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Bandera Israel 1948

La bandera de Israel al viento tras la proclamación del Estado en 1948AFP

Sin Estados Unidos el sionismo no hubiera sido posible

Naomi Cohen, una investigadora judía, formuló en el año 2003: «De no haber sido por la ayuda económica y la presión política de los judíos de Estados Unidos […] es posible que Israel no hubiera nacido en 1948»

Los sionistas comprendieron que necesitaban el apoyo de Estados Unidos e influyeron para que entrara en la Primera Guerra Mundial junto al Reino Unido para evitar la derrota de los aliados, aunque la resistencia en Norteamérica fue intensa. En 1897, la Conferencia Central de Rabinos de EE. UU. declaró: «Afirmamos que el objetivo del judaísmo no es político ni nacional, sino espiritual», con lo que rechazaba el sionismo.

A pesar de ello, Naomi Cohen, una investigadora judía, formuló en el año 2003: «De no haber sido por la ayuda económica y la presión política de los judíos de Estados Unidos […] es posible que Israel no hubiera nacido en 1948».

La presión comenzó precozmente y en favor de los intereses del Imperio británico, imposibilitando los sionistas cualquier acuerdo con los turcos. En 1887 el presidente Grover Cleveland designó a un embajador judío como representante de Washington.

Philip Brown, profesor de Princeton, visitó El Cairo para reunirse con la Asociación de Jóvenes Cristianos. Envió informes al Departamento de Estado norteamericano a petición de las autoridades, sobre el impacto desastroso que tendría el sionismo en Palestina, tanto para los árabes como para los hebreos, y viajó a París con la intención de presionar en contra de la partición. Una poderosa delegación de judíos americanos siguió a la Comisión King-Crane en su viaje a la región y eclipsó su actividad, al menos en lo que a cobertura mediática se refiere.

En la delegación estaban Weizmann, y Brandeis, que sería nombrado en 1916 magistrado del Tribunal Supremo de Estados Unidos, donde al decir de Emmanuel Todd los judíos están sobrerrepresentados y Frankfurter, entre otros destacados líderes sionistas que silenciaron los informes contrarios a la instalación en Palestina.

Donald Neff, antiguo jefe de la oficina de Time Magazine en Jerusalén, denunció que un grupo de líderes cristianos se quejó sin mucho eco de que grupos sionistas habían hostigado a cientos de personas, entre las que había niños, refugiados y clérigos, en las iglesias y las instituciones humanitarias cristianas palestinas mientras se dedicaban a inocular ideas sionistas en el protestantismo en Estados Unidos.

Otros como Kermit Roosevelt Jr., nieto del presidente Theodore Roosevelt, se unió a la Oficina de Servicios Estratégicos y pasó al consejo asesor de una organización predominantemente árabe, el Instituto de Asuntos Árabe-Americano, con sede en Nueva York, Roosevelt escribió un ensayo en 1948 sobre su visión del sionismo en el país y la partición de Palestina.

En febrero, se unió a un centenar de personas para formar un «grupo cristiano» para ayudar en la lucha del Consejo Americano para el Judaísmo, en gran parte rabínico, para revertir la partición de Palestina en estados judío y árabes separados. El 2 de marzo de 1948 fundaron el Comité para la Justicia y la Paz en Tierra Santa (CJP), con el decano emérito Gildersleeve como presidente, el expresidente del Union Theological Seminary, Henry Sloane Coffin, como vicepresidente, y Roosevelt como director ejecutivo.

En 1951, Roosevelt, Virginia Gildersleeve, Dorothy Thompson y otro grupo de 24 educadores, teólogos y escritores (incluido el ministro presbiteriano Harry Emerson Fosdick) fundaron los Amigos Estadounidenses del Medio Oriente (AFME), una organización pro árabe crítica con el apoyo de Estados Unidos a Israel. Roosevelt sirvió durante un tiempo como secretario ejecutivo para el grupo.

Los historiadores Robert Moats Miller, Hugh Wilford han declarado que desde sus primeros años, fue parte de la propaganda arabista dentro de los EE. UU. y el AFME que fue hasta cierto punto administrado por la CIA y con financiación adicional del consorcio petrolero ARAMCO.

