos son la norma en gran parte de España. Sin embargo, muchas personas religiosas aprovechan para llevar a cabo peregrinaciones a los llamados Santos Lugares; es decir, aquellos enclaves (en las actuales Palestina e Israel, principalmente; también en Egipto, Irak, Siria, Turquía y Grecia, en menor medida) en los que tuvieron lugar los eventos narrados en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Y, en lo que concierne a la Semana Santa, principalmente se trata de los lugares que sirvieron como escenario de la vida de Jesús de Nazaret; especialmente, Jerusalén.

La peregrinación a los Santos Lugares

Estas peregrinaciones no son, ni mucho menos, un invento contemporáneo, pues tuvieron su importancia ya desde la Antigüedad. Fue, sin embargo, el año de 1095 el que daría paso a toda una fiebre viajera de Europa a Palestina: a instancias del papa Urbano II se organizó la Primera Cruzada. Los cristianos se lanzaron a la conquista de Tierra Santa, que por aquel entonces se encontraba bajo dominio del egipcio califato fatimí. El éxito de la captura de Jerusalén catapultó el entusiasmo de peregrinos y guerreros durante los dos siglos siguientes, y miles de europeos se asentarían en tierras levantinas como colonos.

El éxito de la captura de Jerusalén catapultó el entusiasmo de peregrinos y guerreros durante los dos siglos siguientes

La imagen que los medios (audiovisuales, principalmente, aunque no sólo) proporcionan de los individuos que participaban en las Cruzadas es la de varones, generalmente en solitario, que se embarcaban en una aventura epopéyica por la defensa de un territorio que tenían como sagrado. Se trata de una visión estereotipada, centrada en el caballero arquetípico. Sin embargo, esta imagen se ajusta muy poco a la realidad. Un viaje de esas características, que en el mejor de los casos no duraba menos de dos años, lleno de peligros, de amenazas y de penurias, jamás se llevaba a cabo en solitario. Y no era, en absoluto una prebenda masculina.

Las mujeres en las Cruzadas

Muchas mujeres participaron en las Cruzadas de diversas maneras: desde mujeres poderosas (como Leonor de Aquitania o Margarita de Provenza) a cuidadoras del ganado; desde mujeres que viajaban con sus maridos (es decir, matrimonios que se embarcaban juntos en la Cruzada) a organizadoras de peregrinaciones o incluso guerreras. El ideal romántico –decimonónico– del caballero aventurero es una distorsión producto de una narrativa posterior, poco o nada relacionada con la realidad de las Cruzadas (y las peregrinaciones que tuvieron lugar durante estas), donde gente de todo sexo, estatus y clase social acudía, por diversos motivos, a conquistar, visitar y colonizar los Santos Lugares.
Pedro el Ermitaño que conduce hacia el este a un contingente de la primera destacamento de la Primera cruzada en 1096. Se puede observar las imágenes de unas mujeres

Pedro el Ermitaño conduce a un contingente durante la Primera cruzada. Se pueden observar las imágenes de unas mujeres

Se documentan, concretamente, 91 mujeres como partícipes activas en las Cruzadas. La gran mayoría de ellas son nobles o aristócratas, puesto que los cronistas normalmente no tenían interés en documentar demasiados detalles sobre personajes que se tenían por irrelevantes. En este sentido, como en cualquier periodo histórico, las fuentes no siempre son fiables.

Gente de todo sexo, estatus y clase social acudía, por diversos motivos, a conquistar, visitar y colonizar los Santos Lugares

Además, describir a una mujer como guerrera muchas veces era motivo de mofa y no de admiración; estos textos en muchos casos eran propagandísticos, pretendían inspirar a personas que pudieran aspirar a estos ideales guerreros, dentro de los cuales las mujeres no estaban incluidas de acuerdo con los roles sociales imperantes. Hablar de excepciones nos ayuda a tener una imagen más completa de la historia, pero sin caer en un presentismo en el que corramos el riesgo de extrapolar valores contemporáneos como el de la igualdad a un pasado en el que, lamentablemente, no existían. En la gran mayoría de los casos en que se describe la actividad guerrera de determinadas mujeres, las circunstancias extremas justifican de alguna manera su intervención.

