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04 de mayo de 2024

Nongqawuse (derecha) con su compañera profetisa, Nonkosi

Nongqawuse (derecha) con su compañera profetisa, Nonkosi

Picotazos de historia

No os fieis de los profetas: La hambruna que casi acabó con el pueblo Xhosa

El mensaje anunciaba una próxima gran resurrección del pueblo Xhosa, gentes llegarían pronto y expulsarían al inglés

Nongqawuse era una adolescente de 16 años perteneciente a la etnia Xhosa, grupo del tronco bantú, establecidos en el área de la provincia Oriental del Cabo, en la actual República de Sudáfrica. Una mañana –era abril o principios de mayo– de 1856 Nongqawuse y su amiga Nombanda fueron al río Gxarha a por agua. Cuando volvieron, ambas niñas, contaron a Mhlakaza –tío y tutor de Nongqawuse– una extraña historia.
Según las niñas, cuando estaba acercándose a la orilla del río dos personas se materializaron delante de ellas y pidieron a las niñas que transmitieran un mensaje a su pueblo. El mensaje anunciaba una próxima gran resurrección del pueblo Xhosa, gentes llegarían pronto y expulsarían al inglés. Para el buen fin del proceso los Xhosa deberían sacrificar todo el ganado, dejar de sembrar y de cosechar, arrojar al río el grano almacenado en los silos pues ningún alimento sería necesario después de la gran resurrección. Además deberían abandonar todas las prácticas de brujería. Una vez que hubieran cumplido con estos requisitos la nueva gente llegaría y expulsaría a los ingleses para siempre.
Ilustración de un grupo de xhosa por Thomas Baines (ilustrada en 1848)

Ilustración de un grupo de xhosa por Thomas Baines (ilustrada en 1848)

Mhlakaza acompañó a las niñas hasta el lugar de la aparición. Las niñas afirmaban que las personas estaban allí, junto a Mhlakaza que seguía sin ver a nadie, y que repetían el mensaje una y otra vez. A requerimiento de Mhlakaza, Nongqawuse describió los rasgos y aspecto de los dos mensajeros y en la descripción de uno, Mhlakaza, creyó reconocer a un tío abuelo suyo muerto hace tiempo y que tuvo fama de poderoso chaman.

Para cuando Mhlakaza convenció a Sarhili la creencia en la profecía se había vuelto una histeria

Desde ese momento se transformó en el primer converso. Para verano el mensaje de los extraños individuos había llegado a todo el pueblo Xhosa. Sarhili era el principal jefe de los Xhosa. La mayoría de los jefes menores aceptaban su autoridad y su tribu era la más numerosa y poderosa entre los Xhosa. Mhlakaza era uno de sus principales consejeros, por ello, cuando habló a Sarhili de la profecía de los extraños mensajeros, el jefe le escuchó con atención. Para cuando Mhlakaza convenció a Sarhili la creencia en la profecía se había vuelto una histeria, así que el caudillo solo se dejó llevar –manteniendo un saludable grado de escepticismo– por la corriente.
El representante inglés, alarmado por todos los extraños actos de los Xhosa (sacrificio del ganado, destrucción del grano, etc) los consideró como síntomas de una futura sublevación contra la autoridad británica en la zona por lo que envió una carta muy amenazante al jefe Sarhili. Para entonces –en ese momento los británicos estaban combatiendo contra el Imperio Ruso en Crimea– los Xhosa habían identificado a la «nueva gente que pronto llegaría y echaría a los ingleses» con los rusos. Lo que puso aún más nerviosas a las autoridades de Su Graciosa Majestad.
Xhosas defienden un bastión en el boscoso Water Kloof durante la Octava Guerra Xhosa en 1851

Xhosas defienden un bastión en el boscoso Water Kloof durante la Octava Guerra Xhosa en 1851

Para finales de julio un fenómeno de histeria colectiva de estaba produciendo en el territorio Xhosa. Grupos de peregrinos se acercaban al lugar del río Gxarha donde tuvo lugar la aparición, esperando contemplar un milagro. A mediados de mes, preocupado por la evidente escasez de alimentos, el jefe Sarhili pidió a Mhlakaza algún tipo de señal o prueba que confirmara la profecía.

Una hambruna sin precedentes se abatió sobre los Xhosa, una desgracia que ellos mismos había creado

Mhlakaza predijo que el gran acontecimiento se daría el 16 de agosto. Pero llegó el día señalado y nada ocurrió. Ese mismo día llegó una orden del gobernador de la Colonia –sir George Grey–, demostrando una ignorancia supina a cerca de la mentalidad e idiosincrasia de los Xhosas y otros pueblos de la zona, ya que prohibía seguir con las practicas religiosas amenazando con severas medidas caso de que no siguieran sus ordenes.
Mhlakasa continuó retrasando la fecha del gran acontecimiento. La causas del retraso eran que no habían matado todo el ganado, ni destruido toda la simiente y las amenazas de las autoridades ingleses era una muestra de su miedo y nerviosismo por la llegada de la «nueva gente». Pero el pueblo Xhosa estaba decepcionado y la histeria colectiva se fue apagando rápidamente.
Pronto nadie creía ya en las palabras de Mhlakaza. Pero el daño estaba hecho. Una hambruna sin precedentes se abatió sobre los Xhosa, una desgracia que ellos mismos había creado y que en tres años costó un precio terrible a este confiado pueblo. De los 110.000 xhosas que se calculaba, que vivían en la provincia Oriental del cabo, en 1856, apenas quedaban 24.000 en 1858. Se considera esta tragedia el mayor suicidio voluntario de la historia.

Nunca, nadie la culpó de nada por lo sucedido ya que todos se consideraron responsables de la desgracia que habían creado

Cuanto a Nongqawuse y su amiga Nambanda, durante un tiempo estuvieron bajo la protección de una familia inglesa, después se supo que trabajaron en una granja antes de que desapareciera su rastro. Nongqawuse murió en 1898. Nunca, nadie la culpó de nada por lo sucedido ya que todos se consideraron responsables de la desgracia que habían creado.
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