El día que el general Franco fue nombrado jefe del Estado
El único disidente fue Cabanellas: «Ustedes no saben lo que han hecho, porque no lo conocen como yo», dijo tras la votación al mando único de Franco
En septiembre de 1936 hubo dos nombramientos que cambiaron la evolución de la Guerra Civil y la posterior historia de España. Nos referimos al nombramiento de Francisco Franco como jefe del Estado y Generalísimo, por la Junta de Defensa Nacional.
A esa fecha Franco era general de división y ocupaba el puesto 23 dentro del escalafón militar. Solo lo superaban Miguel Cabanellas, Gonzalo Queipo de Llano y Andrés Saliquet. Habían muerto José Sanjurjo, Manuel Goded y Joaquín Fanjul. Otros se quedaron en el bando republicano como Vicente Rojo. Cabanellas quedó descartado por haber conspirado contra la dictadura de Primo de Rivera, ser masón, antiguo diputado del Partido Radical y liberal. Desconfiaban de Queipo de Llano por conspirador. Saliquet era mayor y no tenía carisma. Por debajo estaba Emilio Mora, general de brigada, pero también quedó descartado por su vinculación con el Carlismo.
La Junta de Generales, el 21 de septiembre de 1936, se reunieron, en un campo de aviación en Salamanca, para organizar un futuro mando único. Los ideólogos de esta idea fueron Luis Orgaz Yoldi y Alfredo Kindelán. Este último era monárquico y amigo personal de Alfonso XIII. Fue él quien propuso a Franco. Consideraba que, una vez terminada la guerra, restauraría la monarquía. También apoyaban la idea Nicolás Franco, Juan Yagüe y José Millán-Astray. El único discrepante era Cabanellas.
Cabanellas apostaba por una junta de tres generales, porque pretendía evitar que aquello acabara siendo una dictadura, como así pasó. Cabanellas se quedó solo. A esto hemos de añadir que Hitler y Mussolini habían apostado que Franco sería su único interlocutor, por eso concedieron apoyo militar y financiero a España. Mientras discutían a quién elegir, se produjo la liberación del Alcázar de Toledo.
La Junta de Defensa se reunió el 28 de septiembre de 1936. Nicolás Franco y Kindelán leyeron el decreto que habían redactado. En los dos primeros artículos, después de su publicación, se podía leer:
Artículo 1.— En cumplimiento de acuerdo adoptado por la Junta de Defensa Nacional, se nombra jefe del Gobierno del Estado español al Excmo. Sr. General de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado.
Artículo 2.— Se le nombra asimismo generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire, y se le confiere el cargo de general jefe de los Ejércitos de Operaciones.
Cabanellas, como presidente de la Junta de Defensa Nacional, quedó encargado de publicar el decreto dos días después. Durante la noche Cabanellas, que aún albergaba dudas, habló por teléfono con los generales Queipo de Llano y Mola, que habían vuelto a sus respectivos cuarteles generales. El primero le dijo que «Franco es un canalla. No es ni será hombre de mi simpatía. Hay que seguirle el juego hasta reventar». Mola le dijo que no veía otra alternativa que la proclamación de Franco. Mola, más adelante en privado, comentó que lo acordado tenía que ser políticamente revisado cuando terminara la guerra. Mola murió en un accidente de aviación en junio de 1937, y nada se revisó.
Cabanellas, que había regresado a Burgos, encargó la redacción del decreto al jurista y catedrático José Yanguas Messía, aunque en su redacción definitiva también intervino Nicolás Franco. El decreto de la Junta de Defensa Nacional, publicado el 30 de septiembre de 1936, introdujo dos cambios sustanciales sobre lo acordado en la reunión. En primer lugar, se suprimió la frase que decía «mientras dure la guerra». En segundo lugar, al nombramiento como «jefe del Gobierno del Estado español» se le añadió «quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado».
Antes de la publicación del decreto se tuvo que votar. Kindelán, Mola; Orgaz y todos los demás lo hicieron a favor de Franco. El único disidente fue Cabanellas. A la salida de aquella reunión este le comentó a Kindelán que «ustedes no saben lo que han hecho, porque no lo conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en el Ejército de África, como jefe de una de las unidades de la columna a mi mando; y si, como quieren, van a darle en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie lo sustituya en la guerra ni después de ella, hasta su muerte». Cabanellas no tuvo mando en tropa durante la Guerra Civil. Franco no le perdonó que no votara en aquella reunión. Por eso lo apartó y decidió nombrarlo inspector general del Ejército. Este cargo lo desempeñó hasta el 14 de mayo de 1938, fecha de su fallecimiento.
El 1 de octubre de 1936, en una ceremonia celebrada en la Capitanía General de Burgos, Cabanellas le traspasó los poderes a Franco. Al mismo tiempo se creaba la Junta Técnica del Estado para asesorarle y gestionar las tareas civiles administrativas. Se iniciaba así el proceso de conversión de Franco en el representante absoluto y la personificación soberana de la autoridad y poder militar que habían regido desde el principio los destinos de la España insurgente sin cortapisa. Desde el balcón del ayuntamiento de Burgos, Franco pronunció su primera alocución pública, en la que destripó los pilares de su gobierno. Esto es, las urnas quedarían eliminadas, la Iglesia sería respetada, se fomentaría la independencia del campesinado, y se revisarían los impuestos... Finalizó diciendo que «la victoria está de nuestro lado».