Kermit Roosevelt advirtió que solamente cuando imperen los intereses nacionales de Estados Unidos frente a cualquier otro tipo de consideración, se podrá practicar una política exterior de largas miras.

Roosevelt fue reclutado para la Oficina de Coordinación de Políticas (OPC) de la CIA en 1950 por su jefe, Frank Wisner. Asignado a Egipto, Roosevelt impresionó a sus colegas con el Proyecto que alentó al Movimiento de Oficiales Libres a llevar a cabo un golpe de Estado en Egipto en 1952, y Roosevelt desarrolló estrechos vínculos con la CIA y el nuevo líder, Gamal Abdel Nasser.

También para influir en EE.UU., pero en sentido contrario, se crearon varias organizaciones sionistas secretas como la hermandad de los Perushim. Otra entidad que trabajó en secreto fue el Comité Judío Estadounidense, fundado en 1906 por el banquero Jacob H. Schiff, que no nació como organización sionista, pero se hará sionista en 1947. Uno de los principales objetivos de los sionistas en Estados Unidos era, en palabras de Cohen, «protegerse de la asimilación en los países en los que vivían».

Presionaron a Estados Unidos para que entrase en la guerra junto a Gran Bretaña a cambio del apoyo británico a la colonización judía de Palestina, que también tuvo su resistencia inicial. Por ejemplo, el futuro ministro de Exteriores británico, lord Curzon, declaró que Palestina ya estaba habitada por medio millón de árabes.

La solidaridad que no fue

Unos meses antes de la Noche de los Cristales Rotos, cuando se hizo pública la hostilidad contra los judíos en Alemania, el 6 de julio de 1938, se reunieron en la ciudad francesa de Evian representantes de 32 naciones, por iniciativa de Estados Unidos, para buscar una solución a los solicitantes de asilo alemanes de origen judío. Todos los delegados de forma unánime expresaron su simpatía por esos judíos que querían huir de Alemania, pero todos los países, incluidos el Reino Unido y Estados Unidos, adujeron que no podían admitir a más refugiados.

Solo República Dominicana, por aquel entonces gobernada por el dictador Rafael Trujillo, ofreció dar refugio a 100.000 judíos. Pero aquel generoso ofrecimiento fue boicoteado por miembros de la administración Roosevelt, que temían que esos hebreos usaran la República Dominicana como trampolín para tratar de saltar luego a Estados Unidos, cuyo sistema de cuotas nacionales de inmigración vigente solo podía autorizar la entrada de 27.370 ciudadanos de Alemania o Austria cada año, sin incrementarla y ni cubriéndola siquiera en ocasiones.

En 1940 Roosevelt nombró secretario adjunto de Estado a su amigo Breckinridge Long, exembajador en Italia. Long detalló que sus planes consistían en «retrasar y en la práctica detener por tiempo indefinido el número de inmigrantes admitidos en Estados Unidos». El Gobierno británico ofreció a Roosevelt que la cuota de inmigración a Estados Unidos correspondiente al Reino Unido, que era de 65.721 personas/año y que sistemáticamente quedaba sin cubrir (en 1938 solo se habían usado 3.365 plazas) se usara para admitir a refugiados judíos alemanes. Roosevelt rechazó la sugerencia.

Al amparo de las organizaciones pro-Estado de Israel se produjo una migración masiva organizada; además, aparecieron varios grupos armados hebreos (como el Lehi y el Irgún), Londres recurrió a las Naciones Unidas, que, en la reunión de 29 de noviembre de 1947, decidieron la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío quedando Jerusalén bajo la administración de las Naciones Unidas. La mayoría de los judíos en Palestina aceptaron esta decisión, pero no así los árabes, quienes la rechazaron por completo. Paralelamente a estos acontecimientos, los británicos anunciaron su intención de retirarse de Palestina.

Para poder disponer de la población necesaria para crear Israel se recurrió a muchos métodos, como potenciar el miedo, para fomentar la emigración de judíos a Palestina. Hugh Gibson, en 1919, fue nombrado embajador en Polonia, informó a Washington que el número de incidentes antisemitas en ese país era muy inferior de lo que se les hacía creer en cierta prensa.

También hubo judíos opuestos a la partición, como Judah Magnes, un rabino reformista que abogaba por un Estado binacional en el que judíos y palestinos pudieran coexistir. Recibió una brutal paliza de sus correligionarios.