Servir en la defensa del reino de Jerusalén

Pero una gran excepción a esta norma es la fascinante historia de Margaret de Beverley o Margarita de Jerusalén. Nacida en la Ciudad Santa a mediados del siglo XII, mientras sus padres, Sibyll y Hulno, se encontraban de peregrinación, la vida de Margaret verdaderamente reúne todos los elementos necesarios para convertirse en una novela, además de ser el testimonio mejor documentado de la experiencia de una mujer durante las Cruzadas.
Sus padres regresaron a Yorkshire al poco de su nacimiento, donde se crió junto a su hermano pequeño, Thomas. Quedaron huérfanos muy jóvenes y Margaret cuidó de Thomas hasta la toma de hábitos de éste, que, como parte del círculo íntimo de Beckett, pronto habría de exiliarse en Francia (en el monasterio de Froidmont). Coincidiendo con estos eventos y siendo ya plenamente adulta, Margaret decidió emprender una peregrinación hacia la tierra que la vio nacer, y se embarcó a Jerusalén con un grupo, llevando a cabo previamente un «voto» de cruzada.
Caballeros cruzados luchan contra sus enemigos sarracenos (musulmanes), París, siglo XIV. Historias medievales

Caballeros cruzados luchan contra sus enemigos sarracenos (musulmanes), París, siglo XIV. Historias medievales

A pesar de que desconocemos si alguna vez se casó, su autonomía (aparentemente, también económica) hace pensar lo contrario. Desconocemos, asimismo, las motivaciones concretas de su viaje, pues no había una Cruzada oficial en este momento; sin embargo, parece que tanto ella como el grupo del que formaba parte deseaba servir en la defensa del Reino de Jerusalén (aunque no es posible precisar si esperaban tomar parte directamente en acciones militares). Parece que Margaret llegó a la Ciudad Santa para visitar los escenarios de la Pasión justo a tiempo para verse envuelta en el Sitio de Jerusalén por parte de Saladino, en 1187. A pesar de su condición de plebeya y de fémina, tomó parte activa en la defensa de la ciudad, luchando junto a los soldados que guardaban los muros hierosolimitanos.

Tomó parte activa en la defensa de la ciudad, luchando junto a los soldados que guardaban los muros hierosolimitanos

Se cuenta que tuvo que improvisar un yelmo con una olla de metal, y los textos la describen como «viril»; nuevamente, podemos apreciar con estos detalles lo excepcional de su situación. La intervención de una mujer en la órbita militar solía atribuirse a rasgos masculinos en su persona, por no encajar con el ideal de bondad y virtud impuesto a la mujer. Margaret, finalmente, fue herida por un proyectil de catapulta, pero sobrevivió. Fue hecha prisionera al caer la ciudad en manos del sultán, pero logró pagar su propio rescate y viajó con refugiados hacia Laodicea. Antes de llegar fue capturada y esclavizada durante quince meses, para ser nuevamente liberada. Llegó a Antioquía, donde continuó visitando Santos Lugares y se ganó la vida como lavandera.
Los cristianos de la Ciudad Santa profanan ante Saladino

Los cristianos de la Ciudad Santa profanan ante Saladino

Su suerte hizo que su visita a este enclave volviese a coincidir con el ataque de Saladino. Participó de nuevo en batalla, que esta vez ganaron los cruzados, lo que la permitió tomar parte en el saqueo de los enemigos caídos y aprovecharse del botín. Estos bienes la ayudaron a escapar de la esclavitud cuando, al poco, fuese otra vez capturada al encaminarse a Trípoli. Su aventura en Oriente tuvo Acre como última parada: allí, coincidiendo con la presencia de Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto para la Tercera Cruzada, tomó un navío que la devolvió a Europa.
Tras peregrinar por distintos santuarios y centros de interés religioso como Santiago de Compostela o Roma, Margaret se encaminó al fin hacia Francia, se reunió con su hermano, Thomas, y, por fin, pasó los dieciocho años de vida que le restaban como monja cisterciense en Montreuil. Su historia, si bien excepcional, nos ayuda a acercarnos desde el presente a una realidad –la de las peregrinaciones– que todavía hoy marca la vida de tantas personas.
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