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26 de abril de 2024

Fotografía del congreso revolucionario de Filipinas en el siglo xix en Malolos

Fotografía del congreso revolucionario de Filipinas en el siglo xix en Malolos

El preludio al sitio de Baler: la última campaña en Filipinas antes de 1898

Las fuerzas españolas habían derrotado a los insurrectos. Pero los gobernantes del archipiélago sabían que los hechos se repetirían y que se iba a necesitar mucha tropa y una política de atracción o de autonomía si se quería seguir conservando la soberanía

A finales de la década de los 80 del siglo XIX los nacionalistas filipinos se organizaron. Primero en Madrid, por medio de José Rizal y otros estudiantes que fundaron un grupo llamado La Propaganda. Con influencias masónicas trataron de conseguir algunas ventajas autonomistas como primer paso para la independencia que era el objetivo último. No se les consideró como organización política influyente y en 1892 Andrés Bonifacio, en el archipiélago, fundó el Katipunan. Se convirtieron en una guerrilla al amparo de la selva y declararon la independencia en Balintawac.
Algunos de los ilustrados filipinos en Madrid

Algunos de los ilustrados filipinos en Madrid

En ese momento, en Filipinas había pocas tropas españolas y los insurrectos se multiplicaron en Manila, Cavite y toda la isla de Luzón. En 1896 el mando del Katipunan pasó a Emilio Aguinaldo que organizó un ejército de unos seis mil hombres, mandados por Canuto Villanueva y el llamado general Roque. Estaban provistos de una organización parecida a la de los ejércitos modernos y contaban con armas, dinero y voluntarios. Establecieron un sistema de administración para la guerra que serviría de germen de organización estatal.
La sorpresa y la falta de fuerzas para reaccionar alimentó la rebelión tagala. El capitán general Ramón Blanco solicitó ayuda a la península, pero los refuerzos tardaron en llegar. Solo el trayecto a través del Canal de Suez suponía casi un mes. Mientras tanto, los rebeldes saquearon cuarteles de la Guardia Civil, parroquias, conventos, casas de españoles, haciendas y comercios, siendo de especial importancia los hechos en Cavite. En esta provincia concentraron sus esfuerzos, llevaron una gran cantidad de armamento y fortificaron o atrincheraron el territorio provincial. En diciembre de 1896 Camilo Polavieja sustituyó a Blanco. Era un militar curtido en las Guerras Carlistas, África y Cuba.
Se inició una dura represión con el fusilamiento de Rizal y unas operaciones militares tendentes a pacificar la isla de Luzón. Fue un hombre minucioso y discreto en el diseño de las operaciones. Supo sacar partido a las fuerzas a sus órdenes y contrarrestar satisfactoriamente las acciones enemigas. Liberó Manila de insurrectos e impidió que tomaran la provincia de Bulacán para tener Manila bajo dos fuegos. Sin tregua, forzó la expulsión de los rebeldes filipinos de las provincias de Bataán, Zambales Batangas y La Laguna, montes de San Mateo y Bosoboso, tranquilizando la de Tayabas. El siguiente paso fue aislar al enemigo en la provincia de Cavite.
La ejecución de Rizal en lo que entonces era Bagumbayan

La ejecución de Rizal en lo que entonces era Bagumbayan

Los miembros del Katipunam habían hecho correr la voz de que los españoles iban a aumentar el precio del arriendo de tierras de las haciendas y duplicar el impuesto de cédulas. Consecuentemente, pregonaban que la independencia los iba a librar de esas cargas. Unos de grado y otros por fuerza, los filipinos se fueron uniendo a la rebelión contribuyendo a cavar trincheras y entorpecer el paso por los caminos. Las poblaciones estaban muy dispersas y con malas comunicaciones, la resistencia se presentaba favorable.
Empiezó el Marqués de Polavieja en organizar el ataque, consistente en extinguir los focos insurrectos en las otras provincias, circunscribirlos la de Cavite y rodear ésta por la costa con la Marina y por tierra con las líneas Pinas á Büog-Bilog, pasando por Biñáng, Calamba y otros puntos, la del Pansipít, quedando por la parte Sur el Tagaytay, de difícil paso, y caso de que lo pasaran, habrán de entrar en el Saco de Batangas, de no fácil salida, para así vencerlos, des/rozarlos y extinguirlos.

Había desbaratado la potente insurrección filipina, entrando triunfal en Manila al frente de su Ejército

Para ello organizó la Comandancia de Luzón al mando del general de Artillería José Lachambre Domínguez en tres brigadas con los generales Cornell, Marina y Jaramillo al mando. Por otra parte, situó a la Brigada Ríos, en el centro de Luzón, la División Zapico, en Manila y Morong; y la Brigada Galbis en Manila. En febrero de 1897, entra en acción el general Lachambre. Mantuvo su ejército unido y esperó la ocasión propicia para atacar al enemigo. Con valor, pero sin precipitación, fue tomando Silang, Pérez-Dasmariñas. Salitrán, Anabó. Imus. Balacor, Noveleta, Cavite Viejo, Binacayan. San Francisco de Malabón y Santa Cruz. Había desbaratado la potente insurrección filipina, entrando triunfal en Manila al frente de su Ejército. Fue promovido al empleo de teniente general. El nuevo capitán general Fernando Primo de Rivera concluyó las operaciones a finales de mayo de ese año, ocupando Sungay y Talisay y pacificando Cavite.
Aguinaldo se refugió en Puray con sus últimos dos mil hombres, intentó nuevas operaciones pero el dominio español y la división filipina llevó a Aguinaldo a pactar la paz de Biak-na-bató. Aceptó exiliarse en Hong Kong después de recibir, él y sus colaboradores, 800.000 pesos. Cuando los norteamericanos decidieron, en 1898, apoderarse de las Filipinas, los filipinos fueron utilizados y después sometidos.
Las operaciones de Lachambre fueron las últimas acciones de guerra en Filipinas antes de 1898. En un escenario donde la paz casi nunca existió porque era muy difícil mantener soberanía un territorio con miles de islas, selvas y bosques espesos, mares llenos de piratas y con unas escasísimas tropas españolas. La provincia de Cavite, en esta insurrección se había convertido en «un gran campo atrincherado, y que para ello hicieron tal removido de tierras, que muchos años acusarán testimonio de lo ocurrido; parapetos y fosos, muchos fáciles de inundar, trincheras-abrigo, tres y cuatro órdenes de trinchera al tresbolillo, o continuas y paralelas, reductos, fogatas pedreras y de bombas, traveses y cabezas de puente, pozos de tiradores y cuantos elementos pudieron acumular para hacerse invencibles», como escribía Federico de Monteverde en el libro Campaña de Filipinas. La división Lachambre (Madrid 1898).

La suerte estaba echada desde el momento en que los Estados Unidos de América habían puesto sus ojos en las islas

Las fuerzas españolas habían derrotado a los insurrectos. Pero los gobernantes del archipiélago sabían que los hechos se repetirían y que se iba a necesitar mucha tropa y una política de atracción o de autonomía si se quería seguir conservando la soberanía. Sin embargo, la suerte estaba echada desde el momento en que los Estados Unidos de América habían puesto sus ojos en las islas.
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