Loy Henderson, el director de la Oficina para Asuntos de África y Oriente Próximo del Departamento de Estado, recomendó que no se apoyara el proyecto de un Estado judío en Palestina: «La partición contraviene flagrantemente diversos principios recogidos en la Carta de Naciones Unidas, así como los principios que sustentan los conceptos que la ciudadanía estadounidense defiende. Ignoran principios como el derecho a la autodeterminación y el gobierno de la mayoría. Reconocen el principio de un Estado racial y teocrático, y, en algunos casos, rozan la discriminación por motivos de raza y religión». El presidente Truman desoyó esas palabras y envió a Henderson como embajador en Nepal.

Otro embajador, Henry F. Grady, dirigió en 1946 una comisión destinada a encontrar una solución para Palestina. «He dirigido diversas misiones gubernamentales y en ninguna otra me he encontrado con tanta deslealtad […]». En Estados Unidos, donde no existe ninguna fuerza política que sirva de contrapeso al sionismo, al secretario de Estado Dean Acheson «le preocupaba que Occidente acabase pagando un alto precio por Israel».

La Junta de Jefes del Estado Mayor informó a finales de 1947 de que «la decisión de dividir Palestina, perjudicaría a sus intereses estratégicos en Oriente Medio y Próximo». El vicecónsul de Estados Unidos, William J. Porter, profetizó una última consecuencia del plan de «partición»: que en Palestina jamás llegaría a haber un Estado árabe.

El presidente Truman ignoró todo consejo y decidió apoyar el plan sionista de partición. Los votos y las contribuciones de los judíos eran esenciales para ganar las próximas elecciones presidenciales. Su secretario de Estado, el general George Marshall reaccionó con ira al ver que las consideraciones electorales del presidente prevalecían sobre las políticas basadas en el interés nacional.

El secretario de Defensa, James Forrestal también fracasó al enfrentarse a los sionistas. George F. Kennan, director de Planificación Política del Departamento de Estado, difundió un documento secreto, el 19 de enero de 1947, en el que se esbozaba el daño que el plan de partición había causado a Estados.

David K. Niles, activo sionista, asesor ejecutivo primero de Roosevelt y luego de Truman, fue el principal sospechoso cuando se descubrió que alguien estaba pasando información de alto secreto al Gobierno israelí. El presidente del Estado Mayor Conjunto, Omar Bradley, le dijo a Truman que tenía que elegir entre Bradley y Niles. Este último dimitió, relevado por Sam Rosenman, asesor político de Truman y Evan M. Wilson, un diplomático de carrera que fue cónsul general de Estados Unidos en Jerusalén, y que declararía más tarde que la actuación de Truman había estado ampliamente motivada por «consideraciones políticas internas».

El subsecretario de Estado James E. Webb, en un despacho al secretario de Estado, Dean Acheson, señalaba lo evidente: «En informes previos se subraya que Israel tenía más influencia en Estados Unidos que Estados Unidos en Israel». Los sionistas atacaron sin piedad a Forrestal. Edwin M. Wright, un experto en Oriente Medio del Departamento de Estado integrado en la delegación estadounidense de Naciones Unidas, revela que Eleanor Roosevelt, que formaba parte de la delegación, recibió una carta en la que le decían que Wright era un «antisemita a sueldo de los árabes».

Gore Vidal relata: «A finales de la década de 1950, ese cotilla de marca mayor e historiador ocasional que era John F. Kennedy, aseguró que a Truman un sionista estadounidense le entregó un maletín con dos millones de dólares en metálico en su tren de campaña electoral. Por eso se precipitó tanto nuestro reconocimiento del Estado de Israel». Gore Vidal prologó el libro Israel Shahak Jewish History. Stephen Green describe una investigación de 1948 sobre «alguien del Pentágono» que estaba facilitando archivos al grupo paramilitar israelí conocido como la Haganá.

Los viajes de la laborista Golda Meir a Estados Unidos consiguieron la vertebración de la diáspora financiera de Estados Unidos y el favor del presidente Nixon. Desde entonces, la presencia de proisraelíes en el Departamento de Estado y en instituciones de política exterior, como los think tank y en el Consejo de Foreign Relations y otros organismos norteamericanos ha sido constante y creciente.

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